Oscar Ochoa

 

Asistimos a la nueva configuración geopolítica del tipo 11 de septiembre. El miedo, nuevamente impulsado desde los cuarteles generales de los Estados nacionales, obliga a modificar los protocolos de seguridad interna y externa; se despliegan los ejércitos mediáticos y médicos para mantener a la población mundial bajo un estado de alerta preventiva, en tanto que desmovilizan y prohíben la reunión de grandes grupos humanos.

La factibilidad de una guerra epidemiológica contra la población mundial cobra sentido mientras los gobiernos llaman a la tranquilidad y la sensatez, al tiempo que el número de infectados y muertos crece en los hospitales, y contienen con menos recursos y más problemas a esta población. ¿Podrían agudizarse los asesinatos de pobres, ancianos y disidentes? Posiblemente. Bajo esta contingencia han continuado los asesinatos y desapariciones de defensores de los derechos humanos y del medio ambiente, así como la represión a quienes defienden el territorio y la vida. Una crisis en derechos humanos jamás imaginada, según una relatora de derechos humanos. Es así como avanzan en tierras del sureste mexicano el mal llamado Tren Maya y el Corredor Transístmico entre Oaxaca y Veracruz y el nuevo aeropuerto de Sta. Lucía, entre otros.

¿Cuáles son las posibles salidas de esta pandemia? La emergencia de Estados fascistas con sutiles estrategias de control poblacional puede ser una de ellas. El miedo provocado por la pandemia, la falta de alimentos y bienes básicos, las revueltas y los saqueos: todo ello es advertido en el imaginario colectivo como nubes negras en el horizonte y, sin embargo, el miedo es dosificado a través de los discursos de funcionarios que detentan “el conocimiento” y señalan que el encierro y el aislamiento es por nuestro bien, que los estragos pronto pasarán y que pronto regresaremos a la “normalidad”. Entre más férreos los medios de control, más sutil su forma de aplicación: he ahí el peligro.

Justamente esa normalidad previa a la pandemia, una normalidad de consumo sin fin, y de explotación y despojo para la mayoría, basadas en la voracidad de un sistema que atenta contra la Naturaleza y el ser humano, es el problema. Los gobiernos vaticinan que pronto se reactivará la economía y que en breve podremos hacer nuestras vidas con toda normalidad, pero los de abajo sabemos que el capitalismo prepara una vuelta de tuerca en lo político, posiblemente con formas de control más férreo, donde el saber médico se articule a miedos, reclusión, tortura y muerte para los que ellos consideran “desechables”, aquellos que no pueden pagar el costo de la hospitalización o quienes se muestren inconformes con un régimen de hiperconectividad con la tecnología 5G (Quinta Generación).

La Naturaleza está respondiendo a la degradación de su entorno, pero algo que nunca pensamos desde los parámetros de una civilización que privilegia la comodidad sobre la ecología, es que el equilibrio que posiblemente esté efectuando el mundo natural sea la desaparición de los grandes asentamientos humanos concentrados en las ciudades, y nuestra única salida sean los pequeños poblados donde una economía en equilibrio y armonía con la Naturaleza permita nuestra continuidad como especie y como planeta.

Ahora vemos que no somos lo que tantas veces nos repetimos desde nuestro antropocentrismo exacerbado por el consumo: la cúspide de la evolución o los hijos consentidos de un dios que convenientemente, lo hemos hechos parecerse a nosotros. No. Somos tan sólo otra especie animal que puede extinguirse como tantas otras y nuestros restos, junto con los de las civilizaciones, se fosilicen en el vientre de la Madre Tierra. Un buen golpe de realidad para ubicarnos en nuestra justa dimensión es el mejor remedio para tanta soberbia inyectada desde los medios y la política actual. Es necesaria una cosmo-política parecida a la de los pueblos ancestrales, que tratan con dignidad al cielo y el mar, la montaña y el río, el bosque y los animales, porque nuestra animalidad es también la base de la humanidad que hemos perdido en los excesos de la vida moderna.