Fue en 1889 cuando el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional acordó celebrar el 1º de mayo en homenaje a la huelga iniciada tres años antes por los trabajadores de Chicago, ciudad que se encontraba en ese momento en el auge de la industrialización estadounidense. Desde entonces, tal día debe ser recordado para conmemorar la lucha caracterizada por el fervor emancipador de sublevarse a las políticas liberales que lideran los gobiernos capitalistas, en las que el monopolio comercial subyuga a los trabajadores dejando en último plano al ser humano.

Cada año se conmemora el Día Internacional del Trabajador en homenaje a los “Mártires de Chicago”, como se recuerda a un grupo de sindicalistas anarquistas que fueron ejecutados en 1886 en Estados Unidos por realizar un reclamo laboral. Pero este día debe ser una jornada de recordación por los cientos, por los miles de trabajadores que dieron su vida para conquistar derechos; en Argentina debemos recordar la Semana Trágica, ocurrida en la segunda semana de enero de 1919, cuando durante una prolongada huelga declarada en reclamo de mejores condiciones laborales en la fábrica metalúrgica Talleres Vasena, cientos de personas fueron asesinadas en Buenos Aires.

Debemos recordar a los trabajadores rurales que reclamaban mejoras laborales y salariales en la Patagonia en 1921, cuando fueron fusilados un número indeterminado de ellos, con cifras que hablan de entre 300 y 1.500 obreros muertos. Debemos recordar a Felipe Vallese, un obrero metalúrgico secuestrado por un grupo policial en 1962 y luego desaparecido; con él recordamos a Atilio Santillán, Agustín Tosco, René Salamanca, Jorge Di Pascuale y tantos nombres que la historia no ha registrado.

En el caso de la provincia del Chaco, en necesario sacar del olvido a los originarios pobladores y trabajadores de este suelo. El prejuicio acerca de la poca relevancia de los obreros de origen indígena y su contracara, el no considerar a los indígenas como obreros, tiene una larga tradición en la Argentina, olvidando a los trabajadores de los ingenios azucareros, de los obrajes forestales, de las minas, todas ellas regadas con sudor indígena.

Sin embargo existen referencias a obreros de ese origen, reclamando por sus derechos, en épocas tan tempranas como la primera década de este siglo; no en aislados parajes del Chaco sino en plena ciudad de Buenos Aires e integrados a las luchas obreras. El 1º de mayo de 1904, una manifestación obrera de cincuenta mil hombres en Buenos Aires asume proporciones inusitadas y son reprimidos por la policía; entre los muertos se encuentra un indígena apellidado Ocampo, nacido en el

Chaco.

Hoy, en momentos de pandemia, se debe rendir homenaje a todos aquellos trabajadores que están poniendo el cuerpo y la vida enfrentando esta enfermedad, los que, aplaudidos cuando están lejos, son discriminados cuando están cerca. Se debe recordar a los luchadores por los derechos obreros, sin olvidar que el mejor homenaje es aunar esfuerzos con los pequeños productores familiares, con las pequeñas y medianas industrias, con los trabajadores desocupados e informales, con todos los movimientos sociales progresistas para construir y reconstruir una sociedad que nos reconcilie entre los seres humanos y entre estos con la naturaleza.

Ahora más que nunca, es el momento de la unidad, caso contrario quizás no tengamos otra oportunidad sobre la tierra.

 

Gerardo Roberto Martínez. Quitilipi (trabajador rural del Chaco); 30/04/2020