Con ese lema propagandístico acompaña el gobierno federal el inicio formal en sus funciones de la Guardia Nacional. Ese organismo que remilitariza las tareas de seguridad interna, comienza su accionar según la información oficial con un cuerpo de 70 mil efectivos (el 80 % surgidos del ejército y la marina) bajo mando y coordinaciones militares, para ocupar 150 regiones del país, su puestamente para proteger al pueblo y defender la patria.

Sin embargo los hechos desdicen la propaganda. La Guardia Nacional es un instrumento de acuerdo de Andrés Manuel López Obrador con la cúpula militar desde los días de 2018 anteriores a su ejercicio presidencial con el cual superó la crisis de rechazo social a la Ley de Seguridad Interna de Enrique Peña Nieto, bajo tres componentes iniciales:

1 Se promovería la creación de un cuerpo militar, formalmente disfrazado de civil, encargado de sustituir a la policía federal en tareas de seguridad publica frente a la delincuencia organizada bajo mandos militares en sus operaciones, capacitado por las fuerzas armadas con un alto presupuesto que lo erige sobre las policías estatales y municipales para el servicio de gobernadores.

2. Se abre un amplio campo para las fuerzas armadas interviniendo -además de sus funciones legales- en acciones de inversión económica, construcción de aeropuertos y caminos, programas sociales como Sembrando Vida, fabricación de armas, participación en la conducción cotidiana de la seguridad pública en los tres niveles de gobierno, colocando a miembros de ejército y la armada en los cargos de mando y coordinación respectivo, así como un fortalecimiento de la inteligencia militar mientras se desvanece la inteligencia del gobierno.

3. Se le dan funciones en apoyo a los convenios internacionales de seguridad hemisférica originados desde Estados Unidos y aunque se dice rechazar el Plan Mérida, se reconstruye el papel de vigilante fronterizo, de manera directa y encubierta, ahora también por una decena de miles de miembros de la guardia Nacional, se le ve coordinado con los mandos militares estadunidense y de los países centroamericanos del triángulo norte de ese territorio, se le permite participar en los entrenamientos y operaciones conjuntas en el continente bajo el Comando Sur, orientadas para desalentar los apoyos a la República Bolivariana de Venezuela.

 

¿Proteger al pueblo?

Un día antes de festejar su victoria electoral del 1 de julio de 2018, López Obrador reconoció que la lucha contra la delincuencia organizada no ha tenido avances y la seguridad pública es un gran pendiente; el mismo día. Alfonzo Durazo, el supuesto coordinador de la Guardia Nacional y secretario de Seguridad advirtió que con el accionar de la Guardia se terminará “la noche” de la violencia y el crimen.

Ambos coinciden en un plan que busca las causas de la delincuencia en los aspectos económicos sociales y culturales, pero, por el contrario han dedicado la mayor parte de los medios a abatirla, sin embargo, esto lo harán después de atender las urgencias y las imposiciones (acordadas) con los grandes poderes: dar seguridad a los megaproyectos de muerte Tren Maya, PIM, Aeropuerto, Canal seco en el Istmo de Tehuantepec, etc., en contra las resistencias y rebeldías de pueblos originarios y población rural y urbana afectada en sus territorios y en sus vidas por esas inversiones que despojan y depredan; y el cumplirle a Donald Trump y a la ultraderecha del capitalismo gringo un pacto antiinmigrante de cierre de las fronteras mexicanas norte y sur con efectivos de la guardia nacional y militares, (el gobierno de EU los llama llanamente fuerzas militares), así como registrar e identificar a quienes hayan pasado la frontera sur conteniéndolas en territorio mexicano con empleos precarios y encierros en las cárceles llamadas estaciones migratorias, deportar a la mayoría y cumplir en los hechos el papel de tercer país receptor de los migrantes que solicitan en Estados Unidos puestos en instalaciones de la frontera mexicana y bajo vigilancia del Estado mexicano.

Mientras el plan de militarización camina y ocupa los territorios incluso más pacíficos de México, se ve sin límite efectivo a los mismos o renovados grupos del narco negocio, a los mismos extorsionadores de productores a quienes aterrorizan, y adelantan en la persecución y asesinato a manos de sus sicarios de luchador@s sociales, incluyendo periodistas y defensores de derechos.

¿Cuál protección al pueblo nos queda? Sólo la de los cuidados de las comunidades, las organizaciones y colectivos que organizan por su cuenta y riesgo, las de la verdadera ayuda humanitaria a migrantes de México y de otros países, destacadamente de la iglesia que no se vende al gobierno (como parece ya lo hizo el padre Solalinde ex defensor de los migrantes).

 

¿Defender la patria?

Esto no ocurrirá mientras las fuerzas armadas se pongan al servicio de los megaproyectos de transnacionales y del gran capital criollo, los efectivos de la Guardia Nacional y de las fuerzas del ejército y la marina solo defienden al capital que no tiene patria.

En tanto se cumplan las órdenes emanadas desde el Pentágono y el Departamento de Estado yanquis para aislar a México de la reanimación de resistencias y rebeldías de los pueblos, de las insurrecciones que se levantan en Honduras, Haití, Colombia; se distraiga con programasde engaño de la rebeldía de las mujeres del continente, ejemplarmente de las argentinas contra el patriarcado y el capitalismo; mientras se sirva a los ejercicios de disuasión internacionales para contener el anhelo de libertad del pueblo comunero de Venezuela contra la bota yanqui, pero también contra la burocracia corrupta y los capitalistas; mientras se aísle de información y solidaridad a pueblos como el colombiano que buscan construir una paz sin narco, sin militares y paramilitares; mientras en todo esto opere la fuerza militar y paramilitar en México, “la Patria” estará y seguirá indefensa, dependiente, sometida al juego de sus gobernantes arrodillados al verdadero poder del capital.

 

Solo la fuerza que tejen los pueblos desde abajo protege al pueblo y a su soberanía.