Ilka Oliva Corado.

Hace unos meses el escritor y semiólogo italiano Umberto Eco denunció, así tranquilo, con la certeza de quien sabe de qué lado masca la iguana, con una frase aniquiladora que fue un gancho al hígado a millones de fanáticos políticos derechistas, homofóbicos, racistas, clasistas y misóginos: "Las redes sociales le dan derecho de palabra a legiones de imbéciles que antes hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la colectividad".

Se las dibujó clarito como quien explica con manzanas  la alineación del 4-4-2,  como quien habla de monas y trompos, de cincos, tiras, gotitas y chimbombas. Vaya pues, como quien con ver el sol sabe qué hora es. Tan al pedalazo como si hubiera explicado en cantina de pueblo la raíz cuadrada del triángulo de la hipotenusa. Tan chuchita como quien explica el proceso del atol de tres cocimientos o de los tamalitos de viaje. Como quien describiera el oficio  del chuzo,  de la colima y  el azadón en parcela de aldea. Así tan sencillo como quien hablara en jerga futbolera  qué tiene que ver el talón de Aquiles  con la bicicleta. 

En Latinoamérica el coletazo fue como  un fuera de combate instantáneo y cuando volvieron en sí se dedicaron a despotricar, a amenazar.  Es que les dio en la loza.  Típico de quienes no saben discernir, de quienes no crean, de quienes copian y pegan. De quienes se dejan arrear. De quienes dan las estocadas por la espalda. De los usurpadores, de los aprovechados. De estos que se disfrazan de mojigatos, intelectuales y profesionistas.  Vaya pues  de estos fanáticos políticos que con su voto terminan aniquilando a los pueblos. De estos personajes que tienen toda la pinta de analfabetas políticos pero que en realidad son osados en el arte de la  deslealtad y de la estafa.

Estos que alaban a  Hitler,  a Mussolini, a Pinochet, a Franco. A Trujillo. A Ríos Montt. A Porfirio Díaz. Vaya pues, estos que en Guatemala votaron por Otto Pérez Molina y Jimmy Morales. Los que en Honduras aplaudieron el golpe de estado a Manuel Zelaya. Los que mueren de las ganas de que un golpe de estado saque a Dilma de combate como lo hicieron en Paraguay con Lugo.  Los que quieren que Perú tenga un dictadora como Keiko Fujimori.  Los que  llaman yegua a Cristina y cerda a Bachelet. Esos mismos que ven con orgullo el Apartheid que vivió África. Los que ven como negocio fructífero los diamantes de sangre en África. 

Estos catrines raquíticos que en México votaron por Fox,  Calderón y Peña Nieto y que siguen escupiendo la memoria de los que tuvieron los arrestos para llevar acabo la Revolución Mexicana. Pero que brincos dieran de tener el valor de las Adelitas.  Son estos mismos que en Argentina piden que salgan en libertad los  perpetradores de Derechos Humanos y con esto avalar la impunidad. 

Vaya pues, estos que se visten de blanco y que en nombre de la paz arremeten contra el desarrollo de los pueblos. Para un ejemplo la venezolana Lilian Tintori, esposa del detractor Leopoldo López que ahora anda con la bulla  de que el gobierno venezolano la quiere matar. Nosotros defendemos los Derechos Humanos, los que están en contra son ellos. Nosotros somos  reconstrucción, son ellos los que le apuestan a la destrucción.  Son ellos los que votaron a Macri en Argentina. Esos mismos de los que habla Umberto Eco. Son esos mismos los que guardan silencio ante el genocidio Palestino y Sirio. 

Hay que tener mucho cuidado con los fanáticos políticos, porque son manipulables y   se atreven a todo con tal de ganar. Se llevan los Derechos Humanos entre las patas. Se dedican a propagar la mediatización. Son maestros en el arte del mangoneo. Los más aviesos lanzan las cortinas de humo y dejan que las masas las hagan suyas y las crean para luego beneficiarse ellos y repartir el motín entre unos cuántos empresarios oligarcas que tienen ya pactado el contrato con aquellos a los que Hugo Chávez enviara al carajo porque se estaban metiendo con un pueblo digno. 

Estos ejemplares se encuentran en todos los niveles de la sociedad, tienen variedad de profesiones y oficios, diferentes formas y edades. Pero la mayoría pulula en la clase media latinoamericana, en esa burguesía colonial, la mayoría tiene títulos universitarios y más de un par de zapatos. Esa mayoría no come frijoles con tortilla. Esa mayoría es capaz de subastar a su propia madre y a sus propios hijos con tal de alcanzar un hueso que les permita la comodidad de la impunidad. Estos que en Guatemala movieron cielo, mar  y tierra para lanzar por la borda la sentencia por genocidio a Ríos Montt.

