La derecha fascista que representa la podredumbre del capitalismo en el mundo y en México en particular, actúa con nuevos bríos mediante un embate directo contra el pueblo organizado con una estrategía de represión sistematica, que encarcela y asesina a luchadorxs sociales, periodistas y defensorxs de los derecho humanos.

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Es un hecho evidente el que, en nuestros días, el capitalismo es un sistema que domina todos los rincones del mundo, lo que significa que el conjunto de los grandes consorcios y monopolios transnacionales se han apoderado del mercado global y que la clase obrera, hoy más que nunca, está constituida por el obrero global. Ya no se trata del conjunto de obreros que configuran al obrero colectivo en una fábrica, ni siquiera en un país, sino DEL CONJUNTO DE OBREROS COLECTIVOS NACIONALES, que ahora configuran a un TRABAJADOR GLOBAL.

Las ideas planteadas en el Manifiesto Comunista, de un capitalismo voraz que derrumba todas las fronteras son ahora una realidad.

 

Los comentarios del actual director de la SEMARNAT, Víctor Manuel Toledo en torno al proyecto eólico en el istmo, expresando que las aspas de los aerogeneradores sólo sirven para “atrapar el aire de los indígenas” que desataron una serie de burlas y comentarios ridiculizando al renombrado investigador y ahora funcionario de la 4T dejan algunas cuestiones sin resolver entre el silencio de uno y la estridencia de otros.

Si tal afirmación hubiera sido lanzada por los pueblos opositores a los proyectos, posiblemente la situación no hubieran pasado del cotidiano desprecio a los interlocutores por “ser indios”, adjudicándoles una “histórica” falta de razón, su apego al pensamiento mágico, y por supuesto: el color de su piel. Pero si acudimos al recurso histórico apelaríamos entonces al extractivismo permanente que se ejerce sobre estos pueblos.

Desde la consolidación del poder colonial, y con más fuerza desde la fundación del Estado mexicano, se ha ejercido sobre los pueblos una extracción de bienes materiales, fuerza de trabajo, tradiciones y mitos, procesos bioculturales y códigos genéticos, además de toda la información sustraída para fines científicos y comerciales, dejando a cambio pobreza, contaminación y muerte.

Este nuevo colonialismo que lleva la etiqueta de trasnacionales canadienses, españolas, gringas y demás, ha sido bautizado por algunos como NeoCO2lonialismo, pues deja tras de sí una huella de muerte además de su huella inmensa de carbono. Este NeoCO2lonialismo es catalizador del avance ecocida del capitalismo en su fase tardía, que es perpetrada en lo político por gobiernos progresistas, como evidencia Zibechi, con menores costos políticos que los conservadores, pero con efectos iguales o mayores para las oligarquías nacionales y trasnacionales.

De ahí los rasgos inéditos de las izquierdas emergentes nacidas de la dinámica entre pueblos ancestrales, comunidades, barrios y sectores combativos de la sociedad, similares en ciertos rasgos como su postura decolonial, antipatriarcal y ecologista. En ellas se construye la comunalidad como horizonte, integrando cosmovisiones ancestrales con modernas, dialogando desde sus saberes y sentires; además defendiendo a la mujer en todos los ámbitos de la vida pública y privada, pues la cosificación de la mujer en este sistema pasa de la apreciación por su físico al menosprecio por sus ideas siendo silenciada, agredida, mutilada o aniquilada; y protegiendo al medioambiente como forma de respeto por la vida misma, defensa que cuesta la vida a decenas de activistas comprometidos con su comunidad y con su territorio.

