La sociedad parece moverse en mundos paralelos y cada uno de ellos pareciera ajeno a los demás. Esto afirman compañeros que analiza los cambios que ha descubierto esta crisis múltiple en la que el capitalismo global ejerce su dominio probando vías psicológicas y cibernéticas para fortalecer su guerra contra los pueblos y la vida del planeta en su desmedido afán de riquezas y de poder. Los sujetos sociales somos subordinados al capitalismo patriarcal, depredador y racista, pero el poder del gran capital financiero se ha decantad ya no solo por las relaciones de producción y de poder económico-político, sino por medio de un callado e implacable avance de la tecnología psicocibernética que raya en lo inimaginable.

Hay quienes consideran que el clásico antagonismo de la lucha de clases, se podría convertir en la lucha de la sociedad crítica (pensamiento, saberes y sentires), contra el control implacable de la tecnología que controla mentes y cuerpos a su antojo y sin que este sometimiento se haga tangible, o mucho peor, que haya masas de población que lo solicitan como medida de protección y hasta de normalización de la vida que el mismo capital enferma, mata y depreda.

El dominio psico cibernético sigue siendo el dominio de capitalismo global y de la clase capitalista internacional contra clases y pueblos “subalternos”. El antagonismo que marca la destrucción de la vida sana y el bien común armónico con la naturaleza, se puede resumir como la lucha irreconciliable entre el sistema capitalista patriarcal contra la Vida Toda (la de la naturaleza en general y la del trabajo vivo de hombres y mujeres) como lo reconocen la memoria de los pueblos y sus pensadores críticos.

Para la defensa de la vida nos falta aprender y hacer. Persiste la separación de los movimientos alternos del combate del asalariado.

Esta crisis que alarga la pandemia del COVID-19 arroja la lección que atrás de ella están las múltiples facetas del desastre ecológico mundial capitalista y la vida de la población está en juego a una escala planetaria. El movimiento revolucionario necesita inscribir el problema ecológico en el centro de sus preocupaciones y actos: unatransformación ecosocialista.

Es evidente que resultó imposible prevenir la actual pandemia porque las investigaciones científicas realizadas a partir de pandemias anteriores se abandonaron. La investigación pública se vió restringida por la austeridad presupuestaria, más severa después de la crisis de 2007-2009, que llevó a la supresión del escaso financiamiento público a nivel nacional como internacional.

Igual sucedió con el desmantelamiento de los servicios de salud y la seguridad social, de

los escasos cuidados a ancianos, infantes y el empobrecimiento y manipulación de la educación y las culturas.

Ante esto desde abajo crecen la actividad autónoma y la decisión de algunos sectores del pueblo de recuperar las formas ancestrales y contemporáneas de ayuda mutua, de autocuidado, reciprocidad, así como la creatividad para no aislarse manteniendo la distancia sanitaria.

El capital y sus Estados han priorizado normalizar las cadenas mundiales de la producción, del comercio y de la conexión desinformante y de control de las poblaciones. Los gobiernos sean fascistas, liberales o progresistas, han dispuesto salvar al capital poniéndole un paraguas financiero: garantizar o respaldar préstamos que las empresas contrataron; aplazar los plazos de pago y no subir impuestos y cotizaciones sociales; asumir parcialmente el costo del paro técnico obligado de sus asalariados o dejando que les descuenten de sus salarios; subvencionar a las empresas y a algunos hogares. Esto es desigual de país a país, según la fuerza popular, pero ha tropezado con la austeridad en el gasto social y en la inversión pública. Así pagan, si no la deuda, sí sus intereses que van en aumento. Tal crisis del Estado y el hambre obliga a millones de trabajadores en el mundo a retornar a las empresas mal llamadas “esenciales”. En realidad son los trabajadores los esenciales y recuperan sus ocupaciones bajo el riesgo de contagio. Las protestas tienen en primera línea a quienes trabajan en la salud, y en menor proporción a quienes operan en ramas internacionales como, maquilas y ensambladoras, minería, construcción, comercios y servicios y trabajo agrícola con migrantes.

Las protestas no han logrado unir suficientemente los centros de trabajo con los de vivienda, comunidad y barrio. Necesitamos aprender a resistir en colectivo, a romper el aislamiento social protegiendonos, actuar coordinados obreros, trabajadores de salud y educación, ecologistas, comerciantes, ambulantes, pueblos originarios, jóvenes, mujeres, LBGyT, intelectuales, artistas y defensor@s de derechos humanos, etc., todas luchando contra el racismo, la militarización de la vida y la violencias.

Quienes han levantado la voz en el mundo y desafían el control saliendo a la calle y rompiendo el virtual estado de sitio global, requieren atraer a obreros de maquilas y automotrices, que piden o admiten que se les recluya en casa o en sus trabajos, vaya paradoja... Hay un amplio campo por andar, que implica abandonar estrategias y tácticas gremialistas y localistas para unir fuerzas y poder enfrentar o escapar de la hidra capitalista y su eficaz instrumento de control cibernetico-5G, que provocando miedo, se ha vuelto mucho más eficaz, para la brutal explotación de la fuerza de trabajo.