A Don Samuel no era necesario mostrarle las injusticias patronales o las del gobierno, el reconocía todo perfectamente.

El pinche gobierno está con los patrones, la ley también está hecha por ellos y para su beneficio. Los obreros no tenemos más defensa que la unión, pero muchos no se dan cuenta.”

¿Cómo podemos organizar la lucha aquí? -le pregunté-. “como le hicimos en SPICER-contestó sin pensarlo- primero se forma un grupo de gente de confianza y empezamos a sacar volantes contra la Empresa y el sindicato charro vamos hablando con la gente y cuando tengamos a la mitad ya podemos hacer paros y hasta irnos a una huelga”. ¡Hagámoslo! -le dije-. “Yo no puedo, ya te dije no puedo hacer nada porque me tienen fichado y pude entrar a trabajar porque me recomendó el “Chucho” que era perro de oreja en SPICER y es perro de oreja también aquí. Estoy condicionado, cualquier movimiento que haga voy para fuera.”

Por qué no hablas con Efrén- operario del 2do turno-, él es de confianza y parece que tiene otros cuates,- me dijo. Decía que no participaría ni organizaría nada, sin embargo en los hechos ya estaba participando pues continuábamos las reuniones y leía todo documento que le llevara.

Cuando le presenté el folleto “PODER OBRERO” que narra la lucha de SPICER, era tal su emoción que casi le brotaban las lágrimas. Lo leía y releía. “Aquí fue cuando decidimos estallar la huelga, muchos compañeros creían que iba a ser fácil, que la Empresa no aguantaría ni 10 días y doblaría las manos, jamás nos imaginamos que la lucha iba a ser tan cabrona, porque no solo enfrentas a un patrón, enfrentas a todos los patrones que se unen para vencernos, y enfrentas también al pinche gobierno que está de su lado. Todo eso lo fuimos descubriendo en la lucha.”

Hablé con Efrén, al que noté muy desconfiado en un principio, pero como empecé a llevarle materiales de lectura, o noticias, noté que su desconfianza fue desapareciendo. Efrén es un hombre de unos 38 años de edad, de extracción campesina, y fue muy sincero cuando se le propuso iniciar la organización de trabajadores. “Estoy aquí solo mientras logro juntar un dinero porque mi idea es regresar a mi pueblo, pero en lo que pueda ayudo”. Era difícil reunirlos a los dos porque siempre estaban en turnos distintos, así que hablaba con ellos por separado.

Las reuniones con Efrén resultaron muy productivas, quedó de relacionarme con otros trabajadores que también estaban inconformes y posiblemente colaborarían en la lucha. “Vienen de una fábrica donde también hubo movimiento”, me dijo. Aparte de eso Efrén había entrado a esta fábrica cuando los patrones estaban haciendo una completa limpia de trabajadores, es decir estaban despidiendo a unos y contratando a otros. En total fueron despedidos más del 90% de trabajadores y reemplazados por eventuales, su delito: tratar sacudirse a los líderes charros y democratizar su sindicato. Efrén nos ayudó a reconstruir la historia y las enseñanzas de aquella lucha.

La otra valiosa colaboración de Efrén fue la elaboración casi completa de la lista de los serviles “perros de oreja” que servían por igual a la Empresa y al sindicato charro.

Hasta aquí, sentía yo que íbamos bien, que paso a paso íbamos avanzando y todos nuestros contactos eran muy valiosos. Sin embargo faltaba lo principal, cómo hacerlos participar, cómo unir sus experiencias e inconformidades en un sola. La respuesta nos la dio “EL ALACRÁN”.

¿No has hablado con Pablo y Cristóbal?- me dijo Efrén-. Deberías hablar con ellos, son de confianza. Así que me di a la tarea de relacionarme con ellos. Sin forzar la comunicación en ocasiones abordaba a uno, luego a otro, era difícil hablar con ambos al mismo tiempo. Además, son tres y no dos los obreros que cada vez que pueden andan juntos y si están en turnos diferentes, se buscan y platican en los cambios de turno.