Por ello la guerra silenciosa pero constante contra el Congreso Nacional Indígena y su Concejo Indígena de Gobierno, así como contra pueblos y colectivos autónomos que se organizan contra las agresiones de mineras y megaproyectos similares. Las relaciones que estos colectivos establecen con el entorno y al interior de ellos rompe la lógica del neoliberalismo, que transforma bienes y derechos, naturales y sociales en servicios por los que se cobra, y muy caro. La ideología dominante consiste en despreciar la naturaleza y sus servicios e invisibilizar la gratuidad o bajo costo de estos, como la posesión comunal del agua y la tierra en los pueblos ancestrales, mismos que todavía existen a pesar de las presiones por privatizarlos en estas regiones. Oscar Ochoa

 

La marcha del 16 de agosto convocada por varios colectivos feministas, que tuvo como punto de reunión la Glorieta de Insurgentes generó una serie de opiniones encontradas en la sociedad mexicana. Una pequeña parte de la población, así como dependencias del gobierno y medios de comunicación se pronunció contra los “destrozos” y “excesos” de grupos radicales y “provocadores”; otra parte, una gran mayoría, estuvo a favor de la manifestación y de las formas “tan violentas” con que estos colectivos se expresaron. ¿La razón? El hartazgo de una violencia estructural.

Porque más allá de la divergencia de opiniones circulando en medios y redes sociales, parece quedar de lado el aspecto fundamental de estas protestas. La agresión, desaparición y muerte sistemática de mujeres, niñas, niños y jóvenes que desde hace décadas vienen aquejando a la población. Ellas, las manifestantes, sobrevivientes de las que no regresaron a casa, las sobrevivientes del acoso y el peligro cotidiano, dijeron basta.

Los grafitis y pintas plasmados en la columna del Ángel de la Independencia fueron un claro y contundente mensaje para esta sociedad indiferente y cínica que valora más la intervención a lo que hasta hace poco era un mausoleo, el lugar de culto a unos pocos hombres muertos, que conmoverse por la vida de miles mujeres de a pie. Al monumento no se le demolió ni dañó su estructura, pero sí se atentó contra el simbolismo fálico de una columna estática que se levanta sobre la miseria de millones de mujeres a quienes no se les permite ser independientes, ni mucho menos libres. La Victoria Alada, el ángel que yace en la cima de la columna, sin embargo nos remite a otro tipo de ángel, este que las mujeres con su rabia, dolor y dignidad comenzaron a desenterrar del otrora sepulcro, en la base: el ángel de la historia.

Ellas, desde su justificada y digna rabia están haciendo lo que pocos hacen: están rescatando al ángel de la historia, aquel que invocaba Walter Benjamin al mirar el Angelus Novus de Paul Klee, porque “donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe” que acumula a sus pies, muerta tras muerta, la tempestad de lo que llamamos progreso. Ellas son las parteras de esta nueva historia, y por eso el dolor para este mundo patriarcal que no puede advertir lo obvio: también nos están rescatando a los hombres del papel envilecido de ser los machos que cuentan siempre la misma historia: la del victimario.

Ellas ahora son las de la voz, las de la acción y las de la historia. Nos toca escuchar, a p r e n d e r y compartir si así lo queremos , la construcción de un mundo en comunidad, diferente, donde vamos a c o m p a r t i r trabajos, discusiones y desencuentros pero también futuro. El progreso como tempestad ha sido hasta ahora la acumulación de agravios, pero ellas desde su resiliencia también están demostrando que se puede andar por caminos inéditos para alcanzar la libertad que anhelamos.

Es necesario atender los trabajos de este parto, el de la nueva historia que tantos agoreros dieron por terminada, y contar ahora la historia de l@s de abajo, l@s condenad@s de esta tierra, pero también l@s de siempre. Oscar Ochoa

 

Las viejas clases dominantes en América Latina y el Caribe, incluida la de México, persisten en afianzar en los pueblos la sumisión al capital y la lógica de la acumulación; además intensifican las otras formas de subordinación del trabajo y de las relaciones humanas a la ley del valor, por mecanismos financieros y jurídicos, que asumidos de manera entreguista con el imperialismo son dirigidos hacia el despojo y las guerras fratricidas.

Lo hacen desde formas de violencia que pueden ser consideradas fascistas o con mayor propiedad de terrorismo de estado: hacer la guerra a los pueblos, criminalizar a los pobres y a quienes resisten contra el sistema, perseguir a los migrantes y sellar las fronteras a centro y a sudamericanos como lo ordena el gobierno estadunidense, desplazar a la población en las zonas elegidas para el desarrollo de megaproyectos, asegurar el crimen organizado como parte del sistema de dominio.

