Curiosa y deliberadamente críptico fue el mensaje que pronunció el papa Francisco I el pasado domingo, durante la celebración de una misa en la basílica de San Francisco I, en Italia.
 Ante el colapso sistémico que se ha producido con motivo de los efectos de la pandemia, Francisco I manifestó lo que es una evidencia: que las "teorías mágicas" del "capitalismo de mercado" -¿existe algún otro?- han fracasado.
 No es cierto, sin embargo, que el papa proclamase, 'urbi et orbi', que "el capitalismo ha fracasado", tal y como se han encargado de difundir en grandilocuentes titulares los medios del llamado ámbito "progresista", afines a las propuestas socialdemócratas favorables a un pretendido capitalismo de "rostro humano".


 ¿QUÉ DIJO REALMENTE EL PAPA FRANCISCO I EL DOMINGO?
 Lo que verdaderamente dijo el papa argentino fue que la pandemia había confirmado su creencia de que las instituciones económicas y políticas deberían ser "reformadas" y que lo que él denominó como la actual "clase política" debería ser sustituida por otra, que fomente "el diálogo y la solidaridad y rechace la guerra".
 Si el papa Francisco I deseara realmente la desaparición del capitalismo le hubiera bastado con pronunciarse claramente a favor de ello, en lugar de recurrir a movimientos de despiste con propuestas de "reformas" y "cambios de fachada" de un sistema que, por contradictorio y altamente peligroso para la sobrevivencia de la especie humana, no admite ningún tipo de maquillajes.
 En su mensaje dominical el papa no se pronunció siquiera por el "reemplazo" de las clases poderosas que detentan el poder económico, sino tan solo por una peregrina sustitución de los políticos que representan los intereses económicos de dichas clases en las instituciones. O sea, por la necesidad de aplicar el conocido principio lampedusiano: cambiar algunas cosillas por aquí y por allá, para que esencialmente nada cambie.
 En el discurso papal del domingo no hubo, pues, la más mínima novedad con respecto a los ambiguos documentos y encíclicas papales emitidos a lo largo de los dos últimos siglos.


 LA CONFUSIÓN EN EL LENGUAJE Y LOS CONCEPTOS: UN PODEROSO INSTRUMENTO DE DOMINACIÓN
 En estos tiempos, en los que la manipulación del lenguaje y los conceptos ha sido convertida en un peligroso instrumento ideológico para provocar la confusión, hay que ser muy cuidadosos a la hora de analizar los mensajes. Hoy resulta más necesario que nunca desenmascarar los discursos políticamente fraudulentos, cuyo objetivo no es otro que neutralizar los deseos de cambios reales de amplios sectores de la población, tratando de impedir que éstos tomen conciencia de cual es realmente el "estado de la cuestión" y puedan asumir las tareas necesarias para su propia autoorganización.
 Y es que ante la situación por la que está atravesando el planeta, ningún dirigente político actual sería capaz de "vender" ya la idea de que estamos viviendo en el mejor de los mundos posibles. Una afirmación de ese calibre no solo los dejaría en evidencia sino que los desacreditaría definitivamente. Y el papa, en ese sentido, no es una excepción.
 Resulta obvio que el panorama económico y social que vivimos no es públicamente defendible. Ni siquiera sus propios artífices son capaces de justificar la pavorosa depauperización social, el paro masivo, la marginalidad, la falta de viviendas, la ausencia de perspectivas para la mayor parte de la juventud... Esa es la razón por la que una buena parte de los políticos institucionales, como genuinos representantes de las clases dominantes que son, envuelven cuidadosamente en el celofán de presuntas intenciones reformistas futuras un "proyecto de cambio" que nunca acaba de llegar.
 En estos últimos años, incluso algunos destacados políticos europeos ultraliberales, estremecidos por las sacudidas de la última crisis económica capitalista, osaron hablar de una hipotética "refundación del capitalismo". La realidad es que aquellas promesas -como las condenas morales del papa Francisco I- no pasaban de ser meras palabras. Aunque, eso sí, capaces de generar falsas expectativas orientadas a desactivar cualquier propósito de las clases sociales laceradas por los efectos de la crisis, de organizarse con el objetivo de destruir el sistema económico vigente.