 Las masas que siguen negando que hubo genocidio.  Esa muchedumbre que vive a los pies del patriarcado y la violencia de género. Esos que siguen viendo a la mujer como un ser de quinta categoría. Los que no creen en la vena política de las artes, de la cultura, de la identidad. Los que aborrecen la belleza de un río de aguas cristalinas y de una flor silvestre. Los que detestan el canto de los grillos. Esos mismos que le huyen al poder emancipador de la rebeldía.

Esta mayoría, esta masa amorfa es la que pide a gritos que Estados Unidos invada Venezuela y que siga manteniendo el embargo a Cuba. Esta muchedumbre que de pronto se salió del vocablo del bar y se instaló en las redes sociales es de un fanatismo político abrumador, de contestatario no tiene ni las jachas. De digno no tienen ni el parado. De honrado no tiene ni la sombra. De identidad y de Memoria Histórica no tiene las agallas. Son estos los que con su voto se embrocan poniendo en la presidencia de sus países a lacayos, títeres de sus propias pasiones mezquinas y de las  ansias de poder y renombre, que para lograrlo son capaces de aniquilar a sus propios pueblos. 

Son estas masas fanáticas las que echan a perder el futuro de los pueblos en desarrollo. Las que calumnian los gobiernos progresistas.   Son estas las que se venden, las que se subastan, las que traicionan. Esta horda es la que a toda costa intenta agrandar la grieta del subdesarrollo. De la impunidad. Son estos ejemplares los que en las venas llevan el chilate del fanatismo político que mata, que aniquila el progreso de un pueblo.

¿De qué manera no violenta se combate el fanatismo político? Vaya pues, precisamente eso es lo que hacen los gobiernos progresistas. Por esa razón son atacados constantemente. ¿Y usted lector, es chicha o limoná? A ponerse a militar pues que era para ayer.

Noviembre 30 de 2015.

Estados Unidos.

Ilka Oliva Corado.

Abro los ojos y veo el reloj, es la una de la madrugada con dos minutos. Busco la almohada, la encuentro tirada en el suelo. Una de la madrugada del once de noviembre de dos mil quince. ¿Cuántos años de aquel once de noviembre en el que llegué a Estados Unidos? Cierro los ojos, quiero dormir. No quiero pensar, quiero dormir.

No puedo. Me levanto, compongo las sábanas, recojo la almohada y me acuesto de nuevo, quiero dormir. No puedo. Hacía muchos años que no me despertaba el insomnio justo a la una de la madrugada, ¿por qué hoy? Si es un día cualquiera. No,  yo quiero que parezca  un día cualquiera pero no lo es, no para mí. No para la migración que me fue cincelando el temple de forastera.

No puedo dormir. Me levanto y preparo café. Café..., viene el olor del café dorándose lentamente  en el comal de barro de nía Juana, veo su silueta de mujer de pueblo,  del oriente guatemalteco, con su camisa a cuadros arrollada hasta a media manga, con la tuza moviendo los granos de café en un ritual del tiempo de la tapisca, del ayote en rapadura y del atol shuco. En mi Comapa natal. En aquella casita de adobe, en el polletón que se quedó musitando en mi memoria pueblerina. Allá a los lejos tan inalcanzable para mis manos ahora extranjeras. Para el tiempo que es puntual. 

En mi adolescencia tan lejana para mi deambular de mujer. En esta vida que me separa del confín donde descansa tío Lilo.  Tío Lilo, ¿y yo? Dígame, ¿yo cuándo descansaré de mis avernos? ¿Cuándo saltaré al vacío? Abuelo,  ¿cuándo vamos a aporrear el frijol nuevo, a desgranar el máiz? Abuelo,  ¿en qué  mes florece el chacté?  Cuándo florearán las chiliguas y el chipilín. 

Cuénteme del camino real y del frijol camagua.  ¿Y las libélulas cuándo regresarán a enamorar la quebrada? Tío Lilo, cuénteme de la  coraza del conacaste y de la cáscara del encino rojo. ¿Qué fue de aquel corvo cuto que acompañó mi infancia? El que usted me regaló. Lo recuperaré, se lo prometo, lo volveré poesía para  no  volver a perderlo nunca más. Abuelo, ¿por qué es tan frágil la inocencia? ¿Por qué es tan débil la memoria? ¿Por qué es tan insondable el dolor? 

Me asomo a la ventana, afuera  sopla el viento fuerte  y frío del otoño, es november,  es autumn, soy foránea. ¿Qué sería de mi vida sin esta ventana, hacía dónde escaparían mis letras? ¿Por cuál rendija  se fugaría  mi poesía para estar a salvo de mí? ¿Y mis infiernos por qué no escapan? Por qué insisten en preservarme.  En no dejarme sola, en ser mi voz volviéndose eco en la niebla bajo la lluvia. 