Se vive una suma de agravios a la vida por parte del capitalismo que en México significan: a) Despojo territorial de agua, biodiversidad y culturas; b) despojo de materias primas principalmente en los hidrocarburos y minería; c) despojo de semillas y de autonomía alimentaria; d) abaratamiento de fuerza de trabajo a disposición de las trasnacionales; e) Imposición de mercado desregulado que admite entrada masiva de importaciones que desplazan a la producción nacional; y f) sometimiento a una estrategia militar- paramilitar y de intensa relación con aparatos de seguridad imperialistas con presencia de “servicios” mercenarios Todo ello provoca en los pueblos mayor sufrimiento y miseria, aunque también nos convence de que tod@s afrontamos al mismo enemigo.

Así surgen, se extienden y consolidan las resistencias activas que hoy son parte de los factores que explican las convergencias de actores populares que poco a poco se reúnen para fortalecer las protestas, la defensa de territorios y luchador@s sociales, para intercambiar experiencias, o para construir alternativas revolucionarias, anti sistémicas, anticapitalistas o democráticas. Se van traduciendo en proyectos políticos integrales de soberanía, autonomía e independencia, con raíz obrera, popular y comunitaria. Tales proyectos, no sin dificultad se plantean articularse con objetivos comunes, sin pérdida de identidad, y dispuestos a arrancarle la iniciativa a los poderes y sus sistemas de dominación, así sean estos enmascarados por fuerzas de origen progresista pero con políticas autoritarias y con las normas de un capitalismo liberal a secas.

Los pueblos movilizados en el México hoy gobernado por el triunfo en 2018 del descontento y las expectativas populares ante un partido liderado por Andrés Manuel López Obrador, pertenecen a muchos sujetos colectivos que, si bien no son la mayoría de la población que votó por AMLO, sí intervienen en acciones contra el saqueo, el despojo, los feminicidios, o por el derecho a la vida, a la tierra y en la idea de avanzar para crear la unidad de l@s divers@s, y construir un nuevo sujeto histórico, múltiple, de múltiples identidades y experiencias de trabajo, de lucha, de culturas y modos de construir relaciones equitativas e igualitarias, portador de aspiraciones libertarias, cualitativas para nuestra humanidad en su relación con el bien vivir (digno y justo) en el planeta.

Las experiencias políticas en el continente plantean nuevos problemas, por la recomposición de las derechas imperialistas y criollas que desplazaron a gobiernos progresistas, supeditados en los hechos al extractivismo y a la dependencia de transnacionales y capitales financieros. Tal decadencia de las formas progresistas y nacionalistas de las izquierdas electorales y la huella de las formas clientelares y corporativas de hacer política desde arriba, llevan a sectores de las clases sometidas a debatir y adoptar posiciones críticas con nuevos métodos y metas.

Gran parte de “la vieja izquierda”, y algunas tendencias de la llamada izquierda revolucionaria, aunque hayan tenido larga experiencia en las luchas populares, se convirtieron en “asalariados del poder”, o en el México de hoy, del gobierno en turno. Los que lo hacen buscando ampliar las alianzas del gobierno centralizado de AMLO para una supuesta confrontación con la derecha panista y priista han cerrado los ojos a las alianzas construidas este año por López Obrador, integrando a su instrumento electoral, Morena, y a sus equipos de gobiernos y asesores a personajes surgidos del PRI, el PAN, las jerarquías eclesiales, sindicales y principalmente empresariales que explotan, despojan y oprimen a nuestro pueblo y que ahora necesitan de un Estado barato, sin corrupción burocrática que pague la deda y con control sobre los pueblos y las organizaciones que resisten al capitalismo y al patriarcado.

A ellos les responden críticamente las fuerzas sociales y movimientos que se rebelan contra la tradición caudillista, a mantenerse supeditados a partidos políticos y movimientos clientelares que instrumentalizan las luchas.

Sus “motores” son la libertad e igualdad para reactivar la lucha de clases hacia un proyecto anticapitalista, anti patriarcal, anticolonial y antirracista, que exige nuevos sujetos, medios y estrategias para avanzar como pueblos trabajadores, destacando la lucha por construir la paz, la educación, la salud y el bien común de trabajadores y comunidades.

