Entrevista al historiador Enzo Traverso x Martin Mosquera y Nicolás Allen.
Asistimos a estallidos sociales de una escala con pocos precedentes: Chile, Ecuador, Puerto Rico, Francia, Argelia, Hong Kong y otros países. Sin embargo hay un gran desfase entre estas explosiones sociales y los elementos de recomposición política. ¿Cómo ve la relación entre las nuevas movilizaciones y la situación de crisis de alternativa que describe en su libro Melancolía de izquierda?.

Estos movimientos me reconfortan y pienso que son las premisas para hacer el trabajo de duelo del cual hablo en el libro. Es un trabajo de elaboración de la memoria de las derrotas de las revoluciones del siglo XX; es un duelo que, para ser fructífero, debe ser hecho por los movimientos sociales. Y tienen que hacerlo en el marco de su acción. De otra manera, no se diferencia del duelo que hace mi generación: un duelo individual. Esa no sería una reelaboración capaz de conectarse con la búsqueda de nuevas utopías y nuevas formas políticas. Sería una melancolía perfectamente estéril, cuya premisa sería la constatación de una derrota final. Para que este duelo sea fructífero hay que arraigarlo en las luchas del presente.
Yo espero que estos nuevos movimientos sociales tengan la capacidad de hacerlo, porque no creo en la posibilidad de construir una nueva 1zquierda ra el siglo XXI sin la memoria del pasado ' y sus derrotas. Esas derrotas fueron tan pesadas que existe la tentación de suprimirlas, en el sentido psicoanalítico de “hacer como sino hubieran existido”. ES Puede que en las nuevas generaciones no pese esa memoria, porque no les fue transmitida esa cultura. Pero rápidamente se enfrentarán a muchos == problemas: el conocimiento del pasado me parece necesario. No me refiero al discurso clásico que consiste en decir historia magistra vitae: “yo conozco la historia y entonces yo estoy preparado para enfrentar el futuro”. Es un discurso muy ingenuo y falso. No es suficiente conocer el pasado para no repetir sus errores. Pero la ¡enorancia tampoco es la solución. El problema es cómo elaborar el pasado, que no es lo mismo que conocerlo.
Actualmente usted escribe una historia intelectual sobre el concepto de revolución. A modo de conclusión, ¿puede comentar algo acerca de qué lo llevó a escribir sobre este concepto crucial de la tradición de izquierda?.
Es una tentativa de interpretación y comprensión del siglo XX. He escrito libros sobre la guerra civil europea, la violencia nazi, la memoria del Holocausto, el exilio y el totalitarismo. Y después pasé a trabajar sobre el otro pilar del siglo XX: las revoluciones. El siglo XX no fue solamente un siglo de guerra y de genocidios, sino también de revoluciones. Entonces para comprender el siglo XX hay que encajar los eventos. Es un ensayo que intenta contribuir a la comprensión de lo que fueron las revoluciones. Y eso solo es posible porque tenemos la consciencia de que un ciclo se acabó.
Mi idea es que habrá revoluciones en el siglo XXI. De hecho, ya hubo: las revoluciones árabes, como una ola de revoluciones permanentes, que sugieren que será un ciclo de revoluciones. Los movimientos sociales de estos últimos meses indican que la revolución es una opción posible para el mundo en el cual vivimos, pero esas revoluciones serán profundamente diferentes de las revoluciones del siglo XIX y XX. Serán diferentes de las revoluciones clásicas, que van desde la revolución francesa y el ciclo de las revoluciones atlánticas (Norteamérica, Francia, Haiti) hasta la Revolución Sandinista en 1979, que fue la última revolución en el sentido clásico de la palabra. Ese ciclo se acabó, y las revoluciones nuevas, del siglo XXL serán diferentes. Un nuevo modelo de revolución —una búsqueda de nuevas formas de vida, de participación y deliberación colectiva, de organización, de debate, de autogestión— surgirá de los movimientos mismos y no será introducido desde el exterior. Pero creo que para construir este nuevo modelo de revolución es indispensable elaborar las experiencias del pasado.
Fragmento de la entrevista en jacobinlat.com.