Por Julien Salingue
 
A finales de septiembre de 2000, los territorios palestinos se incendiaron. Fue el comienzo de la "segunda Intifada" (en referencia al levantamiento iniciado a fines de 1987). Analizamos en este artículo las causas, las formas y los intereses de esta revuelta popular contra la ocupación israelí, limitándonos a los primeros meses del levantamiento, antes de que éste entrara en su fase armada. 

Al igual que el relato dominante sobre la intifada de 1987 y el impacto de la muerte el 8 de diciembre de 1987 de cuatro trabajadores palestinos, un hecho específico habría actuado como detonante del levantamiento de septiembre de 2000: la "visita" del político de extrema derecha Ariel Sharon el 28 de septiembre a la explanada de las mezquitas en Jerusalén, que provocó numerosas protestas reprimidas violentamente en los territorios palestinos.
 
Las razones del levantamiento palestino
 
Si parece que la visita de Ariel Sharon efectivamente actuó como un detonante, sería muy reductor ver el levantamiento que siguió como una reacción espontánea a una provocación israelí. Un examen de los acontecimientos de los meses anteriores a septiembre de 2000 indica, de hecho, que la "segunda Intifada" tiene lugar en un doble contexto de, por un lado, enfrentamientos crecientes entre palestinas y palestinos y el ejército israelí y por otro, la paralización del proceso negociado. Como había ocurrido en 1987, el año 2000 fue escenario de un aumento significativo de los incidentes entre las fuerzas israelíes y palestinas, especialmente con los enfrentamientos en mayo de 2000, durante las manifestaciones conmemorativas de la Nakba. El día del 15 de mayo, cuatro palestinos murieron a tiros y 200 resultaron heridos. mientras que nueve soldados israelíes resultan heridos, uno de ellos por un disparo palestino. Unos días después, las manifestaciones organizadas en apoyo de las y los presos palestinos también dieron lugar a enfrentamientos armados.
 
Al mismo tiempo, el fracaso de la cumbre de Camp David (celebrada del 11 al 25 de julio de 2000 bajo el patrocinio de Estados Unidos), atribuido por la narrativa dominante a la inflexibilidad de Yasser Arafat, subraya el callejón sin salida y las contradicciones del proceso negociado. Camp David debía desembocar en un acuerdo final, después del cual los palestinos ya no podrían reclamar nada. El primer ministro israelí, Ehud Barak, exigió que el acuerdo final fuera acompañado de una declaración palestina reconociendo que el conflicto había "terminado". Esta posición lleva al extremo la lógica de los acuerdos de Oslo; es decir, la sustitución de las resoluciones de Naciones Unidas por acuerdos bilaterales, y la demanda israelí de que la parte palestina acepte un arreglo definitivo mientras continúa la ocupación y una serie de cuestiones esenciales, como los territorios  bajo soberanía palestina, se posponen para negociaciones posteriores. Esta improbable combinación entre lo definitivo y lo provisional, que graba en mármol el principio de que la aplicación del derecho internacional no es el objetivo del "proceso de paz" sino un objeto de negociación, ya formaba parte de la filosofía de Oslo. Pero las demandas israelíes en Camp David equivalen a un reconocimiento explícito, por parte del propio Yasser Arafat, de su renuncia a la aplicación de las resoluciones de la ONU, una condición inaceptable para el presidente de la Autoridad Palestina, en un contexto a fortiori en el que la falta de avances sobre el terreno generaba desconfianza y radicalizaba a la mayor parte de su base. La continuidad de la colonización, la multiplicación de incidentes con el ejército israelí y la quiebra de la estrategia de legitimación del liderazgo de la Autoridad Palestina impidieron que el líder palestino regresara a los territorios ocupados después de haber rubricado un acuerdo por debajo de las resoluciones de Naciones Unidas y los objetivos proclamados durante la firma de los Acuerdos de Oslo. Por tanto, para él, la única solución era la negativa
 
Levantamiento masivo, represión violenta
 
Si las y los palestinos se movilizaron el día de la visita de Ariel Sharon a la explanada de la mezquita, fue al día siguiente (29 de septiembre de 2000) cuando realmente comienza el levantamiento. De hecho, hubo muchas manifestaciones en la mayoría de las principales ciudades palestinas de la Franja de Gaza y Cisjordania, pero también en Jerusalén, donde murieron cinco palestinos. Al día siguiente, las manifestaciones, más grandes, son aún más numerosas, y mueren una decena de palestinos, incluido el joven Mohammad al-Dura en Gaza, cuya muerte fue filmada, imágen que contribuirá a una conflagración generalizada en los territorios ocupados el 1 de octubre. Se organizaron manifestaciones casi diarias, en las que se unieron todas las fuerzas políticas, y muchos líderes de la Autoridad Palestina (AP), el principal de ellos, Yasser Arafat, pidieron a las y los palestinos que se movilizasen. La represión no se debilitó, sino al contrario, y solo en octubre murieron  100 palestinos en incidentes con el ejército israelí. En noviembre, el número de víctimas palestinas fue de 109, es decir, casi cuatro por día: esta cifra ya no se alcanzará hasta marzo de 2002, cuando el día 29 se inició la operación Escudo defensivo.
 
