En la Franja de Gaza (FdG) de Palestina, se fundó un movimiento social: “Queremos vivir”. Reacción comprensible: la FdG está bloqueada por Israel desde 2006, y desde el cruento golpe de estado del Ejército en Egipto, que asesinó a miles de musulmanes, estos militares se sumaron al cerco israelí cortando el contacto territorial de FdG con el resto del mundo; la costa de la FdG está controlada por la Marina israelí que ha intervenido violentamente, asesinando tripulantes para impedir la llegada de embarcaciones “ajenas” a la costa gaziana. Como por otra parte el Estado de Israel bombardeó y aniquiló el único aeropuerto de la FdG, el aislamiento es total.

En 2005 Ariel Sharon decidió evacuar las cinco colonizaciones que habían implantado en FdG, a partir de la “Guerra de los 6 días” y la invasión consiguiente; un mordisco más al territorio palestino. La colonización instaló allí unos 8 000 colonos. En una población total (entre la originaria y los cientos de miles de expulsados y fugitivos de Palestina en 1948) de algo más de millón y medio de habitantes. Sharon consideró que la relación costo/beneficios era muy pesada para sostener esos emplazamientos respecto a la colonización de Cisjordania, donde los colonos ya se contaban por centenares de miles en medio de una población palestina menos densa. Y que a la FdG se le podía dar otro “tratamiento”; él declaró: ‘“ahora que quedan sólo palestinos, les vamos a hacer la vida imposible, los vamos a quebrar para que no aguanten más”.’

Pese a baladronadas de los sionistas que habían arrebatado territorios en la FdG, en septiembre de 2005, Sharon los evacuó y los confortó dándoles suculentas reparaciones. Los colonos destrozaron todas las lujosas instalaciones que habían levantado en la Franja con los multimillonarios fondos que reciben de EE.UU. Y desde esa noche, sin judíos en la zona, la fuerza aérea israelí sobrevoló la FdG con vuelos rasantes con velocidad superior a la del sonido, creando confusión entre el sonido de tales vuelos y los de un bombardeo. Resultado consiguiente: una oleada de enuresis y de tímpanos rotos, sobre todo en población infantil.

En 2006 tienen lugar las primeras elecciones de autoridades palestinas, con resultados confiables, con controles internacionales, y en lugar de los resultados “previstos” por el gobierno de turno (Fatah y OLP desde hacía mucho), las votaciones dieron un porcentaje mayor a Hamas, una red religiosa islámica enfrentada a la dirección palestina anterior. Ello, no agradoó al gobierno israelí ni a la dirección política palestina oficial. Israel llevó a prisión a decenas de candidatos de Hamas legítimamente elegidos. El triunfo de Hamas fue muy marcado en la FdG.

Hubo diversas escaramuzas que dejaron a Cisjordania en manos de la OLP y a la FdG en las de Hamas. Desde entonces, el cerco a la FdG se hizo férreo: sabiendo de la imposible autarquía de territorio tan pequeño y poblacionalmente sobrecargado, las autoridades alimentarias israelíes diseñaron un ingreso de mercadería para alimentos que no excediera una dieta ajustada para sus habitantes. El resultado fue la inmediata falta de comida, porque no todo lo que se despacha llega en buenas condiciones. Y porque se estrechó la diversidad alimentaria.

La FdG tiene una costa de unos 50 km. La pesca era un importante ingrediente alimentario. Pero con el cerco, a los pescadores la marina israelí les marcó un límite exiguo para pescar; y cada vez que algunos querían aumentar su recolección, eran baleados. Los resultados: cosecha de pescadores lisiados o muertos, incluso de niños palestinos muertos jugando en la playa.

La aviación israelí bombardeó repetidas veces las instalaciones de potabilización y de depuración, el puerto y el aeropuerto y los establecimientos del tratamiento de desechos. Los israelíes que tenían residuos de producción industrial o de consumo, aprovechando el declive del terreno volcaban sus fluidos hacia la FdG, arruinando las escasas superficies cultivables que en la FdG existen.

