Nuestra forma de habitar en las ciudades y la estructura misma de éstas es problemática ya que las ciudades a nivel mundial ocupan sólo el 2% de la superficie terrestre y, sin embargo, consumen dos terceras partes de la energía mundial al tiempo que emiten aproximadamente el 80% de las emisiones de GEI.

Las ciudades actuales y nuestra forma de habitarlas resulta insostenible en términos ambientales, de clase y de género. El grado de consumo de los habitantes de mega urbes es mucho más alto que de cualquier habitante de las afueras, y la cantidad de productos agrícolas necesarios para abastecer a las ciudades resulta exorbitante, sobre todo tomando en cuenta que dentro de las ciudades casi nunca se produce lo que se consume en términos alimenticios, la mayoría proviene de las afueras. La movilidad en ellas no es sostenible y sus implicaciones son desiguales.

La visión de las problemáticas urbanas ha tenido un enfoque feminista casi nulo. Urbanistas como el colectivo español Col.lectiu Punt 6 plantean que la movilidad de las mujeres con respecto a sus actividades en la ciudad es poligonal, es decir, casa-escuelas- hospitales-mercados-centros de trabajo-casa. El trabajo reproductivo y de cuidados, que no es exclusivo pero sí mayormente hecho por mujeres, implica una mayor movilidad, por tanto, las ciudades resultan peligrosas en términos de salud y seguridad para quienes más las caminan, es decir, para las mujeres. Las ciudades han sido edificadas en términos patriarcales, no ecológicos, casi inaccesibles, habilitando una periferia caótica y compleja.

En México, entre 1990 y 2015, las emisiones de CO2 han crecido más del 50%, la generación de residuos sólidos y aguas residuales industriales 44% y se perdieron alrededor de 6.3 millones de hectáreas de bosques y selvas. La extracción de metales creció alrededor de 62.5%. Al igual que en el resto del mundo, la población mexicana ha tendido a la urbanización, las 59 zonas metropolitanas en México albergan 68.1 millones de personas, el 56.98% de la población nacional, siendo la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) la más poblada con 20.8 millones de habitantes.

El desarrollo humano ligado al grado de urbanización influye directamente sobre el nivel de consumo de energía y de agua, en ese sentido es que el 53% de la superficie nacional no cuenta con impactos detectables de actividades humanas ligadas al consumo energético e hídrico, mientras que el 11% del territorio nacional donde se encuentran los principales centros urbanos tiene el nivel más alto de huella humana.

El 60% de la superficie de la Ciudad de México cuenta con huellas humanas altas, es decir, un número elevado de transformación de los ambientes físicos y de los ecosistemas por efecto de actividades humanas. En la Ciudad de México se generan 22 millones de toneladas de CO2 anualmente, donde el 81% de estos se produce por los medios de transporte. Según el Inventario de emisiones de la CDMX, el aire en la ZMVM se contamina, principalmente, por el uso de transporte y por la actividad industrial. En el caso de Toluca de Lerdo, el sector transporte es el que aporta la mayor cantidad de emisiones de GEI, seguido de las industrias manufactureras y de las industrias de la energía; entre las tres se genera más del 80% de emisiones en la entidad a partir de la gasolina, el gas natural y el gas LP. El alto grado de industrialización en el Valle de Toluca ha provocado que se instalen más de 2 mil 500 industrias que trabajan todos los días del año sin parar; las fábricas descargan sus aguas residuales tóxicas y gases contaminantes, lo cual ha generado graves problemas ambientales reflejados en cambios bruscos de temperatura, mala calidad del aire, contaminación de ríos, basureros al aire libre y enfermedades.

Por otro lado, Puebla ocupa el tercer lugar de zonas metropolitanas más contaminadas del país. De acuerdo con el INEGI, las industrias automotriz y textil, al ser las más importantes en el estado, son las que contribuyen de manera directa a la baja calidad del aire en la ZMVP. Las formas en las que empresas como Volskwagen se disfrazan de verde es a partir de comprar bonos de carbono al tiempo que utilizan bombas antigranizo para evitar daños a su producción automotriz en época de lluvias, cosa que ha afectado de manera grave a lxs campesinxs aledaños, pues la cosecha se desequilibra a partir de la geoingeniería de dichas empresas.

Las ciudades imposibles que sigue creando el llamado ‘desarrollo económico’ son una ilusión insostenible. Un ejemplo de ello es Dubai, sumamente admirada en el contexto global de ciudades de hiperdesarrollo. Con unos 105 edificios de más de 200m de altura, incluido el rascacielos más alto del mundo (828m) y centros comerciales abiertos las 24 horas del día, que tienen centros de esquí techados y campos de golf que emergen en medio del desierto, Dubái, en Emiratos Árabes Unidos, es una de las ciudades con mayor huella ecológica por habitante del planeta. También es donde el consumo de energía crece a un mayor ritmo, a un 15 % anual cuando el promedio global del mundo es del 4 %. Aspirar al modo de vida de Dubai o de cualquier ciudad de ese tipo es una ilusión insostenible ambientalmente pero, sobre todo, un peligroso proyecto que atenta contra la vida. Debemos detener a los grandes rascacielos, los grandes desarrollos comerciales urbanos y a las ciudades imposibles del mercado.

* Fragmento del MANIFIESTO: LUCHEMOS DESDE LAS CIUDADES CONTRA LA CRISIS CLIMÁTICA. RED COMUNAL. septiembre 2019.