Severiano

LUNES 6 AM.

 

Media docena de hombres con bata y casco blanco pasaban frente a las prensas y cuantificaban el material virgen que tenemos para trabajar. Anotan el número de máquina y el número de trabajador. Cada prensa tiene el doble de lo acostumbrado. Los hombres de blanco corresponden a un área que se denomina “Medición Científica del Trabajo” que es como el cerebro de la explotación, es decir, cronometro en mano miden cada movimiento de obrero, igual que si fuera un autómata. Todos portan cronómetros y una tabla con hojas donde registran “tiempos y movimientos”.

Bueno, este día, todos nos quedamos frente a las maquinas, pero nadie empezaba a trabajar, nadie quería dar el primer golpe. “O sea que lo que decidimos y firmamos todos en la asamblea departamental, les valió madres”- pensamos-. “Si no producen nada, no les van a pagar nada”, decía el capataz yendo de un lado para otro. Buscamos al delegado y lo mandamos por el Comité, el cual llegó enseguida. “Ustedes trabajen como de costumbre, a las 8 am llega el gerente y nos metemos a discutir”, dijo el Secretario General. Pero nadie se movió, en vez de trabajar lo rodeamos. “Mejor nos esperamos hasta que se arregle este asunto” -dijimos varios. “Miren, no queremos que haya despidos, mejor trabajen como de costumbre, así la Empresa no tendrá pretexto”,-nos dijo el Secretario General. “Mejor nos esperamos hasta que se decida de una vez, y si nos van a despedir, pues que sea ya, porque no estamos jugando”, habló Simón. En eso, los golpes de unas prensas rompieron el silencio y de inmediato todos corrimos hacia allá. Dos prensistas, “el Oso” y el “Nagual” que desde un principio si aceptaban el trabajo a destajo, pero los obligamos a respetar la decisión del departamento. De “hambreados” y “arrastrados” no los bajaban. Tuvo que intervenir el Secretario General para evitar que fueran agredidos. “Aténganse a la decisión de la Asamblea”-sentenciamos. Para evitar otras tentaciones, bajamos los switchs de todas las maquinas.

Llegó el gerente y prepotente nos amenazó con despedirnos a todos. Algunos le brincamos diciéndole que respetara el acuerdo de la asamblea. “Con ustedes no tengo nada que hablar, ya están despedidos”, escupió con prepotencia, y se fue a encerrar a su oficina, seguido por dos “batas blancas” y el Comité Ejecutivo del sindicato. Afuera de la oficina nos fuimos acomodando. Una demanda más se había agregado: ¡No a los despidos!

La noticia de que el departamento de Prensas y Troqueles estaba en paro ya se había regado a toda la fábrica y aunque había policías cerrando el paso hacia ese pasillo, de cuando en cuando se asomaban compañeros de otros departamentos y cuando salieron a comer los hicieron dar un rodeo, para que no pasaran frente a nosotros. Con espacio aproximado de una hora, salía algún miembro del Comité Ejecutivo y nos insistía que nos fuéramos a trabajar, porque el gerente no aceptaba negociar con presión y que insistía en los despidos. Fue hasta las 13 horas que empezó a ceder: que el destajo fuera voluntario, como una prueba durante un mes, y después se decidía si continuaba, además que se ajustarían los estándares y que habría 9 despedidos. Ahí mismo discutimos y rechazamos su propuesta, que más bien la dictaba como una orden. Seguimos en paro. A las 14 horas se nos unió el 2do. Turno y los del primero decidimos permanecer ahí hasta que fuera necesario. Otras propuestas parecidas fueron votadas y rechazadas. La última de estas ya no insistía en el trabajo a destajo, solo quería 4 despidos, ahora si con nombre y apellido y que le trabajáramos tiempo extra sábados y domingos para recuperar la producción perdida. Esta propuesta nos la presentaban como si los patrones se hubieran tocado el corazón-puesto que ya no despedirían a todo el departamento- y nos perdonaran un gravísimo delito. El comité ejecutivo aceptaba los despidos y decía que demandaría su reinstalación en la Junta de Conciliación y Arbitraje y que todos los apoyaríamos. La propuesta fue rechazada, el paro continuaba, algunos compañeros decían que aceptáramos los despidos siempre y cuando los liquidaran al 100%, pero la mayoría decíamos que oponernos al destajo no era ningún delito y que nadie tenía que ser despedido. Eran ya las 19 horas. A las 9 de la noche empezamos a hacer planes para que el 3er. Turno siguiera con el paro, algunos trabajadores del 2do. Se quedarían a apoyar…

