Raúl Contreras

 

El Informe “Para sanar la pandemia de la Impunidad” de Amnistía Internacional denuncia que por lo menos perpetraron 35 asesinatos y 883 heridos durante el Golpe de Estado que siguió a las elecciones presidenciales del 20 de octubre de 2019 en Bolivia.

«Meter bala sería lo correcto» para acabar con las movilizaciones, dijo Arturo Murillo Ministro de Gobierno de Bolivia, el 10 de agosto, al referirse a las protestas que han sacudido el país por estos días.El Gobierno de Evo representaba unos intereses contrarios a los de Estados Unidos, las multinacionales y las clases oligárquicas de Bolivia; por eso lo derrocaron en noviembre pasado, mediante un Golpe en el que las Fuerzas Militares subordinadas a Estados Unidos, actuaron a favor de los grandes potentados y contra el pueblo.

 

La garra imperial de EEUU

 

El Congresista Richard Black del Partido Republicano de EEUU, en diciembre de 2019 reconoció que Trump promovió el Golpe para apoderarse de las reservas de litio de Bolivia: “hubo preocupación de nuestra parte de que los chinos podrían comenzar a ejercer influencia dentro de Bolivia. Y que podría haber hecho más difícil que Estados Unidos obtenga litio para las baterías que estamos usando en automóviles”.

El pasado 24 de julio, Elon Musk el dueño de la multinacional Telsa -la mayor fabricante de autos eléctricos del mundo-, se jactó de haber promovido el Golpe contra Evo para adueñarse del litio indispensable para las baterías para estos carros. En Twitter escribió “nosotros vamos a realizar golpes donde querramos”.

Se repiten los golpes de EEUU, como el de Chile en 1973 contra Salvador Allende, en Honduras contra Manuel Zelaya en 2009, en Guatemala contra Jacobo Arbenz en 1954, en Brasil contra Joao Goulart en 1964, entre otros. Las clases dominantes y EEUU, violentan los marcos democráticos y utilizan las Fuerza Armadas lacayas para derrocar Gobiernos con posiciones anti imperialistas y progresistas.

 

El Paro General de agosto

 

La Central Obrera Boliviana (COB) y el Pacto de Unidad que agrupa a la mayoría de las organizaciones sociales, campesinas e indígenas, iniciaron el 3 de agosto un Paro General que incluyó la parálisis de las carreteras, tomadas por miles de manifestantes en el país con 150 puntos de bloqueos, exicluyendo a las ambulancias, los enfermos, el oxígeno y todo lo relacionado con la atención a la pandemia del Covid-19.

Las protestas y las movilizaciones se desataron por la pésima gestión del Gobierno golpista y por el cuarto aplazamiento de las elecciones presidenciales, con lo que prolongan el Gobierno de facto. Los pronósticos de las encuestas electorales dan como seguro ganador al candidato del Movimiento al Socialismo (MAS) Luis Arce, a pesar de la aguda represión desatada frente a las distintas fuerzas populares. Esa es la razón principal para los sucesivos aplazamientos con el pretexto de la pandemia, frente a la cual el Gobierno de facto ha respondido de manera desastrosa, con el colapso del sistema de salud, la desatención hospitalaria y las imágenes de cuerpos tirados en las calles.

 

Vendrán nuevas batallas

 

La movilización se radicalizó en sus demandas. Además de exigir un Decreto Ley y una fecha fija para las elecciones, también reclamaron la renuncia de la Presidenta de facto; han conseguido la promesa de lo inmodificable de la nueva fecha para las elecciones, el 18 de octubre.

Hah logrado demostración de fuerza y la presencia de las principales organizaciones sociales y fuerzas del campo popular. Vendrán nuevas batallas, nada está resuelto. En Bolivia, como en Venezuela, se da un pulso de trascendencia continental que incidirá en el futuro inmediato de la región.