Ilka Oliva Corado

Es lamentable saber que la comunidad afro descendiente en Estados Unidos suma un nuevo mártir.  ¿Cuántos van desde los tiempos de la esclavitud en la era colonial y el posterior  abolicionismo?

En el presente es tan patente.  A brasa viva, como lava de volcán. En todas las equinas, a correntadas.  El racismo en Estados Unidos sigue oprimiendo,  sigue denigrando y matando  a los afro descendientes. Toda piel oscura es segregada; en el trabajo, en los restaurantes, en la parada de autobús, en el parque. En la iglesia. La xenofobia en este país es letal.

En materia de Derechos Humanos, Estados Unidos sigue siendo el último en la fila. Hay que tener cuero duro y chilate en las venas para venir a firmar un decreto que señale a Venezuela como peligro para la seguridad interna de Estados Unidos. Ahí sí con los pantalones bien puestos, cuando se trata de atacar pueblos en plusvalía,  que así los tuviera Obama para atacar la raíz del Ku Klux Klan que está matando a su propia gente negra en el país.  

Se lava las manos con simples arengas cuando de abuso a la comunidad afro descendiente se trata. Todos los días la policía estadounidense humilla, golpea y asesina a los negros, en las propias narices de Obama. Vergüenza de negro, vergüenza de ser humano, oportunista para beneficio personal. Ha dejado sola a su comunidad. Ha dejado solas a las multitudes, el clamor de su propia sangre no le cala, él es un negro vendido a los  absolutistas.  Cuando tiene que  ejercer su autoridad como presidente no lo hace. Pero no le digan de atacar pueblos en desarrollo porque está presto. 

 Lo  más funesto, lo más vergonzoso para la comunidad afro descendiente en Estados Unidos es tener un presidente como Obama que no los represente en lo más mínimos. Que además los traicione. ¿Qué dirían de estar vivos  Malcom X, Rosa Parks,  Martin Luther King, Jr. Y Nelson Mandela?  Estados Unidos en su sed de riqueza con su política externa extermina pueblos en desarrollo, se alaba a sí mismo como la mayor potencia mundial, pero por dentro, en sus avenidas, en sus barrios, en sus rascacielos y en sus alcantarillas, los Derechos Humanos no existen para quien tenga el color negro en la piel. Aquí no existe la equidad, el respeto y el derecho a la vida. Aquí cualquier negro por negro es catalogado como delincuente y asesinado en absoluta impunidad. 

La juventud afro descendiente ha tomado las calles en todo el país, en marchas multitudinarias que los medios de comunicación del Ku Klux Klan señalan como disturbios. Ha sido la policía la que los provoca para tener un pretexto para golpearlos, para descargar su odio y para imponer su superioridad blanca. Sí, porque se creen superiores, se autoproclaman una dinastía de sangre azul, una estirpe caucásica.  

Sorprende que se le impongan cargos criminales  a los 6 policías que tuvieron que ver con la muerte de Freddie Gray, por un momento las calles abarrotadas de protestantes explotaron en júbilo, ¡justicia para Freddie! Gritaban con alegría. Pero esto es solo el inicio de un camino en empinada, porque el Ku Klux Klan está en todos los rincones, tienen tentáculos en todo el Sistema,  y no dejarán que sus pupilos blancos sean juzgados y encarcelados. Esto es una marcha a contracorriente. Esto nos regresa al tiempo del abolicionismo, en diferentes dimensiones. En diferente era pero en esencia es eso. Me pregunto, ¿el pueblo estadounidense será capaz de unirse sin credo, raza, color, para denunciar esta impunidad, este abuso y esta sinvergüenza del Ku Klux Klan?  En las manifestaciones también han participado blancos pero muy pocos y  son mayoría en este país. Latinos contados porque la policía aprovecha estas manifestaciones para deportar masivamente y levantar cargos. 

Y aunque no se hable de esto en los medios  y no sea noticia mundial, la policía de Estados Unidos asesina más indocumentados latinos que negros afro descendientes, (y cientos la Patrulla Fronteriza en la frontera con México) pero que por indocumentados son invisibles, son casos cerrados, son denuncias que aunque se hagan no avanzan.  Pero por ellos no hay multitudes que se lancen a las calles, ni negras ni blancas. La vida de un indocumentado no vale lo mismo que la de un negro. No vale nada, simplemente. Ni un  noticiero local,  ni  para una manifestación, mucho menos para la justicia. 

