Ahí anda de nuevo el helicóptero dándole vueltas y vueltas a la casa,

horas y horas, no para nunca

el asedio, ahí anda

todavía entre las nubes el moscardón con esa orden

de lo alto gira que gira olfateándonos

hasta la muerte.

Lo indaga todo desde arriba, lo escruta todo hasta el polvo con sus antenas

minuciosas, apunta el nombre de cada uno, el instante

que entramos a la habitación, los pasos

en lo más oscuro del pensamiento, tira la red,

la recoge con los pescados aleteantes, nos paraliza.

Máquina carnicera cuyos élitros nos persiguen hasta después

que caemos, máquina sucia,

madre de los cuervos delatores, no hay abismo

comparable a esta patria hueca, a este asco

de cielo con este cóndor venenoso, a este asco de aire

apestado por el zumbido del miedo, a este asco

de vivir así en la trampa

de este tableteo de lata, entre lo turbio

del ruido y lo viscoso.

 

 

Gonzalo Rojas (Chile)

* Aplicable al dron de nuestro mal tiempo.