En un mundo en catástrofes creadas por un capitalismo rapaz, las elecciones estadounidenses agregan tensión con su doble amenaza de continuar al interior la ola racista y fascista del gobierno de Trump, además de las intervenciones directas contra los pueblos y la amenaza que pende sobre Venezuela, la situación en México no vislumbra salidas de contención efectivas a la pandemia del virus y a las de la pobreza, el desempleo y el crimen sombre la población inerme.

A pesar de los discursos optimistas del presidente solo se recuperan sectores de punta del capital transnacional y financiero con ganancias por la vía de despidos, aumento de la intensidad y cargas de trabajo, descuento de salarios, robos de los fondos de retiro y despojo de derechos y bienes comunes del pueblo en el campo y en las ciudades.

Las secretarías de Hacienda y Economía reconocen la más dura crisis para 2021, solo comparable con la mundial del 29 al 32 del siglo pasado. El gasto del Estado seguirá restringido, primero para asegurar los gastos por la pandemia de Covid 19 y sus secuelas, que da ganancias a las grandes farmacéuticas y las ramas de informática y telecomunicaciones beneficiadas por el teletrabajo, la venta en línea y ahora por la seudoeducación por tele y redes sociales. La competencia mundial del capitalismo por la producción distribución y venta de vacunas, drenará los ingresos fiscales hacia las empresas que ganen la carrera por mercantilizar la contención del virus, pues no parece probable a corto plazo su anulación.

Ademas, el gasto crecerá hasta un 18 % para el pago de una deuda que si no crece con nuevos préstamos, si lo hará en los intereses, no sólo por las devaluaciones esperadas, sino por el encarecimiento de los pagos a créditos acumulados. Tambipen se gastarán los escasos impuestos para pagar las pensiones o más bien fondos de retiro que engordan a las Afore y bancos intermediarios en el manejo de las compensaciones por abajo del mínimo que se dan para apenas paliar el empobrecimiento absoluto de la población de edades mayores o sin empleo formal.

Finalmente el dinero seguirá fluyendo hacia los megaproyectos casi todos militariados que despojan a comunidades y barrios y enriquecen a grandes compañías locales y extranjeras como son el Tren “maya” y el canal transístmico; el aeropuerto de Santa Lucia; los gasoductos en el norte y centro del país; la refinería de Dos Bocas en Tabasco; los megaproyectos de carreteras, puentes y especulación urbana, en el Valle de México y otras mega ciudades.

La optimista y demagógica apreciación de lo que el campo exportador ofrece al país, contrasta con el despojo de la agricultura campesina y comunal que son las que dan empleo y alimentos. Los elogios a migrantes que envían remesas a sus familias, se contradicen con el escaso recurso público y privado para mantener el empleo y los ingresos en regiones abandonadas por la gente expulsada del país por un mercado de trabajo precario, y atraida por el “sueño americano”.

En medio de la catástrofe económica, social y sanitaria, se agudiza la delincuencia y el crimen autorizado que hace presa a la población de bajos y medianos ingresos, y que lleva fuerza de trabajo hacia los cárteles y grupos paramilitares que encuentran en la economía de la violencia un nicho, inseguro y de corta vida, para quedar al “amparo” del crimen y servir de control de la población que lucha por sobrevivir o resiste a los megaproyectos que la despojan.

Esos crímenes son una guerra al pueblo inerme, con la paramilitarización y militarización del país de costa a costa y de frontera a frontera. En este 2020 han aumentado los golpes selectivos contra luchador@s sociales y los proyectos autónomos de vida en las comunidades rurales y barrios, así como los acosos y ataques a mujeres y jóvenes. Quien resiste activamente y se articula logra defender bienes comunes, derechos y vidas.

La construcción de redes se da apuradamente contra los megaproyectos, crecen las redes contra desapariciones, desplazamientos y feminicidios. Se crean frentes y coordinaciones de trabajadores. de la salud y la educación en defensa de los servicios que se han desmantelado por el neoliberalismo y las ofertas a los monopolios televisivos, farmacéuticos y comerciales, estas y otras expresiones de luchas dispersas buscan el autocuidado, y la defensa de la vida autónoma, colectiva y digna. Con ellas actúa una militancia social y política que no confía, que se autocrítica, que denuncia y organiza la resistencia a la simulación y al capitalismo y patriarcado depredadores.

El año 2021 de crisis profunda no debe encajonarnos en la cadena electorera: la resistencia social y política crece cuando luchamos con cabeza propia, desde abajo y hasta las últimas consecuencias.