Declaración política de la Red de Comunidades y Trabajadores en Lucha

 

Los pueblos, sus comunidades y sus trabajador@s somos tiempo. Somos años en la producción, la creación, el conocimiento, las luchas y las pasiones. Nuestros pueblos hacen la historia y cuando ascienden sus luchas en coordinación, conciencia y organización, hacen memoria crítica de sus pasos por la liberación social y la emancipación de comunidades y personas.

Lo que aprendemos en nuestras luchas, en la educación y la cultura liberadoras, en la producción para el bien común, nos recuerdan las palabras, los testimonios, esperanzas y ejemplos con las que nos damos nombre y guía.

La Red de Comunidades y Trabajadores en Lucha surge de las corrientes históricas del pensamiento propio de los pueblos, los trabajadores y las mujeres y hombres libres de México y del mundo. Esperamos honrarlas contribuyendo a liberarnos de todo tipo de opresión, explotación y discriminación. Esperamos trabajar por hacer real el mundo y el país que queremos libre y común, luchando.

El mundo y la tierra que queremos cambiar para una vida digna y buena

 

Los procesos de lucha en el mundo nos enseñan que los esfuerzos para generar una nueva sociedad requieren de tiempos largos de lucha integral contra las formas sistémicas que nos explotan, oprimen, excluyen, enajenan y depredan la vida: el capitalismo, el patriarcado, los diversos autoritarismos, el racismo, el productivismo y consumismo destructores de la Tierra entre las fundamentales.

La mundialización del capital, en la llamada fase neoliberal del imperialismo modificó la lucha por ejercer la democracia y decidir colectivamente sobre el país que queremos. Pasó de ser una representación de fuerzas sociales y políticas al interior del Estado Nación que negociaban la dominación burguesa o buscaban cambiarla de raíz, a convertirse en un canal estrecho y cada vez más infecundo para los pueblos, pues se subordina a la coerción y manipulación de las clases dominantes que el sistema mundial selecciona y reproduce.

En México y en la mayoría de los países, las luchas por el poder en las cúpulas de la clase dominante se dan por acomodarse al nuevo reparto económico político y militar de los territorios. Por ello, sus expresiones políticas (partidos, organizaciones corporativas, gobiernos e instituciones) no dejan al pueblo participar realmente en las decisiones. Ven al pueblo trabajador como masa obediente, como espectador de un progreso ilusorio, basado en tecnologías y formas de producir que devastan el planeta, despojan a las comunidades e imponen el control de mentes y corazones en las poblaciones.

Quienes creen que es posible democratizar el capitalismo, sólo nos ofrecen un papel como masa legitimadora de intereses que no son los nuestros. La nueva colonización, los fetichismos y la corrosión de las conciencias, se encubren con palabras como modernidad, progreso, pacto, competencias, educación de calidad mundial. La vida política, se ha vuelto simple espectáculo de la cultura y la comunicación mercantilizada, enajenante, creadoras de consumismos y esclavismos disfrazados de confort y de éxito.

La democracia comunitaria, popular, directa, de participación real y activa de los explotados, oprimidos y excluidos supone la construcción de un sujeto social antagónico a las fuerzas del capitalismo y el sistema opresor; sujeto que no delegue más la soberanía a su enemigo de clase. En la lucha, ese sujeto popular se afirma al unir las fuerzas de origen social diverso por acabar con los sistemas de explotación, opresión, discriminación y exclusión. Unir a los diversos sin resolver las otras opresiones que sufren trabajadores, mujeres, jóvenes, pueblos originarios, capas empobrecidas y trabajadores de la cultura, tal vez pudiera llevar, como en pasados ensayos de construcción del socialismo o en reformas al capitalismo, a algún mejoramiento económico parcial, un cierto progreso o “independencia” tecnológica y hasta a una mejor distribución de los derechos, pero lo que nunca traerá es la emancipación de los pueblos trabajadores, liberándolos del sometimiento a antiguas y renovadas exclusiones sociales, políticas y culturales.