Después de hablar con ellos y observarlos por un tiempo lo resumí así: Son como un trébol formado por tres obreros que son muy unidos y solidarios entre sí, que mantienen una posición crítica y rebelde ante las injusticias que vivimos en la fábrica. Son un polo de atracción de las inconformidades, son respetados y los trabajadores les tienen confianza.

En una plática con dos de ellos- Pablo y Cristóbal-se les propuso formar un grupo para organizar la lucha. Se miraron uno a otro como preguntándose si podían confiar en mí y dijo Pablo: “díselo, no hay problema”.

A nosotros nos gusta la lucha- empezó Cristóbal-, simpatizamos con la causa y si hace dos años nos lo hubieras propuesto, seguramente ya estuviéramos bien metidos, pero ahora no podemos. Ya tuvimos una experiencia en Zapata Hermanos. Mi hermano mayor participó ahí, se metió durísimo, cambiaron al sindicato, ellos estallaron una huelga como de un mes, y le arrancaron a la empresa todo lo que quisieron. Nosotros también nos metimos en las guardias y en manifestaciones y andábamos cuidando a mi hermano. La Empresa y el gobierno contrataron matones para asesinar a los luchadores, hubo varios muertos y mi hermano se salvó de milagro. A todos los que sobresalieron en esa lucha los obligaron a irse de la fábrica- bajo amenaza de muerte-. A mi hermano le mostraron fotos de mi mamá, de su esposa y de sus hijos y le dijeron que estaba de por medio la vida de él, y la de sus familiares si no aceptaba salir de la fábrica. Y prefirió salir, como salieron todos. Nosotros anduvimos con él todo el tiempo, porque siempre nos hemos apoyado. En ocasiones pasaban 3 o 6 días y no sabíamos nada de él y las preocupaciones estaban acabando con mi madre. No queremos volver a pasar por lo mismo. Por eso ahora no queremos involucrarnos de nuevo.”

En ZAPATA HERMANOS, también trabajábamos nosotros, éramos eventuales cuando empezó la lucha y nos despidieron-siguió Cristóbal-se publicaba un folleto “EL ALACRÁN”, ya estábamos todos de acuerdo en cuidar el folleto y ser discretos. Una vez uno de los “perros de oreja” vio a dos compañeros repartiéndolo, nos juntamos como diez, lo rodeamos y se la sentenciamos: “si hablas, te carga la chingada” y se tuvo que quedar callado.

La narración de Cristóbal me dejó admirado, sentí que tenía ante mí compañeros de mucha experiencia y aunque dejaron claro que no querían comprometerse, sentí admiración y respeto por ellos.

Y sobre su idea de no comprometerse, pensé que era cuestión de tiempo debido a que toda fabrica capitalista nos es solo un centro de explotación, sino además es un centro de injusticia y degradación para el obrero donde no solo se le despoja del fruto de su trabajo, sino además, se le humilla y se le reprime una y otra vez y llega el momento en que el obrero no aguanta y explota individual o colectivamente, y con la experiencia que tienen seguro estarán de nuestro lado.

En dos o tres ocasiones se le propuso sacar un folleto como EL ALACRÁN, pero su respuesta era siempre la misma, que ellos apoyarían, pero no querían comprometerse más. Seguimos conociendo y tratando de agrupar a otros compañeros, la idea de EL ALACRÁN me parecía muy buena y un poco después, con otros compañeros, decidimos aprovechar esa experiencia e iniciar la publicación de nuestro propio folleto.

La distribución era selectiva, cada compañero de confianza tenía 2 o tres contactos y a los que pasaba el folleto. Del primer número se hicieron 50, aunque solo repartimos como 20. La publicación de nuestro ALACRÁN nos permitió ir agrupando y creando conciencia en los trabajadores, y poco a poco nos fuimos extendiendo. Así, cuando llegaron los momentos más decisivos y de lucha más directa contra explotadores y líderes charros, los trabajadores teníamos ya una estructura organizativa, y una cierta preparación que nos permitió salir victoriosos en diversos movimientos.