En días recientes han aparecido varias noticias en las que el fuego tiene un papel importante, diciendo mucho de quienes lo provocan y de los sentidos que se desprenden de las escenas incendiarias. Una mirada breve a tales hechos nos permitiría comprender tales hechos desde esta perspectiva, e identificar las posibles causas en el contexto actual.

Incendian casa y auto de enfermeras en Yucatán

Las enfermeras dormían cuando dos sujetos prendieron fuego a la casa donde habitan estas dos trabajadoras de la salud junto con una menor. Las autoridades descartan que el móvil de tal acción sea la profesión de las mujeres, pero en días recientes el miedo se ha expresado en actitudes irracionales motivando a algunas personas a rociar con cloro e incluso agredir al personal de salud por su labor en favor de quienes padecen COVID-19. El miedo irracional se transforma en odio hacia quienes combaten la pandemia.

Fuego termina con 100 hectáreas de Biosfera de la Mariposa Monarca en Michoacán

Después de 5 días de combatir el incendio en el Cerro del Cacique, 300 ejidatarios logran apagar el incendio, en una zona donde talamontes y narco hacen de los bosques parte de su negocio, deforestando para vender madera y luego ocupar esas tierras para el cultivo del aguacate. Los ejidatarios denuncian el abandono de autoridades federales y estatales en materia de combate a los incendios.

Estudiantes del CCH Sur queman mobiliario escolar en la vía pública

Al sur de la Ciudad de México, un sector de los estudiantes que mantienen tomadas las instalaciones del CCH Sur prendieron fuego a mesas, sillas y otras piezas además de una motocicleta, evitando que bomberos y personal de Protección Civil s e ac e r c a r a a sofocar el fuego. El grupo estudiantil dijo que realizó tal acción par a conmemorar la desaparición de un grupo revolucionario estudiantil colombiano en 2014. Una pequeña barricada en llamas asustó a vecinos y medios sensacionalistas.

Minneapolis en llamas tras la muerte de George Floyd a manos de la policía

Después de la terrible imagen de un policía apoyando su rodilla sobre la nuca del ciudadano afroamericano, George Floyd, quien sometido y con ojos desorbitados grita que no puede respirar, la siguiente imagen que recorre el mundo es la de varios edificios de Minneapolis incendiados, entre ellos un edificio de policía, porque el coraje de la población ha tomado un curso fuera de lo esperado. Trump desde su cuenta de Twitter advierte que enviará la Guardia Nacional si las cosas no regresan a la normalidad: “si los saqueos continúan, los disparos comenzarán” amenaza.

Después de leer estas noticias parece que el fuego es usado con un doble propósito: como olvido y como recuerdo. Es usado irracionalmente para olvidar la realidad de una pandemia, atacando a quienes evitan la propagación del virus, porque si con él elimina al personal de salud “ya no hay quien contagie alrededor”, es la lógica promovida por el rumor y desinformación.

El fuego esparcido como olvido que se disemina por las zonas boscosas y selváticas apuesta al lucro a toda costa aprovechando la poca actividad de las comunidades y sociedad en general. El capital apuesta a las heridas ecológicas y su olvido como forma de progreso para las comunidades, ya sea por mecanismos oficiales o criminales.

Pero el fuego también dice otras cosas. Enfatiza y reitera a los desaparecidos, a los muertos en manos de un sistema decadente, injusto, racista, clasista, etnocida y ecocida. El fuego en manos de los agraviados es justicia y memoria. Las llamas expresan la indignación y rabia de quienes han perdido sus derechos, seres queridos, territorios, salud y aspiraciones, o quienes, como en Ecuador y Chile recrean sus revueltas contra el sistema opresor. El fuego en este contexto es coraje que rompe el miedo al contagio y es reclamo del espacio público, es reapropiación de éste frente al poder que exige obediencia y sumisión, pero eso se acabó.

 

Oscar Ochoa