 

En esta constante lucha, de centenares de años contra la desigualdad, el motor del capitalismo nos arrastra a la red que ha creado, la que nos convierte en lacayos.

Como un agujero negro, el capitalismo va acabando con los recursos naturales, absorbe toda la capacidad del trabajador, despojando su bienestar, la seguridad, la creatividad, con objeto de obtener plusvalía, sin embargo está desapareciendo con los recursos naturales y con el ser humano.

 

 

 

Esta inestabilidad, provocada por la voracidad del capital, con la reducción de la fuerza de trabajo por la tecnificación y la manipulación del trabajador por terceros, ha creado inseguridad y una vida precaria en la gran mayoría de la población.

La sobreexplotación, el aumento de la fuerza de trabajo no remunerada, ha traído la reducción de las ganancias para el capital, esto conlleva a que la sociedad entre en una constante contradicción

Reducir el salario es reducir la capacidad de compra de una fracción muy importante de la población. En consecuencia, el mercado se reduce y la realización de plusvalía, su conversión en ganancia, se encoge.

Este deterioro, genera descontento, producto del acoso al trabajador en todo el sentido, y el capitalismo da respuesta a este como sistema que ha creado toda una maquinaria de represión y engaño, muy variada.

La represión se ejerce según el contexto y principalmente la fuerza de los movimientos y luchadores sociales.

La represión, se re-acomoda, generando división, la complicidad del estado, la acción del ejército, de la marina, del narcotráfico y los grupos paramilitares creados para la división de los pueblos.

Es un… proceso de militarización, ahora sin llamarlo «guerra al narcotráfico o al crimen organizado», sino como disputa por el territorio o más bien la «gobernabilidad» de los territorios.

La represión constante y sistemática se mantiene hacia el pueblo que se organiza, el estado culpa, manipulando los medios de información, a la delincuencia organizada, por los asesinatos de luchadores sociales y población inerme para crear miedo a exigir lo que le es propio.

Las comunidades en resistencia, por su autonomía y libre organización, han logrado resistir, enfrentar al sistema.

El capitalismo no cesa de agobiar al pueblo, sumergiéndolo al deterioro social

Como consecuencia, el país ha acumulado 60 millones de pobres extremos y 30 millones de trabajadores «informales» sobre los que se recrudece la explotación, puesto que carecen de prestaciones y seguridad en el empleo.

El aumento del trabajo no pagado y la reducción del salario a los trabajadores, ha ocasionado la migración.

A ello se suma la amenaza de otro riesgo terrible: la lucha intestina de la clase obrera.

Así como el capitalismo ha ocasionado divisiones internas en las comunidades, y en general en los grupos humanos, por la cultura de “estar mejor a costa del otro”, creando una conciencia individualista. El trabajador, por ejemplo, que se ve afectado por el migrante recién llegado a su comunidad enfrenta una lucha por defender la “comodidad” lograda, tratando de eliminar a los hermanos de clase.

Hoy más que nunca es necesario recordar la historia y revisar las consecuencias de la gran crisis de 1929 y sus secuelas de odio: el nazismo, el fascismo, tendencias ultra nacionalistas que borran al enemigo de clase.

El capitalismo ha generado un individualismo extremo, entre muchos trabajadores urbanos y rurales, que siempre ven al otro como un enemigo a eliminar; esta conciencia es generada y reproducida por la educación que imparten los medios, y así se instituye la corrosión de la conciencia.

¡Es preciso reforzar la unidad y la identidad de clase para hacer frente a la corrosión capitalista! ¡Proletarios de todos los países uníos!

 

*Las frases en negritas y cursivas son extraídas del libro de Uriel Aréchiga (1936-2017), nuestro “PP”: Capital Depredador y Rebelión publicado por El Zenzontle y la Casa de los Pueblos, 2019.