Estados Unidos no tiene la moral ni la entereza para venir a hablar de Derechos Humanos. Mucho menos Obama que está cruzado de brazos. 

Queda en el aire la pregunta, ¿se le hará justicia a Freddie Gray? A uno por lo menos, a uno de tantos, de uno de los miles a través de la historia. ¿Cuántos más se convertirán en mártires? ¿Será extinto algún día el Ku Klux Klan?  ¿Estados Unidos esta gran potencia mundial, será capaz de respetar los Derechos Humanos de sus ciudadanos negros algún día? ¿Cuándo respetará los de los inmigrantes indocumentados? 

El caso de Freddie Gray abre una brecha hacia la justicia, veremos  si  esto es capaz de acercarse un poco  a las enromes murallas  de la impunidad  con la que opera el Ku Klux Klan. 

Estados Unidos debe dejar de meter las narices en los pueblos en desarrollo y preocuparse  por la inexistencia de Derechos Humanos en su territorio,  la política interna pulula en manos de absolutistas. El sistema ha colapsado como muestra de que el capitalismo no es la respuesta. Ni el camino, ni la meca. Es la absoluta destrucción de la humanidad. Pero bueno, decirle eso a Estados Unidos  es como arar en el mar....

 

Mayo 02 de 2015.

Estados Unidos.

Ilka Oliva Corado.

 

No es nada nuevo que se señale a los rojos, que se les pretenda insultar con el mote de conspiradores, con esto tratando de desacreditar los arrestos de los consecuentes. Esos lastres, esos subversivos, bochincheros, los agitadores de sueños, esos perturbadores, resentidos sociales. Esas lacras que le apuestan a la anarquía.

Terroristas los llaman los capitalistas. Esas camisas blancas que viven de la sangre roja que le chupan al país porque saben que ahí está la vid. Ellos mismos se nutren de nuestra hemoglobina, y en un cuento de hadas nos hacen creer que los rojos son los malos de la historia, así nos han traído arreando durante siglos. Y al contrario, no hay nada más digno que el rojo porque el rojo es el color de la sangre, nadie vive de chilate en las venas, -solo los vendidos-. Entonces el rojo es vida. Simple. No hay que ir a la universidad y estudiar maestrías y doctorados para entender algo con el sentido común. Para ejemplo ahí están los campesinos, con más arrestos que la mayoría de letrados que no hacen para no ensuciarse los mocasines.

 Los capitalistas que sí son los verdaderos terroristas, destilan ese odio que nos tienen a los proletarios cuando nos atrevemos a expresar. Ese temor cuando los que siempre hemos cargado en los hombros los cimientos del país, nos atrevemos a denunciar, a pensar, a salir del silencio. Cuando abarrotamos las calles sienten la guillotina cerca, porque no hay traidor que pueda con la dignidad de un pueblo.

 Esos mercantilistas que han vendido a los extranjeros hasta su propia entraña, nos han dicho desde las escuelas de primaria hasta los salones de universidad que la rebeldía no trae nada bueno, que por rebeldes hay muchos bajo tierra. Que no se puede nadar contra la corriente. Que la rebeldía es sinónimo de delincuencia.  Tratando con esto de hacer del temor nuestro hábito y una tradición. Están bajo tierra y desaparecidos no por rebeldes, sino porque esos mismos mercantilistas no los pudieron ver de frente y directo a los ojos, se acojonaron con tanto valor y no pudieron contra la dignidad. Y la emboscada fue a traición, cobardemente por la espalda. Todas las dictaduras que han sufrido nuestros países han sido golpes a traición. Impuesto el temor, la opresión, la deslealtad la desmemoria y la ignorancia. Golpe a golpe hasta obligarnos a renunciar a nuestra propia identidad y honra.

 Para luchar por lo que es propio no se necesitan ideologías o credos, sí de arrojo y nervio. Sí de dignidad y conciencia. A través de la historia han sido los rojos los que han puesto los muertos y las violadas, ríos de sangre han retumbado las calles marchitas de nuestra Memoria tiranizada. Y digo rojo por decir dignos. En la vida no se puede ser otra coja si no rojo. Veámonos la sangre que hace bombear nuestro corazón. Ésa es la respuesta. Cuando dudemos solo sintamos el pulso de nuestras venas vivas y ahí estará la respuesta y la fuerza. La luz.

 Ser rebelde significa salir del redil, abandonar la oscuridad de la sumisión. Significa salir de la esclavitud de la doble moral y de la ignorancia. Es sinónimo de perder el miedo. De ser justo y equitativo. No se puede estar vivo no siendo rebelde.