No nos dejaron terminar porque en eso salió el Comité mostrándonos unas hojas. “Aquí están los acuerdos firmados, no habrá destajo, si ustedes no quieren, no habrá represalias contra ningún trabajador”, y finalizaba: “La Empresa espera la colaboración de todos para trabajar con la misma armonía que había antes de este conflicto…” ¡Ganamos! ¡Ganamos!, sonrisas de júbilo y abrazos entre nosotros. Terminó una primera etapa de lucha, nos esperaban otras.

 

LA VERDADERA VICTORIA

¿Ganamos?, ¿Qué habíamos ganado? Bueno, habíamos parado a los patrones en su intento de imponernos el trabajo a destajo, y aumentar con ello el grado de explotación sobre nosotros. Eso era valioso, pero repasando los hechos y viendo las cosas cruelmente, el sistema patronal seguía intacto: sus “estándares”, sus capataces atrás de uno, sus “batas blancas” midiendo cada uno de nuestros tiempos-movimientos. Y sin embargo no podíamos negar este primer triunfo sobre la opresión del capital y prepotencia del capital. ¿Qué había cambiado en esta fábrica, pues si bien los patrones habían recibido un revés, en qué se reflejaba además del júbilo de los compañeros?

Podemos resumir lo que significó este triunfo: por primera vez un departamento completo desafió y paró a los patrones, el ánimo y compañerismo entre nosotros aumentó, estábamos más unidos y dispuestos a enfrentar lo que viniera, estábamos en mejores condiciones que antes de la lucha. Habíamos perdido el miedo a los siempre poderosos patrones y todos los demás departamentos nos veían como un ejemplo a seguir: “esos si están unidos”, “esos si los tienen bien puestos”. Eso es lo que había cambiado, es decir, habíamos cambiado nosotros, ya no éramos los mismos dóciles y agachados, sabíamos que los patrones no se quedarían con la espina clavada y que cueste lo que cueste tratarían de recuperar su autoridad perdida. Había cambiado también el ánimo en toda la fábrica, pues habían visto lo que podíamos hacer si estamos unidos.

Un pequeño grupo de trabajadores compartíamos el júbilo colectivo, pero no estábamos satisfechos con este triunfo. “No hemos ganado nada –decía el güero Simón-, lo único que hicimos fue defendernos, pero los “estándares” siguen hasta arriba y los “batas blancas” buscarán cómo subirlos más, las máquinas están de la chingada, el peligro de accidentarnos es el mismo…..y seguro habrá despidos.”. “No te entiendo -dijo el gordo-primero decías que parar el trabajo a destajo era primordial y tú mismo nos impulsabas y animabas, nos convencías de que es mejor estar completos que mochos, etcétera, y ahora dices que no hemos ganado nada”.

Yo si entiendo -lo interrumpió Severiano- la lucha contra el trabajo a destajo fue una lucha defensiva, para protegernos de los accidentes y la ganamos, pero eso no es suficiente, porque todo está organizado de tal forma que los patrones siempre salen ganando. Ahora como dice Simón, seguro que habrá despidos, y nosotros no tenemos que esperar a que haya despidos u otra agresión para volver a luchar. Tenemos que ver hacia adelante y aprovechar la unión y disposición de los compañeros para cambiar las reglas del trabajo, obligar al patrón a que acepte nuestras propias reglas, por ejemplo, bajar los “estándares”, que pongan mecanismos de seguridad a las Prensas y Troqueles y más. Tenemos que ver cómo hacemos para que se unan otros departamentos. Hubo un silencio y todos quedamos pensativos.

¿Y cuándo se acaba esta bronca?, preguntó el Bodoque. No sé -dijo Simón-, creo que si eres de los que no se dejan y ya hiciste conciencia, pues no acaba nunca.

Terminará cuando las fábricas sean de los obreros, entonces sí, esta y todas las fábricas se organizarán a la medida del hombre y no a la medida de la ganancia.”-concluyó Severiano.