En ser la almágana rompiendo el hielo. En volverse ritual.  En darme un nombre y éste andar itinerante, en protegerme con sus garfios y con su resistencia inquebrantable. Qué sería de mi vida sin la oscuridad que fortalece mis más profundos miedos y sin el destello que  los enternece y enamora. Qué sería de mi vida sin mi trastorno. Sin los zarpazos de la existencia migrante.

Viento frío arrastrando las hojas secas que forman alfombras de hojarasca otoñal. El follaje del encanto en la época del frío que logró enamorarme como ningún otro. La broza que trae a mí la remembranza del tiempo de la cosecha y la tapisca. ¿Cuántos inviernos intentando resistir fuera de mi zona de confort? Lejos de las cabritas de mi infancia, de las montañas verde botella, del vuelo de los barriletes, de las calles empolvadas y de las lepas que dan techo y  calor a los hogares de arrabal.  

Cuántos años lejos de los gladiolos y las hortalizas. ¿En dónde están mis padres y mis hermanos? ¿Aquel calor de hogar que nunca existió?  Cuántos temporales intentado sobrevivir con este modo arcaico de ser: recia y esquiva en este país en el que la soledad  desmorona lentamente a toda alma soñadora, que por incondicional se niegue a ser ordinaria y embustera. ¿Cuántos otoños ahogándome en el limbo de la post frontera indocumentada? ¿Cuánto tiempo más resistiré? No creo que mucho. 

Me sirvo una taza de café, busco las quesadillas, los salpores, el marquesote, las semitas, el pan de arroz  y los tazcales pero no encuentro nada, se quedaron en mis nostalgias de pueblerina.  En las que no existía el horno microondas, ni piso alfombrado, ni calefacción de invierno. Ni aspiradoras, ni lavadoras eléctricas. En las que la palabra indocumentada no existía en mi diario vivir. Mi pueblo natal ya no es el mismo, tampoco mi arrabal, yo misma soy otra. Todo cambia. Queda solamente la niebla del tiempo de se va posando lentamente en los cabellos y en la piel  y nos añeja.  

De pronto se aprende a vivir con lo que  hay y aunque es poco es mucho, dependiendo las circunstancias. Y de pronto se vuelve uno ilusionista, recurre a la fantasía para soportar la realidad. Yo me abrazo con todas las fuerzas de mi ser a  la poesía. Un día no darán más  de sí  y me tendré que soltar, fatigada y agradecida para saltar al vacío en busca de mi libertad. 

Mucho he aprendido en mi caminar migrante,  contadas alegrías e instantes de felicidad que se vuelven en mi vida flores de desierto. Retoños que brotan del páramo de mi inexpresión. Mucho le debo a la migración: me dio las letras y con ellas los horizontes para que mis alas los surcaran. Y me volví poesía y me convertí en pequeñas crónicas que se expanden en partículas en el halo de la inmensidad atemporal de mis trastornos. 

Enciendo la ordenadora y comienzo a escribir una crónica más este once de noviembre de 2015. A miles de kilómetros de distancia de mi gran amor, Ciudad Peronia y lejos muy lejos de la casita de adobe donde nací, de aquella mata de clavel rojo y del remedo de hogar que construimos a como pudimos los del clan Oliva Corado. 

Escribir sigue siendo mi mayor resistencia, mi mayor alegría, mi plenitud. Por las letras vivo, a ellas me debo, por ellas soy. Vuelen lejos, muy lejos de mí en los horizontes que jamás podrán alcanzar mis manos. Libres, emancipadas de mis trastornos. Regresen al nido de donde yo salí hace muchos años y cuéntenme qué es de las querencias que tanto añoro. 

No, no es un día cualquiera es un Wednesday hermoso, y es otoño, mi estación favorita. 

Y me espera el colorido ocre y pitayo de mi reserva forestal rentada que está preñada de arces, y las aguas calmas del riachuelo, lindeza con la que me ha enamorado la migración en este norte  que me curó las alas que me cortó Guatemala.  No todo es en blanco y negro. En este norte he parido tres crías que me unen  a él para siempre. Me dio la expresión más vívida que es el aire que respiro. Y conocí el amor universal que nos hermana a todos los seres humanos sin distinción de ningún tipo. Mis raíces están en Guatemala  pero mi corazón se volvió universal. 

Salú por el amor que hermana y consolida los corazones libertarios  de quienes acarician  utopías. Vengamos de donde vengamos y vayamos a donde vayamos la consigna es el amor.  