Seamos capaces de cuestionar, como estudiantes universitarios de universidades públicas o privadas, de cualquier clase social, no seamos manejables, dóciles, no demos por sentado que lo que nos dicen así es. Como campesinos, obreros y proletarios no demos por hecho que lo que repiten en televisión, en la radio y los periódicos es la verdad verdadera. La historia oficial ha sido escrita por los tiranos. Y los mismos absolutistas controlan toda la basura desinformativa y manipulada que nos llega por los distintos medios vendidos a la oligarquía traicionera, con el único fin de mantenernos dormidos y amnésicos. Títeres y condicionados para que no despertemos en rebeldía y luchemos por nuestra libertad. Para que nos devuelvan lo que nos robaron, para que seamos una humanidad justa y vibrante en equidad.

No, no sintamos miedo por el color rojo porque solo es necesario pincharnos la yema de un dedo para que veamos que lo llevamos dentro, así seamos de distinta clase social, de color de piel, hablemos distinto idioma, seamos letrados o analfabetas. Y las fronteras que nos han impuesto nos dividan como hermanos. Se necesita rebeldía para hacer los cambios estructurales porque la imposición es demasiada, un yugo que no nos deja respirar y que se empeña en no querer que pensemos y tengamos criterio propio y que esto nos lleve a la movilización. A la unidad. Por eso nos dicen que el rojo es sinónimo de vandalismo. Por eso nos meten el miedo por donde nos quepa y por donde nos dejemos.

No tengamos miedo de los rojos porque todos lo somos. Nos guste o no. No nos dejemos manipular, ya no más. Para luchar por la justicia  se necesita dignidad, se necesita  corazón y amor. Se necesitan sueños de libertad. No denigremos, todas las voces son necesarias e importantes, todos valemos lo mismo como seres humanos. Todos somos capaces de aportar desde nuestros espacios, con nuestros medios. Solo la unidad  y la rebeldía nos pueden salvar del desconsuelo de la dejadez y el dominio. 

No es ningún insulto que nos digan resentidos sociales, es que sí somos resentidos y como dice la poeta y escritora chilena Cote Avello en su poema Resentidos:

 

Siento, sentí, sentiré,

resentidamente...

 

Después de todo lo arrebatado

después de todo lo trastocado

todo lo destrozado,

lo dañado y lo enturbiado,

no me pedirán que olvide y perdone.

No me abofetearán de nuevo.

No escupirán sobre mis antiguas

y renacidas lágrimas, su indolencia.

 

Después de todo, quiénes son para llamarme resentida.

 

¿Cuántos de nosotros entonces, desde nuestro resentimiento, inconformismo e insurgencia vamos a honrar nuestra sangre roja, despertando de una vez por todas de la modorra del miedo y de la indolencia?

Hablo de todos como humanidad y en todos los aspectos.

 

Abril 28 de 2015.

Estados Unidos.

 

Siempre he estado segura que los seres extraordinarios se marchan en días aciagos,  de cielos encapotados llorando cántaros de lluvia. Don Eduardo Galeano se ha ido en un día así, hoy amaneció sollozando la niebla de la primavera estadounidense, despidiéndolo desde las primeras horas de la madrugada.

Nosotros los parias, los impronunciables, los de los lomos partidos durante siglos de explotación, nosotros los iletrados, los jornaleros. Nosotros obreros, campesinos y eternos proletarios nos hemos quedado huérfanos con la partida de don Eduardo.

