Neptalí Monterroso Salvatierra

 

Las formas como se ejerció la dominación desde la época colonial hasta nuestros días corresponden a los modelos político-económicos aplicados por los gobernantes, los que, en resumen son cuatro: el monárquico-feudal, el liberal-capitalista, el keynesiano o del estado de bienestar y el neoliberal-capitalista. Fueron 300 años de dominio monárquico-feudal y llevamos poco más de 200 de dominio capitalista en los que se han aplicado las estrategias de dominación económica mencionadas.

La forma o modelo monárquico-feudal se ejerció durante los años de la colonia. Hasta cierto punto se respetó la propiedad comunal, que era la forma de propiedad de los pueblos originarios. En un primer momento, a través de la figura de la encomienda, los españoles recibieron territorios y pueblos y no se preocuparon por ponerlos a producir; como buenos señores feudales ofrecieron a sus siervos nativos, las condiciones mínimas para que fueran estos los que hicieran producir la tierra y se beneficiaron de su trabajo a través de los tributos. En un segundo momento, cuando en Europa avanzaba el capitalismo, tanto españoles como criollos, pero de manera principal la iglesia católica, concentraron las tierras productivas; sin embargo, respetaron las tierras comunales que habitaban y producían los pueblos nativos, no para beneficiarlos, sino para tener fuerza de trabajo disponible para sus haciendas.

Cuando los criollos sintieron la carga de mandar la mayor parte de los resultados productivos a España y se dieron cuenta que la iglesia tenía acaparada la mayor parte de las tierras productivas, entonces decidieron luchar por su independencia. Cuando triunfaron establecieron un régimen político liberal y comenzaron a producir en forma capitalista. Llevaron a cabo la primera modificación de la estructura agraria creada por los españoles, ampliando sus propiedades productivas, en tamaño y en número, con base en la expropiación de las propiedades productivas de la iglesia y de las tierras comunales de los pobladores originarios.

Más que un cambio en la estructura agraria, fue un cambio de propietarios que dio lugar al surgimiento del gran hacendado; se fortaleció, como dice Lenin, la vía yunker de desarrollo del capitalismo en el campo. Fue necesaria la reforma liberal para concretar la nueva estructura agraria; durante el porfiriato se incrementaron las grandes haciendas y la pobreza de la mayoría de las familias rurales. El embate de los liberales sobre las tierras comunales fue fuerte y profundo.

La que sí cambió la vía de desarrollo del capitalismo en el campo y modificó la estructura agraria, fue la revolución mexicana. Esos cambios coincidieron con el abandono del liberalismo y la asunción del keynesianismo como modelo de desarrollo político y económico; con base en la reforma agraria se eliminó la vía yunker y asumió la farmer, que significó expropiar la tierra agrícola que estaba en manos de terratenientes y repartirla a los campesinos para impulsar el capitalismo desde pequeñas parcelas agrupadas en ejidos, una figura española que se incorporó para tal efecto. Estos tienen un área común y parcelas individuales, su administración es colectiva pero la producción es individual; con la asistencia técnica y crediticia que se les iba dando, se esperaba que desarrollaran producciones agrícolas individuales, rentables, capitalistas.

La reforma agraria también planteó la recuperación de las tierras comunales. Todas aquellas propiedades comunales que sus demandantes demostraron ser sus legítimos propietarios. Si se les habían arrebatado durante la colonia o en la etapa liberal para otorgársela o vendérsela a algún empresario agrícola, y por eso ya no vivían en esas tierras, pero mostraban que les habían pertenecido con base en algún códice, documento indígena o cédula real española, les era reconocida. Cuando no había certeza en los límites, el programa agrario determinaba el polígono a reconocer y se promulgaba un decreto presidencial que sellaba tal reconocimiento. Estas tierras comunales, para acceder a los programas agrícolas del Estado, tenían que trabajarse en parcelas individuales, a la manera de los ejidos; antes de la colonia, durante ésta y el periodo liberal, se administraban y trabajaban colectivamente.