Noviembre 11 de 2015.

Estados Unidos.

Blog de la autora: Crónicas de una Inquilina 

Ilka Oliva Corado.

Cuando murió Chávez, (murió es un decir porque se hizo inmortal) recuerdo los innumerables comentarios, el capitalismo y los camisas blancas celebraban, decían por doquier aquellos infieles: se vendrá abajo la Revolución, se vendrá abajo ese gusano del socialismo, mientras unos llorábamos otros celebraban en grandes bacanales, para unos la muerte de Chávez significó un dolor inmenso y para otros la alegría de sus vidas, pensaron que atacarían Venezuela por la yugular y que le chuparían toda la sangre a la Revolución Bolivariana.

Sin embargo Venezuela sigue en pie, como lo sigue estando Bolivia, Ecuador, Brasil, Uruguay y Argentina a pesar de los innumerables golpes blandos que lanza Estados Unidos. Por desgracia pocos países si hablamos de los que conforman Latinoamérica. ¿Qué pasó con los otros? ¿Por qué es tan marcada la diferencia en la geopolítica del hemisferio? De Centroamérica Nicaragua es el país más estable. Duele en el alma pensar en el México de las Adelitas y de Pancho Villa. En la República Dominicana de las hermanas Mirabal. En el Puerto Rico de Óscar López. En esa Colombia que tiene a su pueblo en los huesos. Y también cada país tiene corta época de plusvalía que fue pulverizada por los ingratos. No solo la colonización de siglos, los males propios derivados de ésta en las sociedades: racismo, exclusión, sistema de castas, y encima le agregamos la historia sangrienta contemporánea de las dictaduras, invasiones, violaciones a los Derechos Humanos, los genocidios porque tomaron a los pueblos totalmente desarmados.

 

No hablo de balas de fierro, hablo de las carencias que realmente aniquilan a un país: educación, falta de recursos, subdesarrollo, hambruna, pobreza extrema, amnesia colectiva. Por ahí nos han atacado y han logrado vencer en muchas regiones. Porque somos egoístas, cómodos, mediocres, avaros y azadones. Desconocemos la solidaridad y la dignidad.

 

Se desmoronará la Revolución Cubana dijeron cuando mataron a Ernesto Che Guevara, y el efecto fue contrario, el Che vive en el corazón de los hombres y mujeres soñadores que hacen del mundo un atisbo de esperanza. Cuba se acabó, dijeron cuando impusieron el bloqueo, y ahí está que Cuba es un ejemplo en el mundo entero. Nada ni nadie contra la dignidad.

 

Desde los tiempos de Jacobo Árbenz Guatemala no es ni la sombra de aquella Revolución de antaño que hacía soñar a miles de campesinos y obreros. Fue el genocidio, dicen muchos buscando el pretexto perfecto para encubrir la mediocridad de la sociedad guatemalteca. Lo mismo le sucede a México, a los otros países que sucumben en el neoliberalismo impuesto por Estados Unidos con toda la autorización y contubernio de los desleales oligárquicos y las sociedades apáticas y mezquinas. Porque Estados Unidos puede ofrecer millones de dólares y poder pero, quien es honrado no vende su Patria y no pone a su hija de postre para que la devore el amo. Así es que la culpa es más del avaro y del azadón que del mismo comprador de conciencias. Uno defiende la tierra y a su gente con la vida. ¿De qué le sirve la vida a quien perdió la dignidad? Un pueblo sin dignidad es un lastre.

 

Podemos darle una vuelta a la historia de las dictaduras impuestas en el mundo, y en todas encontraremos que Estados Unidos tuvo aleados en los mismos países invadidos, que los genocidios y las traiciones fueron perpetrados desde dentro. Que el chivatazo, que la puñalada por la espalda, que las balas que mataron a los incondicionales fueron disparadas por una mano hermana, vaya pues, una mano regional. Una mano delatora que prefirió el verde del dólar que el de las montañas y la esperanza.

 

Decía Cristina Fernández el día de las votaciones que al terminar su mandato como presidenta regresará a la militancia, lo mismo hizo Mujica, también Lula, me hizo pensar en la cantidad de cobardes que al terminar sus mandatos salen corriendo para Estados Unidos llevándose millonadas. (El caso reciente de Felipe Calderón, ex presidente de México que hasta hueso tiene en Harvard). O los que se quedan porque saben que vivirán impunes porque tienen el sistema político más corrupto del mundo y una sociedad dormida en su mediocridad.