En un total desamparo, sumidos en la densa oscuridad del desconsuelo, se fue el hombre que se atrevió a vernos a los ojos, que se atrevió a darnos un nombre, a caminar con nosotros y a cargar sobre sus hombros nuestra tribulación de clase social explotada por los tiranos.
Se ha ido un intelectual que siempre se sintió un peón de a pie y esa grandeza humana es la que lo hace inmortal, él transcendió los linderos de las clases sociales y de los cartones de universidad.
A don Eduardo lo lloran en estos momentos los intelectuales, los luchadores sociales, los seres justos y consecuentes, lo llora el exclusivo mundo de las editoriales, lo llora la poesía y la buena literatura.
Pero también lo lloramos los invisibles, los calvarios anclados en los pies de los jornaleros, lo lloran las manos de las niñas que piscan granos de café en las fincas ajenas, lo llora el  vientre materno que lleva en sus entrañas el fruto de una violación, lo llora el adolescente encarcelado por el único delito de ser de arrabal. Lo llora la chusma de periferia, lo lloramos los indocumentados, nosotros los del desarraigo.  Las putas, los homosexuales, los drogadictos, los fétidos revolucionarios de todos los tiempos.
Nosotros los necesitados de su luz, de su consecuencia y de su lealtad. De su pulso certero, de su palabra justa y de su dignidad. Nosotros los de la piocha y el machete, los de  la mazorca y el costal. Nosotros los apaleados, los engañados, los braceros, los que vivimos en los basureros, los que no tenemos permitido soñar. Nosotros los nadies.
Nosotros los de las  venas  rojas y fecundas, los del buen lomo para cargar. Nosotros los del agobio, los de la servidumbre. Los apátridas, los pestilentes a sencillez. La masa labradora, los agrestes y su caudal. Nos hemos quedado sin  El Bastión, sin el ser que nos dignificó.
¿Cómo llenar ese enorme vacío? ¿Cómo sobrevivir a tanta soledad? ¿Al infortunio a la esterilidad?
En la quimera nos queda el paradigma de un ser inmortal, la grata escuela, su fecundidad. Nos deja su semilla, su poesía y su libertad. Nos deja las ilusiones para continuar, nos deja su prosperidad.
Nos deja el elixir  de la locura, y la alegría de soñar. Nos deja la consecuencia de  un ser cabal. Una vereda para continuar. Nos deja la flor de cordillera, el canto de las chicharras, la trova y la oda, nos deja a las musas de los acantilados,  nos lo deja sin punto y final. Nos deja la vena abierta para no presagiar. Nos deja la puerta abierta y su claridad. Nos deja el amor profundo de la hermandad, el sentido de la solidaridad, nos deja en la eterna lucha de la equidad.  Nos deja su sinceridad, su hermosura su fidelidad.
Se va y lo despedidos desde los cerros, las barriadas, las grandes urbes, desde las maquilas, los campos de cultivos, desde las casitas de adobe, desde la calle de tierra. Desde los salones de universidad.
Buen viaje maestro se le va  a extrañar.

Abril 13 de 2015.
Estados Unidos

Ilka Oliva Corado.

No puedo quedarme sin compartir esto con ustedes, mis amores. Una hermosa velada chilena se vivió anoche en Chicago, con el concierto de Illapu y Colombina Parra en una gira por la nación estadounidense en homenaje al amor de mis amores, la Violeta Parra.  Una exquisitez del Sur.  Vientos de Antofagasta, ventisca  de Santiago.

Acaba de morir uno de los grandes escritores de América Latina, Eduardo Galeano. Nacido en 1940 en Montevideo se destacó como periodista, colaboró en los más importantes diarios de su país y de América y publicó un libro esencial para la memoria histórica de nuestro continente: "Las venas abiertas de América Latina.

Ilka Oliva Corado.

Esta noticia está como para anunciarla al  mejor estilo de voceador de periódicos en avenida principal, ¡extra, extra, CICIG la mamá de los pollitos! ¡Extra, extra, no que no tronabas pistolita! ¡Extra, extra, qué  se quede la CICIG! ¡Extra, extra, la clica está en el Estado!

¿Alguna duda de por qué Otto Pérez Molina –y su banda criminal-  no quiere la continuidad de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala?

Crónicas de una Inquilina:

Dos atentados que ejemplifican a la perfección el descaro de humanidad que somos.  Es que ya ni a doble moral llegamos. Perdimos los escrúpulos. Para cuando fue el atentado a la revista francesa Charlie Hebdo,

miles se pronunciaron en todos los medios habidos y por haber, las redes sociales hervían, medio mundo dijo: ¡yo soy Charlie! Mientras que unos oraban, otros demostraban su apoyo a la mejor manera clasemediera: cambiando sus fotografías de perfil en las redes sociales y colocando una alusiva al atentado.

Multitudes del gremio periodístico dijeron: ¡yo soy Charlie!  Miles y miles de artículos se escribieron, artistas denunciaron el atentado. Con lo cual estoy absolutamente de acuerdo. Mi pregunta es, si esas multitudes de periodistas y de artistas y de hijos de vecinas  se pronunciaron tan dolidos por lo acontecido en Charlie Hebdo, ¿por qué guardan silencio y se hacen los desentendidos respecto a la masacre en  Kenia?

 ¿Qué tiene Charlie Hebdo que no tenga la Universidad de Garissa? ¿Es que acaso unas vidas son más importantes que otras? ¿Qué papel juega el racismo en esto? ¿En dónde está ese periodismo ético y humano que guarda silencio ante semejante atentado? ¿Por qué aquellos que dijeron yo soy Charlie, no se sienten Kenia? 