Así, a diferencia de los liberales que desarrollaron el capitalismo marginando, atacando, excluyendo a la población campesina y asumiéndola como un mero factor productivo, los gobiernos llamados revolucionarios depositaron en la población campesina, la responsabilidad de desarrollar el capitalismo en el campo; respetaron y recuperaron la propiedad comunal, pero le dieron una función diferente a la que habían desarrollado. Si hubiesen querido desarrollar el campo de otra manera, no habrían utilizado el ejido y la base habría sido la propiedad comunal.

En la actualidad, muchas de las comunidades mantienen la forma productiva ejidal, su actividad productiva se desarrolla en parcelas individuales y sus posesionarios, que trabajaban por el bien común, ahora sólo piensan en hacerlas producir rentablemente. El interés comunitario ha desaparecido en la mayoría, la forma comunal o comunitaria de trabajar la tierra, prácticamente, se ha abandonado. Sin embargo, los demás factores de identidad comunitaria, siguen existiendo: la propiedad, la organización o forma de gobernarse y la cultura, son comunales. Lo individual subordina lo colectivo cuando de producir se trata.

El keynesianismo se abandonó desde 1982 durante la presidencia de Miguel De la Madrid que, siguiendo los dictados internacionales, orientó el país con base en el modelo capitalista neoliberal, que aplica de nuevo los principios liberales pero en condiciones diferentes a las del siglo diecinueve. Carlos Salinas cambió las estructuras productivas con la modificación del artículo 27 constitucional; muchas parcelas ejidales que los campesinos tenían en posesión, pasaron a tenerlas en propiedad. Se eliminó la asistencia técnica y los créditos, los campesinos se volvieron propietarios, pero no tenían con qué trabajar la tierra y resultaron vendiéndola. Así se inició la contra reforma agraria neoliberal en México; los mercados de tierras dieron lugar a propiedades individuales de gran extensión y dejaron sin tierras productivas a muchos campesinos.

La contra reforma no ha resultado fácil en las tierras comunales. Como se trata de propiedades colectivas, se requiere la aprobación de la Asamblea General de comuneros para poder privatizarlas. Los posesionarios comunales, a diferencia de los ejidales, no pueden decidir solos la venta de las parcelas que tienen en posesión, porque la propiedad es comunal. Por eso el 78% de estas propiedades sigue siendo comunal. Sin embargo, en los territorios comunales del país, cada vez son más los campesinos que, obnubilados por los cambios que le hizo Salinas al artículo 27, piensan que lo mejor para ellos sería tener sus posesiones en propiedad, a pesar de que se dan cuenta que eso ha dañado a muchos ejidatarios; la ilusión capitalista de convertirse en propietarios, revolotea en la cabeza de estos comuneros.

Para evitar las protestas sociales por la contra reforma agraria neoliberal, los gobernantes manejaron, a finales del siglo pasado, la estrategia llamada “Nueva Ruralidad” para que los campesinos que vendieron o fueron despojados de sus parcelas, aceptaran apoyos para desarrollar actividades agrícolas no tradicionales (nuevos cultivos) y actividades no agrícolas (prestación de servicios turísticos, desarrollo de artesanías, uso de la biodiversidad, etc.) en las áreas comunes que han estado bajo su cuidado. Se forzó un cambio en las actividades productivas de los campesinos. Muy pronto las nuevas actividades productivas en los territorios comunes, pusieron al descubierto la riqueza natural de estos territorios: biodiversidad, fuentes de agua, minerales en el subsuelo, petróleo, bosques, paisajes, etc. y despertaron la codicia de los capitalistas que intensificaron el despojo a los campesinos de esos territorios para dedicarlos a actividades extractivas.

Los pueblos y comunidades rurales, no sólo están perdiendo sus tierras productivas, sino también sus medios de vida. Pero el territorio, culturalmente hablando, es campesino y comunal, por ello los pobladores rurales lo defienden con acciones de resistencia.