Tras estos “pasos de ablande”, el Ejército, que se llama de Defensa israelí, invadió la FdG y a toda su población, civil, por aire, mar y tierra, en un operativo con el nombre de “Plomo fundido”, que destrozó decenas de miles de viviendas, arrasando instalaciones, escuelas y servicios, matando a cientos de palestinos e hiriendo a miles. Casi sin comida, con deterioro sanitario y menguados medios de comunicación y transporte (carreteras dañados en ese ataque, que se repetirán en 2012 y 2014), el estado de la FdG es de: “ataques terrestres, aéreos, y marítimos sobre civiles, hospitales, escuelas, refugios, santuarios” deberían convertirse en un expediente en la ONU sobre crímenes de guerra. Pero la ONU, no trata las atrocidades cometidas por Israel.

En un viernes conmemorativo, en marzo de 2018, los palestinos iniciaron una Marcha de Reclamo por la Tierra (usurpada). No violenta, sin las armas usadas por Hamas y otras milicias armadas palestinas, sin piedras siquiera. El ejército de “Defensa” israelia ha matado a centenares a lo largo de sucesivos viernes de demanda pacífica y ha herido a varios miles, usando a francotiradores que han elegido los órganos o partes del cuerpo para causar mayor daño).

El sionismo es una colonización racista, como todas las colonizaciones de tierras ya habitadas por indígenas, por natives, como el anglocolonialismo ha designado a esos humanos. A diferencia de otras usurpaciones, el proyecto sionista es mucho más cerebral, valiéndose de las diversas disciplinas para redondear sus planes y simularlos.

Con el “Acuerdo del Siglo”, Netanyahu y Trump habían proyectado acabar con “la cuestión palestina en junio de 2020, sobornando a “los últimos mohicanos”, pero no les funcionó.

Los palestinos han probado ser un pueblo con enorme resistencia, propio de su historia milenaria, del cual la fuerza globalifílica quiere arrancarlos, y aunque el plan de implantación judía ha avanzado, la liquidación que las élites de poder estadounidense e israelí habían planeado para este año ha naufragado.

 

Los globos nuevo pretexto para la masacre

Desde el 11 de agosto –y ante el silencio de los medios hegemónicos− Israel está lanzando bombas sobre objetivos estratégicos en la Franja de Gaza (infraestructura, depósitos de armas, viviendas de dirigentes). Incluso un misil cayó sobre una escuela en el campo de refugiados de al-Shati. Nada le vendría mejor a un Netanyahu acorralado por las protestas ante su domicilio por su desastrosa gestión de la crisis sanitaria y económica ante el Covid-19: él sabe que nada complace más a la sociedad israelí y la hace cerrar filas que bombardear a Gaza. Esta quincena de bombardeos es suficiente para tener aterrorizada a la indefensa población palestina atrapada en la Franja, de la cual el 50 por ciento es menor de edad y el 80 por ciento es refugiada.

La excusa esta vez son los globos (y cometas) con pequeños objetos encendidos atados al piolín que grupos de jóvenes gazatíes lanzan hacia el otro lado de la valla que encierra a Gaza, y que provocan incendios en tierras que eran de palestinos. Israel afirma que los globos incendiarios son obra de Hamas, igual dijo durante dos años que los jóvenes desarmados que protestaban cada viernes en la Gran Marcha del Retorno (GMR) obedecían órdenes de Hamas, y con esa excusa mandó francotiradores que asesinaron, mutilaron e hirieron a miles.

Los jóvenes que lanzan los globos dicen otra cosa: “El mensaje es que merecemos una vida decente para nuestras familias. Soy casado, tengo tres hijos, estoy desempleado. Estoy aquí, porque cuando los miro a los ojos, sólo veo que no puedo proveerles de lo básico” (Abu Yousef, 24). “No somos terroristas como clama Israel. No queremos quemar o dañar a nadie ni nada… Merecemos empleos, electricidad. Mis hijos merecen tener comida sobre la mesa. No consideramos al pueblo judío como un enemigo. Nuestra batalla es contra su gobierno que nos ha bloqueado por 13 años” (Abu Obaida, 35).

 

(Extracto de notas de Luis E. Sabini y Al Jassera)