Por Víctor de Currea-Lugo

 

El asesinato de Dilan no fue un acto aislado sino la sumatoria de unas órdenes, de una forma de operar, de un armamento y de una munición de dotación, y de un entrenamiento. Dilan se convirtió en un símbolo del orden nacional. La serie de excusas dadas por el Gobierno recuerdan la lógica perversa para explicar la muerte de Dimas Torres y de Flower Trompeta, asesinados por las Fuerzas Armadas.

En las calles, luego de la agresión a Dilan, el desmonte del Escuadrón Móvil Antidisturbios de la policía colombiana (el Esmad) se volvió una reivindicación constante y uno de los mayores reclamos de las manifestaciones a lo largo y ancho del país.

A pesar de lo que expresan las marchas, la cero autocrítica por parte de las autoridades de policía y del Gobierno, envió un mensaje de absoluta complacencia con la forma en que se produjo el crimen. Días después de la muerte de Dilan, se registraron varias manifestaciones sin presencia del Esmad y cuyo desarrollo fue absolutamente pacífico. Pero en varias en las que, finalmente, hizo presencia ese cuerpo policial terminaron en violencia.

Los que hemos asistido a las marchas hemos sido testigos de la connivencia entre alguno de los encapuchados y la policía. Así mismo hemos visto el nivel de provocación de la policía frente a marchas pacíficas. Ya lo hacen con la tranquilidad de saber que, si hay otro Dilan, contarán con el apoyo de las autoridades.

Con esa lógica, el 10 de diciembre en la noche, en Bogotá (día de los derechos humanos), fue detenida una estudiante por parte del Esmad e introducida en un carro particular, sin que le leyeran los derechos, ni se le explicara la causa de su detención. Gracias a una pareja de valientes conductores, que siguieron el carro, lograron finalmente que la muchacha fuera liberada. El vídeo, que ya rueda en las redes sociales, recuerda las escenas vividas en las dictaduras del Cono Sur contra los estudiantes.

Así como la actuación contra Dilan no fue hecho aislado, este secuestro en el que participaron varios uniformados y personas de civil con un carro particular, no es tampoco la ocurrencia espontánea de algunas manzanas podridas. Es el reflejo de una política de Estado. Sería bueno que las personas que todavía dudan de la necesidad del desmonte del Esmad se pronunciarán sobre una realidad palpable cómo esta.

Sin duda en Colombia hay héroes: las personas que siguieron el carro del secuestro y que lograron la liberación de la muchacha. Sin las redes sociales y sin la solidaridad ciudadana es posible que estuviéramos ante una desaparición forzada, figura prohibida en la Constitución Política de Colombia (lo que ya de por sí es una vergüenza).

Ya no puede ser más personal la agresión del Esmad, esta vez a una mujer joven, que representa precisamente a las personas que mayoritariamente protestan hoy en Colombia. Por eso, urge que el ministro de Defensa comparezca ante el Congreso para rendir cuentas.

Lo que hay detrás de todo esto sigue siendo la doctrina militar; la misma doctrina que permitió el bombardeo de niños en Caquetá, la misma doctrina que ha justificado la teoría del enemigo interno contra los líderes sociales y la lógica perversa de ver terrorismo detrás de cada protesta ciudadana. Esa acción viola incluso los acuerdos de La Habana, pues en su punto 2.2.2. se firmó dar unas “garantías para la movilización y la protesta pacífica”.

Ante semejante secuestro en cámara, que no me contesten diciendo que los policías también tienen familia porque eso, más que absolverlos, los condena. Como dicen muchos memes: se metieron con la generación equivocada, no sólo porque tengan cámaras desde sus celulares y se arriesgan persiguiendo a los secuestradores, sino sobre todo porque es una generación que ha perdido el miedo.