La incapacidad para amortiguar un ciclo económico negativo en México por parte de los gobiernos neoliberales priistas y panistas tuvo como efecto el descontento social, que permitió por necesidad (control social) y oportunidad (partido nuevo) que se eludiera temporalmente los fraudes electorales y ascendiera un gobierno con promesas progresistas.

A un año de esos cambios, México se encuentra con un resultado económico que expresa de nueva cuenta la contradicción entre las palabras y los hechos: por primera vez en una década cae en 0.1 por ciento la producción nacional, por caídas en la producción y la inversión industrial y de servicios.

Los empresarios dijeron hallarse en la incertidumbre básicamente por dos motivos: 1. ¿Este sería un gobierno que estatalizaría la economía, restando ganancia a las empresas al aumentar gasto social, impuestos y salarios que afectarían sus ganancias inmediatas? y 2. ¿El manejo de las finanzas sortearía los ajustes comerciales, laborales, migratorios y ambientales con el Tratado México, Estados Unidos y Canadá, (que incluye el manejo de la deuda, las tasas de interés y los cambios y sanciones por una mano de obra extremadamente barata para empresas radicadas en México)?

La respuesta es que el gobierno ha hecho todo lo posible por beneficiar a los empresarios: no aumenta impuestos; los salarios mínimos aumentan para que crezca el mercado interno pero no crecen los contractuales; la deuda se sigue pagando con enormes intereses, solo se posponen los pagos de sus abonos; las tasas de interés y la moneda se mueven al son de los Estados Unidos; y se da prioridad a los megaproyectos, incluso pagando grandes indemnizaciones a los proyectos finalizados como el nuevo aeropuerto en Texcoco. A eso se agrega una apetitosa bolsa de ganancias para las Afores y los bancos y aumentando la bancarización de la economía,(más pagos digitalizados o por tarjeta).

En cuanto al T-MEC ya firmado por México y Estados Unidos, y disciplinado al mandato de detener el paso de los migrantes, así como las opciones de explotar yacimientos de litio y de petróleo por inversores extranjeros, asociados con grandes capitales locales, todo ofrece “un respiro” a quienes lloraban su incertidumbre.

Pero aunque ganan, quieren mucho más

Los 6 más ricos entre los ricos del país cuentan con fortunas ligadas a la privatización del aparato productivo del Estado, al usufructo de los bienes y recursos, a las concesiones gubernamentales, los jugosos contratos públicos, los beneficios fiscales, la corrupción y la impunidad. Ellos son: Carlos Slim, con una fortuna que llega a 67 mil 200 millones de dólares, es decir un aumento de 4 mil 200 por ciento desde que lo hicieron dueño de Telmex. Otro es Germán Larrea, en 1994 su padre, Jorge Larrea Ortega apareció en la lista con mil 100 millones de dólares; en 2018, su hijo acumula 16 mil 500 millones de dólares (mil 500 por ciento de aumento en 24 años).

Luego está Alberto Bailleres González quien posee uno de los mayores consorcios mineros Peñoles, y –como Slim y Larrea– está metido en el negocio petrolero. De 1994 a 2018 su fortuna pasó de mil 900 a 6 mil 900 millones de dólares. Ricardo Salinas Pliego (TV Azteca) apareció en Forbes (1994) con mil 200 de dólares; en 2018 reportó 14 mil 500 millones (mil 200 por ciento más en 24 años). Aparecen también Eva Gonda viuda de Eugenio Garza (7 mil 300 millones de dólares) y María Asunción Aramburuzabala (5 mil 700 millones), hija de Pablo Aramburuzabala, Grupo Modelo).

Aunque no aparecen por su nombre personal, en plena recesión económica en 2019, los grupos financieros, solo uno de ellos con propietarios mexicanos, obtuvieron ganancias de 8.5 %, si bien con menor celeridad que en años anteriores.

¿No que eran primero los pobres?

El estancamiento y caída de la producción, del empleo y de las inversiones no puede paliarse siquiera con los programas sociales para jóvenes, mujeres y viejos. Esto significó programas sociales clientelares que destruyen o debilitan la negociación colectiva al dar individualmente las prestaciones para grupos focales (estrategia neoliberal) y hace dependientes a las personas de las “ayudas” estatales. Junto a ello la austeridad trajo recortes de personal, no solo de confianza (de hecho siguen muchos funcionarios de los anteriores). Lo peor ha sido que en 2019 hubo un subejercicio del presupuesto y no se cumplieron metas de inversión, empleo y programas educativos de salud y vivienda (esto es evidente en los retrasos y ataque a los derechos de trabajadores del estado y de institutos de educación superior).

Los ganones refuerzan su poder, pero como los cerdos quieren mamar echados. En cambio, el pueblo o se prepara y organiza o la recesión le arrancará lo poco que le queda.