El proceso para que construyamos un modo de vida con proyección histórica liberadora, pleno de derechos y comprometido por el bien común, entraña la participación organizada de las fuerzas del pueblo organizado en una lucha a diferentes niveles y escalas frente, contra, por y al margen del poder establecido por la clase dominante y sus regímenes. La defensa desde ahora y desde abajo de los derechos sociales, políticos y culturales del pueblo, exige antagonizar, agrietar y eludir el cerco de todos los niveles y posiciones del poder opresor del capital monopólico financiero que actúa dentro y fuera de los estados, las instituciones y aparatos. Superar el shock que causa la estrategia de guerra de amplio espectro del imperialismo es un reto. Pero cambiar el mundo es posible con un pensamiento propio y una estrategia de acción local e internacional.

La historia de las revoluciones muestra que es necesaria una orientación y dirección estratégica de los pueblos, construidas al crear y defender el poder popular. Cuando este se ejerce desde abajo, rompe con el régimen y destruye a su tiempo las maquinarias de guerra, explotación y dominación. Tales direcciones necesitan afirmarse en las civilizaciones humanas y en la liberación de la conciencia que nos comprometa por una vida digna y justa, sólo posible sin explotación ni opresión.

 

El México que queremos cambiar con la construcción del poder del pueblo

 

En esta época de mundialización capitalista, el mando del imperialismo se concentra en unas cuantas potencias. Ante ello, la lucha popular en México necesita orientarse, a la vez, hacia la descolonización y hacia la derrota de la oligarquía de las empresas transnacionales y criollas, así como romper las redes y mafias de delincuencia organizada dentro y fuera de las instituciones.

Son enemigos del pueblo mexicano, quienes junto a sus gobiernos han hecho de la economía del país un paquete de ofertas para su venta en los mercados del mundo, así como de la fuerza de trabajo una carne de rapiña para la sobre explotación. Venden los recursos estratégicos, los bienes comunes de la tierra, el subsuelo, las energías, los ríos, las aguas y el aire, que han dado forma a nuestro territorio y sustentan una soberanía nacional siempre amenazada. Ellos la desprecian y la vuelven ajena al beneficio de los trabajadores y comunidades.

Si el capital no tiene patria, los pueblos, sus comunidades y quienes vivimos de nuestro trabajo honesto sí tenemos Patria y Matria. Las defendemos ante el despojo, pretendemos descolonizarlas y reconocemos que en la guerra económica se forjaron zonas geopolíticas y militares subordinadas al imperialismo yanqui. Actualmente el imperialismo internacional es el principal enemigo de la humanidad y el beneficiario del saqueo de nuestro territorio. Por ello es necesario internacionalizar las luchas y la solidaridad continental.

Esas luchas se expresan como un periodo de construcción de fuerzas de colectivos de trabajador@s con o sin derechos, más o menos precarizados, periodo de construir comunidades y pueblos que se unen en un esfuerzo de ruptura popular del régimen bajo la forma de creación de diversos órganos, saberes y prácticas del poder popular. Las formas de la nueva sociedad -apenas en germen- son el pensamiento libre y propio, las autonomías, la autosuficiencia o autogestión, el ejercicio de democracia directa, la defensa comunitaria y la rebeldía al poder burgués.

El periodo actual destaca, por un lado, la dureza de la crisis económica y social capitalista y, por otro, la reestructuración del sistema político de partidos con hegemonía priista y al servicio de los dueños del dinero. La oligarquía financiera ordenó a los poderes establecidos como gobierno y a los poderes fácticos de los monopolios de la información y la jerarquía religiosa, un amplio programa de reformas para expropiarle derechos al pueblo y a la nación, así como contener el descontento en el cauce estrecho de sus leyes y formas de dominio. Pero los necesitados, despojados y pobres seguimos descontentos y desconfíanos de esas normas y las rechazamos.

Las reformas neoliberales cuentan con el respaldo hemisférico del Acuerdo para la Solidaridad y la Prosperidad de América del Norte, ASPAN, y el Plan Mérida de recolonización. Con la directriz del gobierno estadounidense, se reconfigura a las fuerzas represivas, militares, paramilitares, judiciales, aduanales y migratorias. Así garantizan alianzas y tratados de transnacionales y organismos políticos, culturales y de seguridad del capitalismo mundial: como el TLCAN Plus y el Tratado Transpacífico de comercio e inversiones. Aún así, las resistencias a la recolonización se abren paso.

