Mientras haya miseria no hay democracia.

 

 

Macri y su gobierno llegaron mal y aturdidos a las PASO (elecciones primarias). Propios y ajenos sabían de las pocas chances que tenían de ser reelectos. El gran rechazo que recibieron es el reflejo de una bronca contenida en el pueblo trabajador acumulada en estos últimos años en dónde las burocracias sindicales y políticas surfearon los conflictos y pisotearon el enojo a costa del empobrecimiento general. El pueblo tuvo en las elecciones primarias la oportunidad de hacer un voto defensivo y plantear un ¡basta, andate! Tras saberse el destino definitivo de la alianza Cambiemos, dos palabras se apoderaron del escenario político: gobernabilidad y transición. Un llamado a la racionalidad y a la paz social pero ¿a qué costo? ¿Y quién paga la cuenta?

 

Como militantes socialistas y libertarixs entendemos que la resistencia más efectiva y las condiciones para las conquistas de derechos se logran en la calle, con organización, democracia directa y apoyo mutuo. El verdadero freno a este modelo de saqueo se fue construyendo activamente y desde abajo. Esta construcción fue más allá de la apuesta consiente del kirchnerismo, el peronismo y sus organizaciones tributarias a una salida ordenada y a la construcción -de espaldas a la participación real de las masas- de una nueva hegemonía política que concilie intereses en medio de una nueva crisis social. Recuperar la senda de organización desde abajo se hace urgente y necesario, en el marco de un nuevo ciclo político que se va configurando.

 

La derrota de Macri se gestó en estos años a fuerza de movilizaciones callejeras en contra del ajuste, los despidos, en contra de la impunidad, en la resistencia en los lugares de trabajo, estudio, desde los barrios más pobres, y en las asambleas feministas. Desbordando -o desobedeciendo- a las burocracias sindicales y políticas y acudiendo a los métodos de la acción directa, la autoorganización y las asambleas pudimos sortear la enorme barrera que tenemos delante: demostrarnos a nosotrxs mismxs nuestro poder, nuestra capacidad.

 

La perseverancia de las izquierdas y la unidad de acción en la calle fueron una gran base desde donde agitar al pueblo trabajador: tremendas movilizaciones en contra del 2x1 y los fallos a favor de los genocidas, la búsqueda y el reclamo de justicia por Santiago Maldonado y el fuera Bullrich a garganta pelada, las protestas en contra del recorte en educación y salud, y las multitudinarias movilizaciones en contra de la violencia patriarcal y por el derecho al aborto marcaron el rumbo, y mantuvieron las calles encendidas. Sin embargo, al seguir aún sin una clara dirección política de ruptura con el orden social, sigue pendiente el hacer estratégico que nos permita dar saltos cualitativos como clase en los momentos de rearme defensivo que están en curso.

 

El plan se puso en marcha

 

El plan desde el 2015 iba dirigido a profundizar las condiciones de ganancia del Capital. Como consecuencia, el gobierno necesitaba hacer efectiva la Reforma Laboral, Previsional e Impositiva y debía generar condiciones de un Estado de guerra contra quienes iban a resistirse, de confrontación directa, judicializaciones, adoctrinamiento y persecuciones a militantes.

 

Las expectativas que Macri sostenía para seguir en la gestión del Estado eran: pisar el dólar para contener la inflación y mostrar señales positivas mientras los datos económicos se desmoronaban. Pensaba avanzar con la agenda represiva, “Que vuelva el servicio militar obligatorio” era la consigna que intentaba impregnarse en lo social con el Servicio Cívico Voluntario en Valores, para lxs jóvenes. La fracción más conservadora y fascista de las patronales fue avanzando en términos culturales para convencer a lxs trabajadorxs que la salida es estatal y con más ajuste y represión. Siguió naturalizándose el papel de Gendarmería en tareas de seguridad interior e inteligencia interviniendo en los conflictos sociales, de la mano con la sanción de la ley antiterrorista durante el kirchnerismo. En las semanas previas a las PASO se decretó la creación de una lista de organizaciones y personas consideradas terroristas desde el Ministerio de Seguridad. Una herramienta más que intenta allanar el camino para judicializar, encarcelar y perseguir a quien se oponga a este Estado de miseria e injusticia.

