Óscar Oliva


 

No hay límites para el país del crimen.

No hay nombre para el país del crimen.

No hay país con nombres del crimen.

No hay crímenes para el país del crimen.


 

¿Díganme, en qué país lejano hallarlos?


 

A Décimo Junio Juvenal agrego a François Villon

para componer esta balada, y pido a otros cantores


 

añadan otro estribillo interrogativo: ¿dónde, en qué

país sin crímenes están los muchachos que apenas

se habían desnudado al amor?


 

Ayúdenme a correr junto a un río

que corre con demasiada fuerza.


 

¿En dónde están, en qué casa negra, encapsulados?


 

En la casa blanca no están, ahí ya no habita nadie.

Llegará el tiempo de otras sirenas, de otros sortilegios,

y la blancura como lirio será un resplandor amarillo


 

o un lirio negro al capricho de otra dueña, otra Circe

de engaño, entre leones y lobos del mismo bosque.


 

¿Dónde están, Madre Dolorosa?


 

¿Dónde están las 43 lágrimas de ayer por la tarde?


 

No vamos a averiguar en esta mañana dónde están,

ni en las siguientes mañanas y tardes dónde están,

ni en todo el año, que a este estribillo no nos lleve:

¡Mas dónde están los muchachos de Ayotzinapa!


 


 

No hay límites.

No hay nombres.

No hay país.

No hay crímenes.


 

Corren con demasiada fuerza.

Tuxtla, noviembre, 2014.