El fascismo entendido como un régimen totalitario y nacionalista puede adoptar múltiples caras, llegando a negar su propia naturaleza frente a los subordinados que gobierna. Sin embargo, la relación capital-fascismo evidencia en las acciones de gobierno su orientación totalitaria, que en el discurso niega una y otra vez. De esta manera, el fascismo corporativo instrumenta políticas sutiles que en el discurso son progresistas pero que en los hechos eliminan de manera simbólica y física a los opositores. El aparente progreso nacional representa, como siempre, el despojo territorial y empobrecimiento de los pueblos y comunidades que sufren los estragos de estos proyectos nacionales.

 

Desde la votación unánime, por parte de todos los partidos políticos representados en el Congreso de la Unión para le entrada en vigor de la Guardia Nacional nos aproximamos a un cierre de la vía política para la transformación verdadera del régimen económico, social y político del país. Los costos de la militarización de la vida pública ya las vivimos con el régimen de Calderón y Peña Nieto; así que nos debemos preparar para la restricción de las libertades civiles, para la represión aún mayor de los movimientos sociales y políticos que se oponen al avance del neoliberalismo con otro nombre, para la represión de los movimientos sociales y políticos que se empeñan en una transformación radical del sistema, y parar la injerencia de los grupos ultraconservadores como la cúpula evangélica y las facciones ultranacionalistas que emergerán de este caldo de cultivo. Militarización y paramilitarización nacional serán la constante de la vida nacional, ya lo estamos viviendo con el asesinato y asedio que sufren los líderes sociales que se oponen a los megaproyectos que impulsan las empresas trasnacionales y nacionales usando gobiernos y grupos de choque.

 

¿En qué se diferencia este tipo de fascismo del tradicional? En la disolución de un solo jefe. Aun cuando la cabeza del ejecutivo se centra en un alebrije (peje-lagarto-ganso) liberal, lo cierto es que sus presentaciones matutinas diarias se esfuerzan por mostrar una imagen de equipo, un trabajo conjunto. En este sentido el fascismo corporativo (al servicio de las grandes corporaciones y por lo mismo sin rostros públicos) se diferencia de las otras expresiones fascistas contemporáneas como Bolsonaro en Brasil o Trump en Estados Unidos, con todas las diferencias que les caracterizan.

 

¿Cómo salir de la vuelta de tuerca neoliberal con discurso progresista que representa la 4T? La respuesta la tienen los pueblos y comunidades en resistencia: organizados. Frente a la incursión del paramilitarismo disfrazado de narco, los pueblos crean mecanismos de autodefensa como las policías o guardias comunitarias; ante la omisión del Estado en condiciones laborales precarias y la voracidad de las grandes empresas, los trabajadores levantan su voz y comienzan a organizar huelgas como en la zona de Matamoros; frente a las consultas amañadas que buscan legitimar el avance de los megaproyectos como el Tren Maya, el Corredor Trans-ístmico o la minería que se levanta por todo el territorio, los pueblos se organizan y unrn en torno a un objetivo común: la defensa del territorio y empiezan a crear autogobiernos.

 

Así, se conforman los frentes de pueblos, las coordinadoras regionales, las uniones regionales y los concejos como otras expresiones de defensa territorial y que articulan pueblos, barrios y comunidades frente a los embates de estos proyectos que los mismos pueblos llaman “de muerte” porque eso dejan a su paso. La hora del despertar de los pueblos y sectores oprimidos de la sociedad ha llegado. Y como dice la canción: ¡no tenga miedo, sólo tenga cuidao!

 

Oscar Ochoa