 

Y reparo entonces en la militancia de décadas que tiene Cuba, en la militancia de las redes sociales en internet en países como Venezuela que no se queda ahí y la sacan a las calles para que se haga sentir el poder real del pueblo que defiende esa Revolución. En que esa misma Revolución reverdece en los arrabales que tan marginados han sido por los clasistas. Hace unos días miles de niños cubanos celebraban a Camilo, y eso es Memoria Histórica, sembrar la semilla de la dignidad en la infancia para que vaya creciendo en la adolescencia y tenga raíces profundas en la edad adulta. Eso es militancia en tiempo real. Eso es construir Patria.

 

Eso es un plan de trabajo a largo plazo. Eso es trabajar en un sistema que despierte las conciencias desde temprana edad y las alimente a lo largo de la vida como una educación integral que haga del ser humano una persona consecuente, digna y solidaria. Ante todo honrada. El resultado es que 191 países votaron para que Estados Unidos le quite el bloqueo a Cuba. Cuba venció, Cuba nunca estuvo equivocada. El pueblo cubano respaldó contra viento y marea y sigue en pie. Ese nivel de militancia es la que transforma las sociedades y cambia el rumbo de la historia. Ese nivel de compromiso y entrega. Un día Estados Unidos tendrá que firmar que deroga el decreto contra Venezuela. Un día el mundo se tendrá que levantar y exigir que Israel y Estados Unidos dejen en paz a Siria.

 

Es importante la militancia en tiempos de crisis, de lo contrario no estaríamos enterados de la verdad verdadera de las invasiones que ha realizado Estados Unidos en tantos países del mundo, escudado en guerras que él mismo inventa. El ejemplo de ahora mismo con Siria que solo quienes son honrados denuncian el genocidio que está viviendo este país. El mismo genocidio que está viviendo México y que solo los leales se atreven a denunciar.

 

Es absolutamente necesaria la militancia en tiempos de crisis y de democracia. Por esa razón cada día nacen más medios independientes, por la necesidad de luchar contra la imposición, la mentira, la doble moral de los medios vendidos al sistema. La clase oligárquica y el Imperio no descansan, buscan cualquier grieta para atacar, cualquier duda, cualquier desencanto para embestir. (¿Aló Argentina?) Lo formulan de una forma tan sutil que le hacen creer al que irá al matadero que aquel lugar es un paraíso de verdes praderas.

 

Es muy fácil comprar mentes, distorsionar pensamientos, cambiar actitudes cuando esa persona no tiene una formación integral que incluya como bastiones: la Memoria Histórica, la identidad, que comprenda la razón del patriarcado para ejercer la violencia de género, la homofobia como ente de crímenes de odio, la desigualdad social, la inequidad de género y la imposición de estrategias neoliberales como adiestramiento de una sociedad sin raíz que termina siendo esclava de sus propios males más que de los invasores.

 

La militancia nunca debe dormir en sus laureles, porque sucede lo que pasó con Argentina en las votaciones, que la clase media prefirió traicionar al progreso de su país. Una estocada más, el pueblo de pies descalzos ya está acostumbrado y es el que milita firmemente desde la era de Néstor, esa es la nueva plusvalía desde el proceso democrático, el mismo pueblo que defiende a Maduro en Venezuela. Los mismos que tienen en pie a Cuba.

 

Son salvables, claro que sí. Cada uno de los países que han sido y están siendo saqueados, violentados, esas sociedades que están siendo pulverizadas pueden darle un giro si hacen de la militancia un arma de guerra a través del conocimiento y el compromiso responsable. No lo permitirá el sistema por esa razón hay que hacer valer el enorme aporte de las redes sociales en internet, pero que no se quede ahí, hay que sacarlas a las calles para que las conozca el vecino panadero, el campesino, el estudiante de nocturna, el estudiante universitario. Hay que llevarla a los salones de clase, a las estéticas, a los talleres mecánicos, a las cafeterías, estaciones de tren y autobús. A las fiestas de fin de semana. Llevarlas a todos lados todos los días.

 

Todos podemos militar desde nuestras trincheras, no es más importante un doctor que un campesino, un licenciado que un albañil, todos valemos lo mismo y todos tenemos que luchar para que todos tengamos los mismos derechos y obligaciones. Para que esa tan soñada equidad social llegue finalmente. Para que ningún Imperio invasor nos devore nuevamente.

 

Es necesaria una militancia como la cubana y la bolivariana, como la zapatista, como la de los tiempos de Sandino, como la de Árbenz, a ese tipo de militancia la caracteriza el amor, la lealtad, la entrega e integridad, solo con un tipo de militancia así lograremos una revolución que nos trasforme como sociedad y nos vuelva más humana y amorosa. Que nos devuelva la tierra, la confianza, un sistema equitativo, la tranquilidad y el progreso. Nadie nos la dará, la tenemos que luchar nosotros mismos y sin militancia es imposible. Ninguna chicharra canta sin verano, ninguna libélula existe sin el riachuelo, y ninguna patria es digna querencia sin un pueblo que la defienda. No es fácil pero tampoco es imposible ya otros lo han demostrado, ¿qué estamos esperando?

