Antonio C. Cabral

Los capítulos dolorosos de la historia de Estados Unidos se repiten causando un enorme sufrimiento humano, pero también desencadenan levantamientos que a menudo fueron ignorados o cooptados por la clase política que históricamente ha servido a los intereses de las oligarquías millonarias. Un nuevo levantamiento masivo en todo el país sobre lo que desenmascaró el mortal virus COVID-19 virus y los abusos policiacos puede preparar el terreno para un cambio cualitativo y permanente del futuro socioeconómico y político de este país.

El sufrimiento humano causado por la pandemia del virus desenmascaró el mito de que Estados Unidos tiene un sistema democrático que nos trata a todos por igual y con justicia para todos. Expuso el racismo y el desdén arraigados e institucionalizados que las personas de color y las comunidades empobrecidas han vivido mientras trabajan duro y producen riqueza para corporaciones codiciosas y otros explotadores. El asesinato a sangre fría del Sr. George Floyd fue el detonante que lanzó a millones de personas a las calles como nunca antes. Su ira no se trataba simplemente del asesinato.

La historia de los Estados Unidos y la historia de San Antonio en particular nos enseñan que la violencia policial se remonta a décadas atrás. Sólo un ejemplo: En la Noche de Navidad de diciembre de 1980, Héctor Santoscoy fue a ver si el Fred’s Fish Restaurant en la calle Zarzamora en San Antonio estaba abierto cuando el policía James Cammack llegó en su patrulla, Santoscoy era un inmigrante indocumentado y por eso huyó con Cammack ersiguiéndolo. Cammack acorraló a Santoscoy escondido bajo una casa que estaba situada a unas 24 pulgadas del suelo sobre postes de cedro, algo común en los barrios de Texas. Cammack se agachó y le disparó asesinándolo. Cammack alegó que Santoscoy tenía un ladrillo en la mano mientras estaba acostado debajo de la casa e iba a arrojarlo a Cammack. El médico forense dictaminó que los brazos de Santoscoy estaban a su lado cuando le dispararon.

Cammack nunca fue castigado a pesar que ya había sido sospechoso en la muerte en 1968 de Bobby Phillips, un hombre negro que vivía en un barrio en East Side San Antonio. Por ello, los mexicanos/chicanos sabemos sobre la violencia policial institucionalizada.

Recordamos a las víctimas:como Jesús Bazán, Antonio Longoria, Gregorio Cortez, Ricardo Falcón, Luis Martínez, Neva Arlene Romero, Richard Morales, Joe Campos Torres y muchos otros que fueron asesinados por policías, o por los infames Texas Rangers y por alguaciles. La diferencia entre las protestas anteriores y las movilizaciones de hoy es que ahora toda persona trabajadora en Texas y en todo Estados Unidos sabe que la clase política y los gobiernos a todos los niveles no han protegido los intereses sociales y económicos de las familias trabajadoras. Se necesitó la mortífera pandemia COVID-19 para quitar la máscara de la hipocresía y exponer el desdén, las mentiras y la manipulación. Millones de personas se infectaron y se perdieron miles de puestos de trabajo obligando a las familias a unirse a largas filas para recibir una caja de alimentos. Con la inoportuna apertura de negocios y empleos los trabajadores se ven obligados a correr el riesgo de infectarse si regresan a sus empleos o perder sus prestaciones de desempleo, mientras que se utilizaron miles de millones de fondos de los contribuyentes para el alivio económico de las corporaciones y negocios millonarios.

Durante la pandemia que convirtió al país en el más infectado y con más muertes, George Floyd fue asesinado por policías en Minneapolis y en pleno día. Su tortura antes de morir duró 8 minutos. La ira y la desesperación y la humillación que la clase obrera de los Estados Unidos siente profundamente lo que ha vivido durante la pandemia y los asesinatos por policías no se curarán emitiendo discursos y promesas falsas. Tampoco el nombrar parques, escuelas o calles en honor de humanos negros o latinos o indígenas asesinados por policías. Nada de eso aliviará las preocupaciones que las familias trabajadoras.

Las demandas incluyen la igualdad de justicia social y económica, un salario digno para todos en lugar de que los contribuyentes tengan que subsidiar a los explotadores cuyos trabajadores tienen que utilizar programas públicos sólo para sobrevivir, incluyen igualdad salarial para las mujeres en los lugares de trabajo, mejores escuelas y educación de calidad, respeto y justicia para las comunidades LGBTQ y atención médica gratuita para todos. Los medios han ignorado esas demandas principalmente la del fin a las guerras de conquista estadounidenses en el Medio Oriente, África y América Latina que han costado miles de vidas civiles y $6.4 billones a contribuyentes en EEUU según el Instituto Watson de la Universidad Brown.

Los jóvenes que marchan en los Estados Unidos merecen el apoyo y el aprecio de toda persona de conciencia que quiere una vida mejor para sí mismos y para las generaciones futuras. (Extracto)