Camilo Salvadó (Investigador independiente)

15/04/2020

 

De Imperios, virus y fantasmas

 

Hace tan solo unos meses, incluso semanas, resultaba inconcebible que “algo” tan pequeño y al parecer tan insignificante como un virus, pudiese generar una profunda crisis, así como bruscos e igualmente profundos cambios en la economía mundial capitalista. Pero así fue. Todo cambió, pero, como veremos luego, nada ha cambiado en realidad.

A excepción de los habitantes de la provincia de Wuhan, en China, hace pocos meses los pobladores de todo el mundo nos creíamos a salvo del llamado “Coronavirus” (SARS 2 o COVID-19). Lo veíamos como un problema muy lejano, algo que empezó y terminaría en China. Pero no fue así. El virus se extendió por todo el mundo, al grado que hoy es llamado “pandemia”.

 

A estas alturas puede resultar un aburrido lugar común –utilizado ya por varios autores de forma facilona– empezar un texto con las palabras “Un fantasma recorre Europa...” o incluso “Un fantasma recorre el Mundo...”. Sin embargo, así es. Junto a la realidad concreta y biológica del Coronavirus, está otra realidad, un “fantasma biopolítico”, si así se quiere.

 

Elegimos hablar de un “fantasma biopolítico” en este sentido: no es real, no tiene una realidad concreta y biológica como el Coronavirus mismo. Por el contrario, este “fantasma biopolítico” está conformado de vagos temores al “enemigo interno”, de un nebuloso racismo reciclado para el siglo XXI y de una pizca de anticomunismo –o en otros casos, de sentimiento “anti yanqui”– de mediados del siglo XX.

 

Ese “fantasma biopolítico” se mueve en el terreno de las “teorías” –a falta de un mejor nombre– que intentan explicar la pandemia, sin lograrlo, como resultado de acciones humanas intencionales. No es este el espacio ni el momento para revisarlas y descartarlas una por una, pero mencionemos de pasada la sopa de murciélago, los castigos divinos, un ataque biológico de parte de un grupo ecoterrorista, del gobierno Chino o bien del gobierno de EEUU.

 

El nebuloso cuerpo de este “fantasma biopolítico” está conformado por un bizarro desfile de delirantes teorías de la conspiración, dentro de las cuales francamente lo único que hizo falta fue acusar del Coronavirus a los extraterrestres, o bien a un ataque biológico realizado en coordinación por la alianza maligna entre fabricantes de papel higiénico y fabricantes de mascarillas.

 

Sin embargo, este “fantasma biopolítico” también llega a tener una dimensión y existencia concreta, como podemos ver en las acciones de muchos gobiernos en todo el mundo, incluyendo el gobierno de Guatemala, que si bien han tomado acciones que son correctas desde el punto de vista sanitario, también tienen un plano militar o contrainsurgente, que se evidencia en el vocabulario de “guerra contra el Coronavirus” y otras expresiones similares, además de toques de queda y otras medidas como el cierre de fronteras (para las personas, por supuesto, pero jamás para las mercancías).

 

Sobre el fin del Capitalismo

 

Varios analistas de renombre mundial han analizado recientemente el Coronavirus desde distintas perspectivas, muchas de ellas opuestas. Algunas de las más radicales fueron descartadas tal vez demasiado pronto. Así, mencionemos por ejemplo a Slavoj Zizek, para quien el Coronavirus es ni más ni menos que un golpe mortal al corazón mismo del capitalismo.

 

Aunque compartimos que sin duda alguna el Coronavirus fue un golpe muy duro para la economía mundial capitalista, no creemos que sea un golpe mortal. Sin embargo, creemos que es demasiado pronto para descartar la opinión de Zizek sin más.

 

Después de todo, dicho autor en ningún momento aseguró que el fin del capitalismo estaba a la vuelta de la esquina, ni que iba a suceder en semanas o meses. Solo el tiempo dirá si Zizek estaba equivocado (en ese caso el Coronavirus será derrotado) o estaba acertado. En tal caso, el virus podría ser, por ejemplo, el primero de varios eventos desencadenantes del colapso del capitalismo mundial.

 

Estamos más próximos a los postulados de Judith Butler o de Naomi Klein, quienes afirman con toda razón que la crisis de la pandemia del Coronavirus será más bien aprovechada por las clases y grupos dominantes para reforzar y renovar el sistema capitalista. Esto puede verse ya por igual en los gobiernos abiertamente autoritarios como en aquellos más preocupados por guardar las apariencias democráticas.

 

Esto ha podido comprobarse en todo el mundo (y también en Guatemala), ya que independientemente de su origen real, intencional o no, el Coronavirus ha sido aprovechado para dar prebendas y ventajas a los más ricos, así como para incrementar la explotación de los trabajadores y trabajadoras, y para reforzar el control de la población en general.

 

Entre muchos otros ejemplos, podemos mencionar el nefasto papel del gobierno de USA, el cual en lugar de colaborar con los esfuerzos mundiales contra el Coronavirus, refuerza las sanciones económicas y las presiones políticas contra sus enemigos de turno (China, Irán, Venezuela), sin descartar opciones militares, o bien se dedica a financiar soluciones como vacunas producidas exclusivamente para ese país, y a prohibir la exportación de insumos médicos al resto del mundo.

 

¿Qué decir del imparable envío de deportados (muchos de ellos ya contagiados del Coronavirus) a sus países de origen? Y su primera parada será, como ya es sabido, Guatemala, el mal llamado “tercer país seguro”, que no cuenta con la capacidad para brindar atención sanitaria decente a sus pobladores, mucho menos a los deportados de otros países.

 

Desde otra perspectiva, se puede decir que el Coronavirus es algo así como el “sueño húmedo” de todo gobernante: trabajadores obedientes que acuden dócilmente a las fábricas o a las fincas a ser explotados sin chistar, para luego correr a encerrarse a sus casas, sin tener tiempo ni ánimos para salir a protestar. Es por ello que afirmamos antes que con el Coronavirus todo cambió, pero nada ha cambiado en realidad.

 

Sobre el origen real de la pandemia, la siempre interesante Vandana Shiva nos ilustra en el sentido de que sí tienen que ver algo los murciélagos (pero no en la forma del mito racista de los chinos y su sopa de murciélago). En tema pasa en realidad por la deforestación y devastación ambiental causada por el modelo agroindustrial y extractivo, que despoja a muchas especies vivientes de sus territorios para dedicarlos a la producción capitalista. Esto hace que los seres humanos entren en contacto con otras especies animales (monos, murciélagos y otros), portadores de virus para los cuales no tienen defensas.

 

Otra forma de decir lo mismo, es la afirmación de David Harvey, quien indicó, en broma –aunque no deja de tener un sentido muy serio– que “el COVID-19 constituye una venganza de la naturaleza por más de cuarenta años de grosero y abusivo maltrato a manos de un violento y desregulado extractivismo neoliberal”. O incluso la pregunta de Gabriel Markus “¿Es el coronavirus una respuesta inmune del planeta a la insolencia del ser humano, que destruye infinitos seres vivos por codicia?