31 de octubre de 2015.

 

Estados Unidos.

Ilka Oliva Corado.

Después de la tragedia de traslado  que vive el indocumentado en su travesía hacia Estados Unidos le espera el limbo migratorio, en este país que ve como objetos y mano de obra barata a los millones que se van hacinando con los años en las áreas marginales de  este enorme corral que tiene apariencia de la tierra del nunca jamás, pero que en realidad es una mazmorra hedionda a xenofobia.

Ese peregrinar que no acaba: ser expulsados de sus países de origen por gobiernos corruptos, por un sistema colonizado y  desigual que los margina y los avasalla,  y   por una sociedad indolente y egoísta que carece de humanidad y capacidad de reacción.  Así es la vida de los parias que también son   perseguidos y violentados en el país de traslado, de los cuales pocos  sobreviven al genocidio migratorio y les queda el estigma de  sus vidas convertidas en lastres, en profundas heridas incurables. No hay nada material que logre llenar el vacío de lo que se perdió para siempre.
Al otro lado de la frontera, en este chiquero de porquería, no los espera ningún sistema inclusivo, ninguna oportunidad de desarrollo y también son perseguidos por las autoridades migratorias, explotados laboralmente e imperceptibles para la sociedad que tiene la jactancia de proclamarse diversa y enriquecedora de culturas.
El indocumentado no existe en ningún lugar como ser humano. Es un bulto. Es una herramienta de trabajo. Es un volcán de despojos que el sistema quiere lanzar al vertedero más lejano para que queden limpias las calles de tanta miseria y luzcan los rascacielos el poderío anglosajón.  El indocumentado es una hilera de niños cortando hortalizas  de sol a sol en los campos de cultivo, muchedumbres trabajando tres turnos al día en fábricas de chimeneas humeantes en la época del frío. Adolescentes marginados sin oportunidad alguna para soñar. Ancianos sin beneficio de jubilación. Enfermos que mueren en soledad porque el sistema de salud les niega atención médica.
A nosotros los indocumentados no nos ven como seres humanos, los estudiosos nos ven como el párrafo de un  texto, representamos la oportunidad para una ponencia que les abulte los títulos, que les acerque los contactos, que les dé apariencia de intelectuales, de  tener conciencia.  Para los políticos somos un trampolín. Los cineastas y narcotraficantes  nos ven como mercancía segura. Los comerciantes como el nacimiento de oro verde. La familia que se quedó,  como remesas.
El sinsabor  de no tener documentos que permitan la movilidad, la oportunidad de un trabajo con beneficios laborales, que obligan a vivir con el temor constante de una deportación  hacen  del migrante una psicosis que ni los más prestigiosos psicólogos y psiquiatras pueden comprender. Es que para entender al migrante indocumentado hay que ser migrante indocumentado. Solo el que es paria entiende a los parias.
Son silencios, oscuranas, sueños frustrados. Son sensaciones, emociones, sentimientos, son tacto. Son recuerdos, son pesadillas, insomnios. Más allá de esa espalda que trabaja, de esas manos grietadas, de esa boca que intenta mascullar el idioma extranjero por necesidad,  hay un ser humano sensible, que ama, que crea, que aporta. Que son parte de un todo.
Se van obligados porque el país de origen los lanzó fuera de la entraña, en la intemperie se vuelven migrantes, por las circunstancias indocumentados y extranjeros. No tienen un sitio estable, un lugar donde formar un hogar, porque el sistema no se los permite, siempre tienen un pie aquí y el otro allá. No son de allá porque se fueron, no son de aquí porque no existen para el sistema. ¿Qué son entonces los migrantes indocumentados? Son un limbo migratorio. Un caos que explota constantemente como volcán.
Es como verse obligado a caminar todos los días a todas horas sobre una cuerda floja que cuelga  sobre un  abismo. Es paranoia, ansiedad, depresión profunda, frustración, ira. Eso de carácter humano que no ve el sistema ni la sociedad. Que solo nos catalogan como estadísticas y números. Somos recovecos, ríos frescos, arboledas, somos cultura, tradiciones, somos poesía. Una hermosa diversidad rechazada por extranjera.
Y se casan y tienen hijos y se vuelven abuelos en el mismo limbo migratorio. Así hacen sus vidas los parias que se ven obligados a migrar. Entonces a consecuencia  también se aprende a vivir el instante, el ahora, sin hacer planes, totalmente fuera de la zona de confort, porque siempre se vive al filo de la deportación.
¿Por qué se le teme tanto a la deportación? Porque el país de origen no ofrece esa oportunidad de vida integral a los deportados, a los que en ensueños desean regresar, llegan a un lugar de donde salieron obligados y que los vuelve a echar fuera. A un lugar donde no existen más porque se fueron. Llegan a otro limbo y si deciden  quedarse serán extranjeros en su propio país.  Dolor doble para el que vuelve. Una nueva herida.
Es compleja la tragedia migratoria,  para entenderla hay que hacerlo con carácter  humano y no acusador. Los indocumentados somos los parias de los parias, no existimos en ningún lugar. Estamos obligados a intentar florecer en cualquier lugar y a  hacer de la atmósfera nuestro modo de sobrevivencia.

