No podemos entender ni construir la transformación de la escuela pública aisladamente de un proceso mayor, la transformación de la sociedad. Porque asumimos que aquello que queremos transformar de la escuela (ser selectiva, excluyente, competitiva, autoritaria, burocrática y legitimadora de la ideología dominante) son atribuciones propias de un sistema social que la escuela tiende a reproducir hegemónicamente. Concretamente, si hoy en día en la escuela no existen los espacios de comunicación y debate, si el docente aparece como un ejecutor de programas diseñados fuera del aula, si los formalismos tapan la labor pedagógica, si la verticalidad y rigidez no permite el desarrollo de propuestas nuevas, no es porque la escuela sea “mala” sino porque traduce una intencionalidad hegemónica social, y política.

Así como entendemos que no puede transformarse la escuela sin pensar en un cambio estructural, también entendemos que para construir ese cambio es necesario transformar la escuela. Y si bien el sistema educativo en su conjunto no puede dejar de estar al servicio de las clases dominantes en el marco del capitalismo, las escuelas pueden propiciar un espacio de construcción de la resistencia. Aunque reconocemos la intencionalidad hegemónica, también reconocemos y somos parte de las múltiples experiencias y procesos que introducen el carácter complejo, las fisuras, las tensiones internas, y que piensan y llevan a la práctica la difícil disputa por los sentidos ideológicos, por los contenidos, por los espacios institucionales, por las lógicas de construcción de conocimiento. Por eso el conjunto docente, al intervenir activamente en la construcción de la subjetividad de los alumnos, debe entender el rol político de su trabajo en esta disputa: la de la construcción de conocimientos, perspectivas, prácticas, que aporten a la configuración de otra realidad.

A su vez, para que la escuela pueda constituir un espacio de resistencia es necesario que la discusión sobre los sentidos ideológicos que circulan se erijan sobre la base de una educación popular, democrática, participativa y territorializada; sobre una educación de y para todos. Es por eso que la escuela debe nutrirse de su contexto social, de las distintas propuestas pedagógicas de organizaciones del campo popular. Bajo esta idea, defendemos los espacios alternativos que sean críticos pero que no atenten contra lo publico y que aporten a la construcción de nuevos sentidos ideológicos orientadores de las propuestas educativas.

 

*Fragmento del ensayo en que el grupo Siembra,

Argentina, hizo sobre el video La Educación Prohibida.