Herculana, una de las niñas hijas de quien también levantó las armas contra el cuartel de Madera en 1973. Lo dice desde la Normal, el único lugar de la bondad verdadera. Huérfana de un luchador señalado como terrorista, es recibida en la Normal :

Ya no me hacían preguntas, sólo me ofrecían solidaridad, cercanía. Era como en la Normal que los estudiantes de los grados superiores adoptaran a las de los grados inferiores porque entrábamos de 12 años y salíamos de 18. Éramos unas niñas y los grandes nos adoptaban, nos enseñaban a lavar la ropa, nos ayudaban a hacer tareas, nos consentían. Yo había sido adoptada por muchas muchachas mayores porque habían sido alumnas de mi papá y habían andado en las invasiones de tierra, en las luchas agrarias. Mi papá era su guía. Por eso me protegían y ponían atención en mí. Lo mismo los maestros de la Normal, pues algunos de ellos habían sido compañeros de mi papá desde que eran estudiantes y compartían sus ideas. Yo no sentí que me tuvieran lástima, sólo afecto. Sabía que estaban ahí. Sentía respeto, mucha protección, mucha solidaridad en la escuela, con los vecinos, con los compañeros de mi papá. Con Doña Herculana, que llegaba cargando sus costales de trigo o de melones, sandías, bueno. Aprendí que no había que llorar ni demostrar debilidad, que había que ser fuertes. Yo no me acuerdo de recomendaciones familiares, pero lo sabíamos mis hermanos y yo. Ahora, esta noche, pienso que siquiera mi papá tuvo hijos. Los otros murieron tan jóvenes, sin oportunidad de tenerlos. Hace apenas una semana murieron. Que mi papá tuviera hijos deberá tener otro sentido, tendremos que estar al pendiente, conservar la memoria, ser con el tiempo motores, mover, hacer algo. Me parece un gran desperdicio la muerte de esos hombres tan inteligentes y que no hubieran tenido hijos”

 

Carlos Montemayor (Fragmento)