Alberto López Limón

 

 

La Guardia Nacional va a pesar de todo. No importan las voces y advertencias en su contra, el gobierno federal, como antaño lo había decretado el gobierno de Felipe Calderón, sueña en que las fuerzas armadas haciendo el papel de policías puedan detener la inseguridad y violencia existente en el país. No importa que el ejército desde hace muchos años esté involucrado en todos aquellos problemas o fenómenos sociales que señalan ser el origen del crimen organizado, tal como la desigualdad, la injusticia, la acumulación autoritaria de poder. Los movimientos sociales, sus reclamaciones, la forma en que se defienden las amplias mayorías de nuestro país, son considerados por los que nos gobiernan como actos desestabilizadores, criminales.

 

Así son cuestionados los derechos sociales y políticos, las formas organizativas (como la huelga o la defensa comunitaria), la libre organización de los trabajadores del campo, sus dirigencias frutos de asambleas populares que decretan amplias movilizaciones y formas de auto defensa popular ante el uso de las diferentes corporaciones policiacas, paramilitares (pistoleros) y militares para garantizar el despojo de los pueblos.

 

Muchas voces del pueblo han señalado que el despliegue de la Guardia Nacional por todo el país, ordenado por el presidente López Obrador, tiene como principal objetivo asegurar la imposición de los megaproyectos y el sometimiento de los pueblos que se resistan. El gobierno por orden del Ejecutivo, sus incondicionales y las Cámaras de Diputados y Senadores, el gobierno representativo de la cuarta transformación, como ningún otro gobierno anterior, ordenó y legalizó un despliegue militar como el que ha empezado a poner en marcha

 

E l n u e v o gobierno adquirió compromisos con el gran capital que no puede eludir, entre ellos el Tren Maya, el Corredor Transístmico y el Plan Integral Morelos. La nueva administración se empeñará en imponer estos “megaproyectos de muerte”, su decisión está muy lejos de construir “desde abajo y a la izquierda”, construir un gobierno para México, donde “primero sean los pobres y luego los ricos”, como sostienen los miembros de MORENA.

 

En los próximos 3 años se desplegaran 110 mil efectivos de la Guardia Nacional. El reportero José Réyez reveló en Contralínea que el despliegue se realizará en 266 coordinaciones en que se dividió al país. De ellas, 216 estarán a cargo de militares de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y 34 de la Secretaría de Marina (Semar). Y 16, de la Policía Federal.

 

No es casual que de las 266 coordinaciones donde se asentará la Guardia Nacional se contempla a las comunidades de los municipios autónomos zapatistas y en las zonas con defensa comunitaria indígena de Guerrero. Dos“entidades”cercarán a las zonas con bases del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y cerrando el golpe con una más en la frontera sur con Centroamérica.

 

 

En la Montaña y la Costa Chica guerrerenses las policías comunitaras estarán rodeadas hasta por 8 “entidades de la coordinacion de la Guadia Nacional. En cambio tal cocentración de fuerzas no se verá en estados como Colima o Tamaulipas que tienen las mayores cifras de delincuencia.

 

A la par, el gobierno federal se ha metido en una encrucijada, amenazando con el recorte presupuestal a un colapso del sistema de salud pública del país, de por sí desmantelado.

 

Su voluntad contra la corrupción choca contra las instituciones creadas a favor de los intereses de los más ricos del país, que se enriquecen no solo con las especulaciones que llevan a aumentar los precios de las medicinas o la atención médica pública, sino en la compra la compra de las propias medicinas (escondiéndolas o vendiéndolas fraudulentamente y sin castigo).

 

El IMSS y el ISSTE anuncian que están a punto de quedarse sin recursos económicos, calculándose que solo se puede pagar la plantilla de trabajadores hasta el mes de octubre. ¿Pretextos para otra reforma neoliberal a la seguridad social?

 

De qué sirve que se nos grite a los cuatro vientos que en este gobierno todos tendrán atención médica cuando los hospitales están en tan malas condiciones que requieren urgentemente recursos para dar el servicio, para tener los equipos y personal necesarios para prevenir y atender enfermedades. Y qué decir de la sobre explotación hacia el personal médico y para médico, además de las áreas de enfermería, o a los médicos residentes que se les quitan o recortan sus becas y trabajos, perjudicando a los más pobres del país.

 

Nada por la fuerza , todo por la ley”, declama el presidente; lo que se ve es que la fuerza (guardia nacional y decretos de recorte) son la ley.