Comenzamos recordando el asesinato, con mucho dolor, de un gran luchador por la justicia social e igualdad, por el beneficio de salud, vivienda, educación para todos, Genaro Vázquez Rojas, quien el 2 de febrero de 1972, fue asesinado en el hospital civil de Morelia, Michoacán, por el ejército mexicano fundador de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR).


Genaro Vázquez luchó por mejorar la vida de los obreros y campesinos sin embargo sus protestas fueron violentadas con matanzas y represión. La crisis que ha vivido el país con la dominación de la oligarquía financiera en las últimas décadas, apoyado por el sistema de partidos de dominación, que mantiene en la ceguera al pueblo, y que se ha abocado ser destructor de la naturaleza, de la vida, ahora intenta un recambio aceptado por el poder capitalista. Este toma como instrumento al partido Morena, utilizando el discurso contra la mafia corrupta que vive del Estado, con el objetivo de conducir la gran desconfianza popular hacia el Estado, a los políticos y en los partidos y dejar intocada la explotación y los despojos de los grandes empresarios locales y transnacionales, en particular los grupos financieros.

Hoy reviven las justas exigencias de campesinos, obreros y del pueblo en general para resolver sus problemas ancestrales e inmediatos, para acabar con la injusticia, el hambre y la miseria crecientes, propiciadas por los grandes ricos capitalistas y el imperialismo, dominante en nuestro país. Los trabajadores de maquilas en Matamoros, segmentos de trabajadores de las industrias energéticas, los maestros de Michoacán, las trabajadoras de salud, los empleados de instituciones de cultura y en universidades (particularmente sus pobresores) son movimientos que insurgen por salarios, democracia sindical, mejores condiciones laborales, fin al tercerismo, pensiones dignas sin afores y muchas más.

El diagnóstico con el que desde el gobierno se quiere apaciguar la voracidad del neoliberalismo, pero manteniendo sus ganancias, es un instrumento de manipulación, solo intenta restarle fuerza a las transas, y aparentar una modernidad que sea beneficio “para todos”.

Pero las y los trabajadores del campo y la ciudad no son lo mismo que los de arriba, sus contradicciones son irreversibles y poco a poco se verán como irreconciliables.

Esta renovación del poder en el Estado tiene el objetivo de mantener un discurso que no dé cabida a la lucha de clases. Quiere llevar -eso sí- a otros modos de gobernar y administrar lo que el sistema capitalista requiere para mantenerse vivo.

Dicho proceso de cambio en las formas de gobernar, maneja como meta mejorar con los programas sociales asistenciales que alivien la precaria situación del pueblo. Sin embargo, esto fomentará la dependencia y un paternalismo que solo beneficiara al poder capitalista, pues un pueblo dependiente, sumiso, solo buscara extender la mano para que le caigan las migajas del poder oligárquico.

Es necesario que el pueblo tome las riendas de su destino, que enfrente su lucha de manera independiente, autogestiva, organizándose desde abajo y en comunidad, creando poder popular, pensando, decidiendo y actuando con autonomía. El pueblo cambia, aprende, el capitalismo no podrá conquistar su esencia de pueblo trabajador que tiene una identidad propia, que crece a través de las generaciones, que es historia y se hace historia y que anhela un futuro por la liberación de todos los pueblos que forman el pueblo mexicano.

Las relaciones sociales de dominación existentes no cambian solo con las elecciones de gobiernos, por cambios de funcionarios, ni por las decisiones de un presidente. Una verdadera transformación en favor de la clase de los oprimidos tendrá que ser obra del pueblo explotado, oprimido y excluido. Solo queda la convicción de que somos pueblo rebelde y en resistencia activa.