Guillermo Velázquez

 

Sí, Juan Rulfo, aquí es Comala;

estamos ante tu tumba

mientras todo se derrumba

y una lloviznita rala

por la frente nos resbala

y el viento azota el zaguán,

¿milpas dices?, ¡ya no dan!,

ni reverdecen los cerros

¿qué no oyes ladrar los perros?

Juan de mi alma, ¡Juan!, ¡Juan!, ¡Juan!

Como un áspero sudario

se agitan los ramajales

cunden enconos mortales,

todo es hoy juicio sumario.

¿Y tú, Juan, qué?, ¿solitario?

¿con tu cara de extrañeza?,

cuando hasta el aire nos pesa

y el alma se nos desgüanza,

¿puede entrañar esperanza

un páramo de tristeza?

¿Por qué esta ristra ceñuda

de presagios aprensivos?,

¿estamos muertos o vivos?,

¿qué eternidad nos trasuda?,

sácanos tú de la duda:

¿somos huérfanos quizás?,

¿existimos tiempo atrás?,

¿somos resuello o murmullo

de ese otro (Grial) libro tuyo

que no escribiste jamás?

 

 

Guillermo Velázquez, No hay destino sin camino, Ediciones del Lirio, 2020