Por Alberto Guillermo López Limón

El 23 de octubre pasado, el pleno del Senado de la República otorgó, por votación unánime, la Presea Belisario Domínguez 2019 a la activista defensora de los derechos humanos Doña Rosario Ibarra de Piedra, que inició hace cuatro décadas la búsqueda de su hijo Jesús Piedra Ibarra, detenido desaparecido en ese entonces por elementos de la Brigada Blanca en el estado de Nuevo León por su participación político-militar dentro de la Liga Comunista 23 de Septiembre.

Como muchas de las “Doñas”, como son conocidas las madres de los desaparecidos políticos, desde un principio Rosario Ibarra fue clara en los sucesos que trazaron su vida y de sus compañeras, los responsables de los hechos fueron los grupos de seguridad del Estado, sus agentes, ya sea que se llamaran Policías Judiciales, Policía Federal, Ejército Mexicano o de cualquier otro nombre. Por ello, su demanda fue siempre la exigencia de:  ¡Vivos los Llevaron, Vivos los Queremos!

No había negociaciones pues ¿qué se podía negociar? El ser humano era detenido y alevosamente desaparecido para no volver de la prisión clandestina nunca más. Su estado de indefensión era completo. Todo el orden legal diluido. Del gobierno federal, se impuso la calumnia, la mentira, la desesperanza por años. Se ha pretendido hasta la fecha que los “olvidemos”, que no luchemos por ellos, que nos olvidemos de su pasado, de su vida, de su ejemplo, de su propuesta de vida.

Desde un principio quedó clara su lucha, nunca habría posibilidades de cambiar dinero por vida. Su desconfianza al Estado quedó marcando toda su vida en lucha a pesar de su activismo político dentro de los marcos legales, pues no luchó sólo por ella sino con todas las doñas y sus familias. Denunció a los gobiernos neoliberales y su negativa para hacer justicia frente a los crímenes del pasado.

Rosario Ibarra, por su parte, también fue candidata a la presidencia de la República en dos ocasiones, se unió a distintas luchas sociales en diversos lugares del país, como el alzamiento zapatista, la exigencia de detener y esclarecer el asesinato de mujeres en Ciudad Juárez, y la matanza de personas indígenas en Chiapas y Guerrero. Fue senadora de la República de 2006 a 2012, por el Partido del Trabajo.

La entrega de esta presea debe considerarse como un reconocimiento no solo a Doña Rosario, sino a los miles de madres y padres de familia, hermanos, amigos, activistas, y la sociedad en su conjunto, en la búsqueda incansable de los desaparecidos políticos y la defensa de los derechos humanos. Simboliza para quienes no claudican una validación hacia aquellos que llevan años en la lucha y la búsqueda de las víctimas de la Guerra sucia en los años 70, del 2 de octubre del 68, o el “El Halconazo” del 10 de junio de 1971, así como eventos tan dramáticos como la matanza en Tlatlaya o la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa, y tantos otros más que, actualmente, aún sin nombre, son también víctimas.

La medalla Belisario Domínguez, fue recibida por su hija Rosario Piedra Ibarra, mientras que su hija Claudia Piedra Ibarra dio lectura a un mensaje. En este, Doña Rosario pidió al presidente Andrés Manuel López Obrador “custodiar” la presea hasta que se esclarezcan las desapariciones. Lo anterior es muy simbólico, muy poderoso, y representa un gran compromiso para este gobierno: el no permitir que la impunidad siga siendo el sello que marcó a este país por décadas y décadas. En las manos del gobierno federal queda la resolución de la desaparición forzada en México de la primera ola guerrillera socialista y detener las desapariciones de esta época. ¿Cuál será su decisión?