El capitalismo se olvidó de la fiesta. No se sienta

 

frente al fuego para hablarle, tirarle odios, guerras,

 

maíz o chocolate, los nudos del pecado.

 

Prohíbe los caminos de la amargura al dulzor, las desapariciones

 

de la angustia, un sueño brusco entre dos lunas.

 

No cree en el deseo que ve su imperfección. Se ampara

 

en oro ajeno y trabaja eternidades que no existen.

 

 

 

 

 

Juan Gelman, de Hoy, 2013