Oscar Ochoa

El corrimiento ideológico a la derecha que se percibe en todos los ámbitos de la vida contemporánea, y en todos los rincones de este planeta invita a reflexionar sobre las formas en que se presenta para poder erradicar este fascismo corriente que en tan breve tiempo ha resultado tan nocivo para el mundo entero.

Un primer elemento de reflexión es la aparente neutralidad del discurso totalitario, que se hace presente en la lucha de clases. Jean- Pierre Faye señala esta capacidad adaptativa de los lenguajes totalitarios (1974) para oscilar entre los muchos sentidos que puedan generar, con un alto grado de moderación y por esto su aceptabilidad en gran parte de la población; por ello cuando la derecha habla de democracia puede referirse sólo al aspecto representativo de una elección, pero no a la distribución equitativa de la riqueza en un sistema que explota hasta el tuétano a los trabajadores, por lo que este un factor discursivo resulta importante pero no el único.

Otro elemento, muy relacionado con el anterior es el uso parcial o la eliminación total de la historia, que presenta a los sujetos de esta lucha de clases como héroes a unos y villanos a otros. Este uso maniqueo de la historia queda demostrado con lo sucedido tras las recientes declaraciones del ex titular de la Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, Pedro Salmerón, quien en el marco de la conmemoración de la muerte del empresario regiomontano Eugenio Garza Sada dijo que los guerrilleros que lo secuestraron eran “jóvenes valientes”, desatándose en su contra una andanada de comentarios y reproches desde varios espacios del poder que lo obligaron a dimitir.

Tomando como referencia los dos elementos antes mencionados pueden analizarse discursos como los del columnista de derecha Raymundo Riva Palacio que se expresó de Garza Sada como “un empresario ejemplar que le dio fuerza moral y dirección a los industriales en Monterrey” ubicándose él mismo desde un supuesto lugar neutro para expresar que “en la política todo está vinculado, hasta lo que no está. Soslayarlo puede reabrir las heridas y dividir.” Este tono conciliador, tanto en el discurso gubernamental como en el de extrema derecha, coincide en que todo aquello que atenta contra la industrialización es reaccionario y los empresarios son vistos como paladines del progreso, ocultando las inmensas riquezas que amasan a base de la explotación de sus trabajadores.

El manejo parcial de la historia de este columnista silencia el pasado del empresario que durante la década de los 30 del siglo pasado se distinguió por su activismo anti-obrero, llegando al asesinato de quienes pelearon por sus derechos, llegando a vincularse con el grupo paramilitar fascista “los camisas doradas”, representando un adalid para los empresarios, y por eso el operativo implementado para su secuestro.

En el contexto de su secuestro, la guerrilla reconocía el valor político y económico del personaje, pero como uno de los exguerrilleros expresó “más que valientes éramos conscientes” y por ello el valor histórico para el pueblo, porque recupera el sentido de la lucha que entonces se vivía y ahora se tiene en el olvido. Recuperar esta memoria histórica implica descubrir uno de los aspectos más sutiles pero efectivos de la lucha política: la ideológica.