Por qué ese periodismo serio y comprometido que apoyó la marcha de la hipocresía en Francia, no se ha pronunciado ante la Acción Ejecutiva de Obama en donde acusa  a Venezuela de ser un peligro para la seguridad estadounidense. ¿No es Venezuela un país digno acaso? ¿Qué tiene Francia que no tenga Venezuela? ¿O aquí  la movida es la de defender intereses capitalistas a costa de nuestra propia ética? 

¿Por qué esos miles de periodistas alrededor del mundo que llenaron sus columnas de opinión en idolatrías a "San Obama" por su mofa de Acción Ejecutiva que beneficiaría a una minoría de migrantes en Estados Unidos, no se pronuncia hoy que estratégicamente fue cancelada?  ¿Por qué no dicen ni pío con el Plan Frontera Sur y el Maya-Chortí que criminaliza a los migrantes en tránsito? ¿Es que acaso no vale la vida de un migrante indocumentado? 

¿Por qué ese exclusivo gremio periodístico que hace gala de sus títulos y de su intelectualidad aún sigue guardando silencio y solapa  el horror que se vive en Siria? ¿Por qué no  le cuentan al mundo de la loable labor de los médicos cubanos atacando el ébola en África? ¿Cuál es el resquemor que le tienen a Cuba? 

Por qué ese periodismo respetable no denuncia ante el   mundo lo que acontece con la comunidad afro descendiente en Estados Unidos, la forma en que la autoridad del Ku Klux Klan asesina y tortura a cualquier negro por el delito de ser negro. ¿Por qué en tema de Derechos Humanos no se cuestiona a Obama la forma en que disimula y tolera este tipo de agresiones? 

¿En qué momento dejamos de ser humanos para convertirnos en piltrafas, en marionetas del despotismo? ¿Por qué el mundo llora a Charlie Hebdo pero no  las masacres de  migrantes en tránsito,  esa migración forzada de África a Europa y de Centroamérica a Estados Unidos?  ¿Por qué nos duele tanto el Holocausto pero no los feminicidios ni la trata de niñas para explotación sexual, tortura y tráfico de órganos? ¿Acaso seguimos siendo las mujeres invisibles a los Derechos Humanos? ¿Por qué el secuestro de 85 niñas en Nigeria les viene del norte a la mayoría de seres "consecuentes" con la vida? 

¿Por qué la sociedad se pone de cabeza para averiguar de qué color es un vestido, pero ni se mosquea con los miles de niños que mueren de hambruna alrededor del mundo?  

¿En dónde está nuestro amor como humanidad? ¿A qué vertedero tiramos la conciencia? ¿Por cuánto vendimos nuestra dignidad? ¿Nuestro derecho a dudar? ¿Qué es lo que estamos esperando, qué nos toque de cerca? ¿Qué nos vuelva a tocar de cerca? ¿O es que acaso somos tan soñadores para jurar que eso nunca nos sucederá a nosotros? Y si así fuera, el dolor de otro ser humano debe ser también el nuestro. 

De Charlie Hebdo hasta Kenia, existen mares de aguas negras.  Decimos, yo soy Charlie, pero no queremos ser los niños que viven buscando comida en los vertederos en nuestros países.  No queremos ser el campesino que defiende la tierra de la amenaza capitalista. No somos el defensor de Derechos Humanos que arriesga su vida todos los días a todas horas. No somos la niña que es abusada constantemente y tampoco somos las adolescentes embarazadas a causa...

Claro, pero sí somos Charlie. Nuestra dignidad está con Charlie. ¿Por qué no está con los adultos mayores que mueren de hambre  y de frío en las calles de nuestros países? ¿Por qué no somos el docente que es reprimido por el gobierno cuando exige sus derechos? ¿Por qué no somos la mujer a la que la iglesia y el estado le niega su derecho legítimo al aborto? 

En lo dicho: de Charlie Hebdo hasta Kenia hay mares de aguas negras. Esos desagües somos cada uno de nosotros. Esa es nuestra contribución a la sociedad. ¿Qué tal si en lugar de deforestar o ser espectadores de la deforestación que hacen otros, actuamos y forestamos? Todo es rescatable si es el amor, la conciencia y la justicia los que nos mueven a hacerlo.

 

Posdata: #ObamaDerogaElDecretoYa. 

Ilka Oliva Corado

Abril 11 de 2015.

Estados Unidos.