Soy trabajadora en lo que antes se llamaba Instituto de la Senectud, hoy en día denominado INAPAM. Al comienzo del actual sexenio, me encontraba laborando prácticamente sin derechos laborales. No tenía vacaciones, no tenía contrato de trabajo (ni colectivo ni individual), me pagaban cuando querían, después de la fecha quincenal, lo que me obligaba a tener que conseguir dinero extra para poder satisfacer las necesidades más urgentes de mi familia, es decir el alimento diario para sobrevivir y para el transporte que usaba todas las mañanas y tardes para ir y venir del trabajo.

No tenía derecho a la seguridad social, incluyendo a la salud, si me enfermaba tenía que ir a trabajar enferma pues, además de la presión por conservar el trabajo, estaba a discreción de mi jefe inmediato la posibilidad de despido o la reducción de mi salario quincenal. No cotizaba ni tenía derecho a ninguna ventaja que tuvieran mis demás compañeros al servicio del Estado, en fin me explotaban a su gusto.

Con la llegada de la nueva administración algunas cosas mejoraron. Me aseguraron, junto con mi familia, al ISTTE lo que permitió la atención y cuidados mínimos en el renglón de la salud, y, lo más importante, me otorgaron mi nombramiento e inicio de mi proceso de basificaciòn. Además se regularizaron los días de pago (antes quedaban a la buena voluntad de la empresa privada que me contrató y prestaba servicio para la limpieza del edificio donde laboraba).

Nunca he estado sindicalizada. El sindicato del INAPAM no ayuda a los trabajadores solo beneficia a unos cuantos y a las autoridades. No compartimos los mismos intereses. Los trabajadores tenemos que aprender a valernos por nosotros mismos, a pesar de que existen algunos casos donde la autoridad ha beneficiado a unos cuantos empleados, cada uno de nosotros tenemos que aprender a negociar con las autoridades administrativas y sindicales, pues todos nos ven con el símbolo del dinero en nuestras frentes y nada más buscan beneficiarse ellos mismos. Con la crisis de salud de nuestro país, circularon muchas informaciones contradictorias en la radio y la televisión, que provocaron más dudas que aclaraciones de hechos, la más de ellas a favor o en contra de lo que hacía e hizo el Presidente López Obrador, sembrando dudas y cuestionamientos a lo que hacían las autoridades.

En lo que se refiere a nuestro caso, se reunió a todos los trabajadores administrativos y de servicios y se explicó lo que se había decidido hacer para detener los probables contagios, en particular porque trabajamos con adultos mayores, así como la necesidad de parar un mes las actividades laborales con goce de salarios para evitar la extensión de la epidemia. La medida fue bien aceptada y aprobada por todos los sectores del INAPAM. Sin embargo, las autoridades no fijaron ninguna fecha para el regreso a las actividades normales. No sabemos cuándo tendremos que regresar al trabajo y comenzamos a vivir una cierta zozobra en cuando a qué ocurrirá en el futuro, si regresaremos al trabajo o si es el primer paso para decirnos que nuestros servicios no son necesarios y quedemos en el desempleo, a pesar de que muchos de nosotros ya pasamos o estamos cerca de cumplir los cincuenta años de edad y sería muy difícil poder conseguir otro trabajo.

Por las condiciones que laboramos, poco me relacionó con otros trabajadores de mi ramo o de las oficinas donde desempeño mis tareas, cada quien ve para su santo, poca solidaridad existe entre nosotros, predominando las actividades e intereses individuales.