Una mujer de 32 años, madre de dos niños pequeños y trabajadora en la fábrica de camiones IVECO, se ha ahorcado después de viralizarse en su centro de trabajo un vídeo sexual que ella había grabado algunos años antes. Alguien –parece que un ex amante frustrado– la traicionó de esa forma rastrera; mucha gente se envileció difundiendo esas imágenes; y ella no pudo soportar tanta presión, tanta mirada sucia, y optó por el suicidio. Así es como internet, y sobre todo las llamadas “redes sociales”, potencian algunos de los peores rasgos de los seres humanos (y más aún en el caso de los varones, dentro de la brutal cultura patriarcal que padecemos).[1]

 

[1] En el diario digital Público se subraya que “IVECO ignoró a la mujer que se suicidó tras la difusión del vídeo sexual y no activó el protocolo de acoso”, 29 de mayo de 2019.