 

Las batallas de diciembre del 2017 en contra de la Reforma Previsional, defendiendo la calidad de vida en la vejez a piedrazos, fueron la clara señal de que los planes del gobierno tenían pocas chances de triunfar. La devaluación de abril del 2018 y el acuerdo con el FMI marcaron el ocaso de sus intenciones. La apuesta definitiva del kirchenrismo por la salida electoral, construyendo la unidad con el peronismo de los gobernadores e intendentes, la burocracia sindical, la Iglesia Católica y sectores del evangelismo, a la cual se sumaban “las fuerzas progresistas”, solo prolongó las penurias del pueblo trabajador, mientras colaboraba con asegurase una transición “ordenada”. El Frente de todxs hoy sigue en el programa las coordenadas del FMI. Romper no está en los planes. Y pagar los compromisos asumidos de una deuda inmoral a costa de mayor pauperización de la mayoría se hizo parte de las promesas de campaña.

 

La gran diferencia en los resultados de las elecciones primarias abrió un escenario inesperado. Profundizó la crisis de lxs de abajo y aceleró, sin tensiones, las negociaciones de transición de los de arriba.

 

¿Quién puede esperar a Octubre?

 

El lunes luego de las primarias amanecimos siendo 30% más pobres. Nuestros salarios se pulverizan al ritmo de un gobierno que pierde legitimidad en el medio de una crisis muy profunda. El ataque del capital más concentrado contra el conjunto de trabajadorxs no se hizo esperar. Tampoco lo hicieron los paños fríos del poder dominante, incitando a la desmovilización y a ser moderadxs.

 

Alberto Fernández es presentado como un “estadista” a ser moldeado y rodeado del consenso que garantice que el peso de la crisis salga de nuestros bolsillos. Mientras, se llama a esperar a octubre “respetando los tiempos de la democracia”. ¿Cuánto más tienen que aumentar la pobreza y la indigencia para que dejemos de esperar? ¿Cuántos puestos de trabajo más se tienen que perder? ¿Cuánto peso más tiene que recaer de esta crisis sobre las cuerpas de mujeres y disidencias? ¿Cuántxs niñxs más tienen que pasar a la desnutrición o sub-alimentarse? La pelea por un aumento del salario que recupere lo perdido y el mínimo esté por encima de la canasta básica se convierte en una batalla clave y urgente.

 

Cuando se agudiza el embate del Capital patriarcal, es importante que recuperemos la iniciativa como pueblo trabajador, tomando las calles para presionar y poner en la agenda nuestras prioridades, que son diametralmente opuestas a las de quienes hoy pactan la gobernabilidad por arriba. Es necesario recuperar el protagonismo popular con la mayor unidad y con los métodos propios de nuestra clase, la acción y la democracia directa junto al apoyo mutuo, como medios efectivos para recuperar la confianza en nuestra historia, e ir mejorando las condiciones para el combate contra el capitalismo patriarcal. Es tiempo de seguir construyendo la mayor unidad de la clase, reforzando la cooperación con los sectores más precarizadxs como el movimiento piquetero, que ya ha reaccionado y plantó bandera en contra del pago de la deuda. Hay que reforzar la solidaridad y la coordinación entre quienes resisten despidos, suspensiones y toman fábricas que cierran; y quienes pelean y se organizan contra la violencia patriarcal que se agudiza con el ajuste.

 

 

Hijxs del pueblo: los poderosos tiemblan si los hacemos temblar.

 

 

ACCIÓN SOCIALISTA LIBERTARIA