Estas cifras, así como las del número de personas heridas (10.000 durante el último trimestre del año 2000) son indicativas de dos fenómenos relacionados: la masividad de la movilización en las primeras semanas de la segunda Intifada y la violencia de la represión israelí. Un informe publicado por el diario israelí Maariv el 6 de septiembre de 2002 reveló que, según el propio Estado Mayor israelí, el ejército disparó no menos de un millón de balas durante las tres primeras semanas del levantamiento, es decir, alrededor de 50.000 por día en promedio. El Centro Palestino de Derechos Humanos (CPDH) estableció que la mayoría de los heridos en Gaza (1.492 de 2.500) eran jóvenes menores de 18 años, lo que atestigua el hecho que durante los últimos tres meses del año 2000, la movilización palestina fue esencialmente popular y no la llevan a cabo grupos armados aislados. Finalmente, cabe señalar que más del 90% de las y los palestinos que fueron asesinados durante los primeros tres meses de la segunda Intifada murieron por heridas de bala infligidas, en la gran mayoría de los casos, durante las manifestaciones. En total, hubo 272 muertos en el lado palestino durante el último trimestre de 2000, y 41 muertos en el lado israelí, la mayoría de ellos militares.
 
Estos datos estadísticos, contrastados con los testimonios y artículos de prensa de la época, permiten identificar el tipo de levantamiento y de represión ante los que nos encontramos a fines del año 2000. La segunda Intifada se caracteriza ante todo por su carácter popular y masivo, por la participación de todas las fuerzas políticas palestinas en diversas iniciativas (lo cual se demuestra, entre otras cosas, por la pluralidad de afiliaciones políticas de las víctimas), y por la amplitud y celeridad de la represión israelí, que atestigua que el ejército se había preparado para nuevos enfrentamientos y no fue, como en 1987, pillado de improviso. Es importante señalar además que, si bien el levantamiento palestino tiene un rostro popular, su dimensión armada ya está claramente establecida. En efecto, las 41 víctimas israelíes durante estos primeros tres meses deben compararse con las 43 muertes registradas durante los dos primeros años de la Intifada de 1987. Si estas muertes hay que considerarlas en el contexto de la violenta represión israelí (272 muertes en tres meses, contra 310 para todo 1988), su número indica, sin embargo, que la parte palestina no está, como en 1987-1989, decidida a mantener un carácter absolutamente no violento en la protesta. Este fenómeno se confirmará cuando la segunda Intifada entre en su segunda fase, la de la lucha armada.
 
Reforzamiento de las contradicciones de la Autoridad Palestina
 
Si la dirección de Arafat parece haberse dado cuenta, en el verano de 2000, de que una nueva confrontación importante con Israel era inevitable, no hay indicios de que haya planeado u organizado el levantamiento de septiembre de 2000, incluso si se preparó en parte para ello. Dicho levantamiento, como la Intifada de 1987, es sobre todo la expresión de una revuelta masiva de la población palestina de los territorios ocupados contra las políticas de Israel, aunque el carácter popular del levantamiento duró solo unas pocas semanas. La explosión de septiembre de 2000 colocó a la dirección de la AP en una posición incómoda, ya que puso al descubierto las contradicciones inherentes al proceso de Oslo y a la posición de la AP, ni Estado ni movimiento de liberación nacional. La estrategia seguida hasta entonces por Yasser Arafat, a saber, una combinación improbable de negociaciones con Israel y apoyo a la radicalización de la sociedad palestina, mostró sus límites y empujó a la dirección de la AP a adaptarse a la nueva situación inducida por el levantamiento y tratar de sacar provecho de ella.
 
"El estallido de la Intifada permitió a Yasser Arafat recurrir a una táctica familiar, refinada durante su larga carrera política, al-huroub ila al-amam (la "huida hacia adelante"). Ni iniciador ni planificador, en realidad aprovechó la oportunidad del estallido fortuito de una gran crisis e incidentes dramáticos, provocados por otros actores, [...] y luego buscó intensificar y prolongar estos incidentes [...] con el fin de llegar a una salida de la que pudiera beneficiarse"1
 
Yasser Arafat tampoco ordenó la militarización del levantamiento, que fue sobre todo consecuencia de la violencia de la represión israelí y de las iniciativas tomadas por militantes y mandos intermedios de Fatah. Sin embargo, intentó aprovechar la evolución de los acontecimientos de la "segunda Intifada", apostando por construir un equilibrio de poder militar con Israel para mejorar la posición palestina en las negociaciones. Esta opción resultó ser un fracaso, en particular debido a la inflexibilidad israelí (a fortiori después de la elección de Ariel Sharon), pero también a desacuerdos cada vez más notables dentro del núcleo gobernante de la AP. En efecto, si esta adaptación táctica permitió a Yasser Arafat "estrechar los lazos" con el aparato de Fatah del interior y mantener cierta legitimidad a los ojos de la población de los territorios ocupados, aceleró su aislamiento en el escenario internacional y alentó el cuestionamiento de su autoridad incluso dentro del liderazgo de la AP. La exacerbación de las rivalidades dentro de esta dirección se manifestará en particular por los llamamientos a la "reforma" y por el distanciamiento cada vez más visible de Mahmoud Abbas, "líder de los opositores a la Intifada", de Yasser Arafat.
 
https://lanticapitaliste.org/opinions/histoire/la-deuxieme-intifada-palestinienne
Semanal L'Anticapitaliste – 537 (10/01/2020)
 
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur.
Tomado de: https://vientosur.info/hace-20-anos-la-segunda-intifada/
 
Notas:
 
Yezid Sayigh, « Arafat and the anatomy of a revolt », Survival, vol. 43, n° 3, 2001, p. 47-60.