Noviembre 05 de 2015.
Estados Unidos.

Ilka Oliva Corado.
 
Uno se pregunta que si otros países logran levantarse y florecer, qué sucede con Guatemala que cada día se hunde en la miseria y la tragedia. No hay que pensarlo mucho la respuesta está ahí en el reflejo del espejo: somos nosotros. Nosotros como sociedad somos los causantes de su decadencia. Todos y cada uno de nosotros, aquí nadie se salva.
 
Y  un ejemplo claro y reciente es el de la  tragedia de El Cambray. Gracias al oportunismo, a la eterna corrupción, a  nuestra insensibilidad y a la irresponsabilidad de autoridades incompetentes existen lugares como El Cambray que son inevitables y ahí sobreviven miles de familias marginadas. 
 
¿Cuántas familias viven en los vertederos? Sí, hablo de los basureros guatemaltecos, cuántas familias comen y se visten de la basura. Cuántas familias duermen entre basura. Cuántos niños crecen entre toneladas de basura. ¿A cuántas niñas violan y las hacen parir dentro de un basurero? ¿Y nosotros como sociedad? Bien, gracias.  Por qué a ellos somos incapaces de verlos. Tenemos la ineptitud y la desidia de no percibirlos y de ignorarlos. Y por si fuera poco la saña y el clasismo para segregarlos, para castigarlos doblemente con nuestra doble moral. Porque hay algo propio del pueblo guatemalteco y no es la solidaridad, es la doble moral y el alardear. 
 
Si de por sí con un sueldo básico es tan difícil la sobrevivencia,  lo que será para las familias que como toda  oportunidad de desarrollo tienen que pasarse el día entero de sol a sol buscando sustento entre toneladas de basura. Hay que imaginar el hedor, la contaminación, el desaliento  y la frustración de miles de guatemaltecos que nacen, crecen y mueren ahí a la vera de nuestra hipocresía e ingratitud. ¿Cuánto de responsabilidad tiene el gobierno, la impunidad del sistema y nuestra dejadez como sociedad para que Guatemala no florezca? Todos ponemos nuestra cuota para hundirla. 
 
Hemos imaginado cómo están de destrozadas las vértebras de un cargador de bultos, las pupilas de los jornaleros que cortan caña, ¿sus pulmones? ¿Cómo están las venas de las personas que trabajan en maquilas, todo el día de pie? ¿Cómo están las manos de los niños que pican piedra? ¿La garganta de los ayudantes de camioneta? ¿La espalda de  los albañiles? Esa otra Guatemala que fingimos no ver.   ¿Hemos imaginado a una niña, adolescente o mujer siendo violada por 40  hombres al día en un bar que cuenta con los permisos del clérigo, del gobierno y de nuestra doble moral? Imaginemos un solo día en su lugar.  Nosotras que somos mujeres que sabemos lo que es la menstruación, imaginemos a una niña a la que le hacen bajar la sangre que se revuelve con otra sangre cuando la violan. Un niño cuando es sodomizado. Y sucede todos los días a todas horas y lo sabemos, y lo ocultamos y lo dejamos pasar: oramos.  
 
Imaginemos vivir en una colonia sin agua potable y sin electricidad. Sin servicio de drenajes. Pues así viven miles de familias guatemaltecas en las periferias de la capital, ¿y qué es lo que hacemos? Estigmatizarlas, cerrarles las puertas, discriminarlas y mancillarlas con apelativos que muy bien corresponden a nuestra indolencia y falsedad.
 
Imaginemos el dolor del hambre, el frío, el dormir bajo la lluvia. Imaginemos la hambruna crónica. Caminar sin zapatos entre astillas. Esa otra  Guatemala existe, respira, se agobia, llora, es ultrajada frente a nuestro descaro.  El alud no debería llevarse a  los inocentes, debería llevarnos a nosotros por tibios. 
 