 

Somos parte de un movimiento popular dispuesto a unirnos en la lucha

 

El pueblo descontento, gradualmente o por saltos, se organiza de manera independiente, militante y autónoma del Estado y el sistema de partidos, ensaya y acumula fuerzas frente al poder capitalista con las siguientes tareas, estilos y ética:

 

1-Las Luchas populares más destacadas se orientan contra la aplicación de reformas neoliberales, la defensa de los derechos sociales que viene desmantelando el régimen en las empresas, los centros educativos y de vivienda de la población. Por el rechazo popular a los proyectos de muerte que despojan y depredan comunidades indígenas, campesinas y urbanas. Algunas fuerzas están creando comunidades de lucha y solidaridad con formas de vida, convivencia y de gobierno en un sentido anticapitalista, anti patriarcal y sustentable.

2-Somos una red que participa en las tareas del movimiento popular en este periodo: construir embriones del poder popular, al margen y en contra del poder del capital financiero y de sus marcos legales y sin su permiso. Ahí están los logros dispersos y quizás escasos, pero realmente de ruptura con el régimen en los municipios autónomos, caracoles, juntas de gobierno; policías, rondas, guardias y justicia comunitaria; las redes de economía solidaria, proyectos de autogestión y autosuficiencia populares; y en las formas de democracia ejercida por las comunidades y organizaciones que se preparan, informan  y mandatan a sus dirigentes, con órganos de conducción colectiva y con formas de defensa legítima e integral contra la represión. Así también existen y actúan fuerzas de la insurgencia que acompañan al pueblo en movimiento que poco a poco se levanta.

3- Los movimientos de resistencia y rebelión agregan contradicciones a la disputa que ocurre arriba por la conducción oligárquica de este régimen de orientación capitalista neoliberal. La lucha de fracciones del grupo gobernante, de sectores empresariales, intelectuales o de grupos afectados por la imposición del capital financiero y las transnacionales, así como por el régimen político de partidos que promueven el proyecto neoliberal son algunos ejemplos de la descomposición y reestructuración del régimen. Aclaramos que sus luchas intestinas no son nuestro terreno de lucha, ni nos ilusionan los llamados de quienes se acomodan y saltan en los trapecios de las redes del poder.

4-Nuestra lucha es desde abajo, a la izquierda y desde ahora, y de acuerdo con las fuerzas construidas por las comunidades y los trabajadores. Nuestra lucha es irreconciliable con el sistema capitalista, patriarcal y depredador.

 

Somos parte de un pueblo en proceso de organización, aún disperso en el país, con aprendizajes y recuperación de la memoria de las luchas vencedoras y de las derrotas. Intentamos articulaciones, puentes y redes regionales, nacionales e internacionales. Vamos a nuestro ritmo y tendencialmente convergemos. Esa tarea ya la realizan pueblos y organizaciones en resistencia, rebelión o revolución en otros países y en algunas regiones de México que coinciden en construir y ejercer el poder popular, así como en la creación de un mundo sin los desastres sociales y ecológicos que produce el capitalismo y las formas de ilusorio progreso, como el extractivismo y el consumismo anti sustentable.

Al descontento organizado, lo frenan o reencauzan la persistencia de formas caudillistas y legalistas en la conducción de los afectados por la injusticia, el autoritarismo, el derecho de la clase en el poder y la cultura política que convoca al pueblo a respetar un estado de derecho caduco y opresivo que les permita jugar a la democracia. Se aprovechan de la ignorancia política, del individualismo y la dependencia de amplias capas del pueblo, derivado de un proceso de enajenación y sometimiento. Frente a estos obstáculos construimos otra cultura de lucha: con centros de saber, solidaridad, organización autónoma, independiente y militante.