 ¿UN "GIRO SOCIAL" EN LA TRAYECTORIA HISTÓRICA DE LA IGLESIA?
 Contrariamente a lo que podrían pensar quienes desconozcan la Historia, los mensajes del papa Francisco I que se pretenden vender como "revolucionarios" no carecen de antecedentes.
 Cuando la clase trabajadora irrumpió con fuerza en el siglo XIX en los países industriales europeos, como consecuencia del vertiginoso desarrollo del sistema capitalista, las encíclicas y mensajes papales se empezaron a mover en el terreno de una calculada ambigüedad. Ya no era cuestión de defender abiertamente y sin rubor, como habian hecho hasta entonces, el indiscutido poder de los Reyes, de la aristocracia y los terratenientes.
 Nuevas clases sociales se habían incorporado al escenario social europeo sustituyendo a las viejas y derrotadas clases feudales. La Iglesia se vio obligada a cambiar parte del contenido de su prédica, sin que por ello olvidara que como institución tenía el propósito de continuar siendo leal servidora de las clases sociales que ahora disfrutaban, en régimen de monopolio, el poder económico y político.
 A partir de entonces, el Vaticano tuvo que atender a un "mercado de clientes" socialmente distintos y con intereses claramente contrapuestos. Por una parte, se encontraba la nueva burguesía ascendente, que había copado el poder de la economía y del aparato del Estado. Por la otra, millones de creyentes y feligreses católicos que, desde la ignorancia y la indigencia económica, continuaban teniendo en la Iglesia a una redentora referencia para un presuntamente venturoso más allá.
 Ubicados ante este nuevo contexto social los papas se empezaron a pronunciar en sus encíclicas y pastorales a favor de indefinidas reformas que, según prometían, convertirían el capitalismo en un sistema "menos malo", difundiendo también la creencia de que tales cambios podrían llegar a través de las apacibles vías de la acción caritativa de los más poderosos hacia los desheredados de este mundo.


 FRANCISCO I: EL PAPA QUE NECESITABA EL VATICANO PARA DESACTIVAR EL PELIGRO DE INSURRECCIÓN EN LATINOAMÉRICA
 El papa Francisco I no sólo no ha roto con esa interesada tradición de la jerarquía Católica, sino que ha tratado de reforzarla utilizando un lenguaje renovado y destinado a provocar impacto en los incautos, que en una sociedad políticamente desarticulada como la nuestra, no son pocos.
 No por casualidad, el nombramiento de Jorge Bergoglio se produjo en un momento en el que la confluencia de una serie de gobiernos progresistas de Latinoamérica -ya entonces en fase de declive por las propias limitaciones de sus proyectos politicos- había propiciado el auge de las fuerzas populares de la región.
 Con la astucia propia de una institución de poder milenaria como es la Iglesia católica, la elección del "primer papa latinoamericano" parecía la más conveniente para intentar desactivar este potencial transformador, reorientando al "rebaño descarriado" hacia el redil y, si era posible, recuperando creyentes de entre los captados por las arrolladoras nuevas iglesias evangélicas.
 Ese contexto político de crisis, y no alguna suerte de milagro divino, es el que permite explicar que un obispo señalado por su complicidad con la dictadura militar argentina y conocido por su rechazo de la Teología de la Liberación se convirtiera, repentinamente, en un prelado supuestamente "izquierdista" y, según la pretensión de algunos, incluso "revolucionario" (https://lahaine.org/eR5S).
 Sin embargo, esta operación con la que El Vaticano buscaba lavarse la cara, y recuperar influencia social tras el papado del reconocido derechista Benedicto XVI, no habría resultado tan exitosa si hubiera contado tan solo con la implicación de los grandes medios de comunicación y las instituciones del establishment.
 A este éxito han contribuido también, de forma decisiva, una buena parte de la "izquierda reformista" latinoamericana y europea que, ocultando incluso el oscuro pasado de Jorge Bergoglio, han contribuido así a sostener la dominación ideológica, política y económica que sigue representando el papa de Roma.