¿Nos hemos puesto a pensar por qué hay muchos que tuercen el camino y terminan en cárceles? No, no es por haraganes, es por el escarnio, la falta de oportunidades, la miseria, el hostigamiento; los aislamos. Los obligamos a migrar  y emprenden el peregrinaje hacia la muerte en la frontera. 
 
Guatemala es tan bella en flores de crisantemos, en cogollos de izotes, en flor de chipilín, en ocasos color flor de fuego, en las sonrisas de las crías de aldea,  en el olor a pino fresco y a ocote, en sus multiculturas, Guatemala es un poema; la desgracia somos nosotros que no  la meremos, que la hundimos cada día más.
 
A Guatemala le debemos una Revolución, un cambio de raíz. A Guatemala le debemos respeto, amor, reverencia y entrega. Y no cartelitos de colores, ni bronceadas de fin de semana y mucho menos fotografías de alardeos en redes sociales.  Guatemala necesita que la fe salga de la iglesia y del diezmo y se vuelva río, viento, hoguera:  rebeldía, libertad. 
 
A Guatemala se le tiene que amar con el alma,  con la vena y con lealtad. Para sacar adelante a Guatemala tenemos que encarar nuestros males: el clasismo, la arrogancia, la homofobia, el apocamiento. Pero qué va, "En mi país, qué tristeza/ la pobreza y el rencor. Dice mi padre que ya llegará/desde el fondo del tiempo otro tiempo/ y me dice que el sol brillará/sobre un pueblo que él sueña/labrando su verde solar. En mi país, que tristeza/la pobreza y el rencor."
 
Octubre 07 de 2015.
Estados Unidos. 
Blog de la autora: Crónicas de una Inquilina. 

Ilka Oliva Corado. (con audio musicalizado)

Sosiega avanza la época del frío, trae consigo días de cielos plomizos  y  espesa bruma que arrulla las horas. Nostalgias de otros tiempos, gélidas ausencias, evocaciones añejas embriagadas con  los altibajos del perenne  vaivén. El corazón mohíno del migrante se cobija en la coraza, el desconsuelo de estar lejos abre de nuevo la herida. Qué lastres ingratos evoca en las almas desiertas el frío glacial de la diáspora.

En la época del frío, ensimismadas las miradas perdidas de los migrantes se vuelven hojarasca, vaho,  profundos acantilados, copos de nieve que embellecen el confín.  Soledades en manifiesto, angustia arañando el anhelo de estar en otro suelo, en otro tiempo, arropada de felicidad: gélida es la gran ciudad. 

Urbe contemporánea que congela los corazones. El desaliento  asoma y se posa caprichoso en los pasos lerdos del que avanza obligado; el emigrado sin tierra ni cielo, hundiéndose en la contradicción, viviendo en la frontera sin retorno,  desapareciendo entre la muchedumbre, aislado en su propia reclusión.

En la época del frío, la angustia se vuelve hiel. Abandono. Sollozos. Culpa. Soledad insatisfecha. No hay licor, no hay sobredosis, no hay amantes, no hay calmantes que puedan contra el hastío del desamparo. Contra la desesperanza del desengaño. La razón se desploma abatida, el autocastigo comienza a conspirar, llora la melancolía en la gran ciudad: es la herida incurable del emigrado, el dolor abismal del indocumentado, es la nevisca que asomando está. 

Es el querer cerrar los ojos y no despertar nunca. El correr sin detenerse hasta que se reviente el corazón. Saltar al vacío. Es el deseo absoluto de desaparecer sin dejar rastro. Es la sobredosis que permite extraviarse en túneles oscuros donde no existe luz alguna que llame, que cure, que guíe. Es la bipolaridad vuelta eco de acantilado. El desencanto abofeteando la ilusión.  La ansiedad a quemarropa. El verso de un poema que nadie escribirá. Una pintura abstracta. El trazo de un rostro triste. 

Son las vísperas de  cielos grisáceos, de nevadas espesas, de añoranza, de fatiga, de paranoias. De llorar  y gritar en soledad. Es el vestigio de la época del frío en el corazón abatido de los migrantes indocumentados. Los que solo existen para las remesas y para la explotación laboral. 

Que la agonía nos sea leve.

This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.

Noviembre 04 de 2015.

Estados Unidos.

Blog de la autora: Crónicas de una inquilina  

Ilka Oliva Corado.

Buscar información acerca de las maras, pandillas o delincuencia juvenil puede ser un arma de dos filos, en la  mayoría de textos tratan el tema con una postura clasista que discrimina por su condición social a las mocedades de arrabal, precisamente muy poco de objetividad en estos estudios que buscan sancionar con apelativos como "clicas criminales." Pero realmente dónde, cómo y porqué se origina este fenómeno en Centroamérica.