Con la repetición de formas de movilizaciones legalistas, pasivas y negociadoras, esa conducción -reformista o sólo oportunista- intenta frenar y criminaliza las acciones de la resistencia activa, la rebeldía y la insurgencia populares. El movimiento popular organizado es desigual en sus ritmos, experiencia, conciencia y construcción de fuerza territorial. Por eso nos damos a tejer redes de comunidades, pueblos y colectivos para defender los espacios que el pueblo ocupa y dispone como territorios de lucha y solidaridad.

Estamos en un periodo de lucha político-social en lo local, nacional, continental y mundial. Decimos político en su sentido integral: las reivindicaciones sociales del pueblo forman parte de la lucha política contra la estrategia neoliberal del capital y su régimen, las exigencias de derechos sociales, políticos y culturales incluyen y rebasan la exclusiva lucha electoral según los calendarios del régimen. La confrontación con el autoritarismo y su creciente terrorismo militar y paramilitar, supone para nosotros, que no se puede defender y creer en el actual estado de derecho opresivo que excluye a la justicia verdadera. Emplear y apoyar todas las formas de lucha y organización transformadoras que decidan los movimientos, es la base de nuestro derecho soberano; sus límites y alcances son las condiciones concretas de correlación de fuerzas, a las cuales corresponda un plan táctico estratégico hacia el cambio revolucionario.

Coincidimos con quienes se esfuerzan en la transformación revolucionaria de las leyes principales, desde la Constitución hasta sus reglamentos, en la lucha jurídica y en los hechos. Pero también aprendemos de quienes gobiernan sus espacios con autonomía, ética, convicción y con legítima defensa y justicia comunitaria. La lucha política que supere esta crisis, rebasa el programa de los partidos. No confiamos ni pedimos más gobiernos de lo mismo.

Son las fuerzas que resisten y se rebelan, las que impulsamos el proyecto de revolución social del pueblo pobre por una sociedad y una vida dignas. Sociedad verdaderamente libre, emancipada, independiente, democrática y justa. El pueblo decidirá cómo y en qué condiciones construye esa nueva sociedad y su forma de gobierno, llámese socialista, comunista, comunal, comunera, libertaria u otra.

 

Nuestras tareas comunes para construir en el movimiento del pueblo organizado

 

Construir desde abajo y ahora Poder popular supone trabajar por:

-Construcción de comunidades de lucha y solidaridad en todas las capas del pueblo trabajador;

-Educación integral de sus constructor@s,

-Prensa y comunicación combativa, creativa, descolonizadora,

-Posición y acción internacionalista, solidaria de pueblo a pueblo y con una postura socialista y anti sistémica comprometida con el bien común para una vida digna, justa y sustentable.

- Construcción de la unidad en la lucha desde centros de trabajo, educación y en las redes de defensa de los territorios, de los espacios libres y de los derechos sociales de l@s explotad@s, oprimidas y excluid@s.

 

¿Quiénes están invitados a la red?

Bienvenidas las comunidades y los trabajadores, los grupos, las organizaciones, los movimientos, los investigadores, los catedráticos y maestros, y los excluidos que quieran compartir sus experiencias de lucha, vinculados por una orientación común.

Los que impulsan el trabajo de largo aliento y están dispuestos a flexibilizar posturas sin rendir principios.

Los que están acostumbrados al trabajo en plenaria y/o en colectivo, usan el argumento, fundamentan su postura y buscan los consensos.

Los que están acostumbrados a la democracia directa, participativa, informada, preparada, consciente y comprometida (lo que algunos llamamos democracia cognoscitiva), y desde ella construyen con una visión de futuro.

Los que deliberan, proponen soluciones a la medida de sus fuerzas existentes y se involucran en las comisiones de trabajo.

Los que están acostumbrados a trabajar en comisiones, informar a las asambleas sobre la actividad y evalúan los resultados.

Los que están acostumbrados a los acuerdos colectivos que mandatan, orientan y dirigen.

En resumen: le damos valor a la palabra, a la opinión, al debate, al trabajo colectivo, al acuerdo, a la evaluación y al aprendizaje en común.

 

RED DE COMUNIDADES Y TRABAJADORES EN LUCHA.

Ciudad de México, 9 de mayo de 2014