Severiano

LA OPRESION GENERA RESISTENCIA

El trabajo de los capataces consiste en lograr dos metas al mismo tiempo:

1.- Obligarnos a cubrir el estándar de producción, que para ellos es la producción mínima, y

2.- Obligarnos a rebasar ese estándar lo más alto posible, para después basándose en esos datos, fijar estándares más altos (a eso le llaman Mejora Continua).

Los trabajadores somos conscientes de que la presión de los capataces, lo mismo que los “estándares” impuestos por el patrón son la principal causa de los accidentes. A eso le agregamos la falta de mecanismos reales de seguridad en las maquinas- debido a que los patrones no quieren gastar parte de sus ganancias en instalar sistemas de seguridad- más el “estrés” que nos provoca esa situación. Esto nos explica por qué hay una resistencia permanente entre todos los trabajadores del departamento.” nadie debe rebasar el estándar, con cubrirlo es suficiente, porque si alguien empieza a rebasarlo, de ahí se agarran para chingarnos a todos. Ese acuerdo no está escrito ni firmado en ningún lado, es una medida defensiva ante la explotación y los riesgos de trabajo, y cuando alguien pasa por alto ese acuerdo, le llueven calificativos de “perro”, “arrastrado”, le echan al sindicato, le descomponen la maquina o bien “pierde” herramienta y nadie le presta nada, etc. Incluso se llega a las amenazas y agresiones físicas: “O jalas parejo o te la partimos…y lo mismo si vas de chiva…” Estos acuerdos no escritos, acatados conscientemente por todos son parte de la resistencia diaria de los trabajadores en contra de un sistema que los menosprecia y los toma como carne de cañón.

Este diario estira y afloja entre patrones y trabajadores es parte de la lucha de clases que se da de forma permanente en las fábricas.

¿TRABAJO A DESTAJO?

En tal contexto, la primera lucha de importancia que agrupó a todo el departamento -los tres turnos-, fue contra el intento patronal de implantar un sistema de trabajo a destajo. ¿Trabajo a destajo?, pero si eso es de hace más de 2 siglos, cuando los obreros eran casi esclavos y no había ni jornada de 8 horas, ni ninguna limitación a la explotación de los patrones -les decía yo a mis compañeros. Para unos cuantos era clarísimo que teníamos que rechazar el trabajo a destajo, porque traería más accidentes, sin embargo para la mayoría eso no era suficiente. La empresa nos presentaba la oferta como un medio para aumentar nuestro salario.

Podrán ganar lo que ustedes quieran, podrían llegar al doble y quizás hasta el triple de lo que ganan ahorita, eso sí, los flojos no pasaran del salario base.” Los del comité sindical decían que “es buena oferta” y que la decisión era nuestra. “Acuérdense cuando antes nos pagaban a destajo, entonces casi todos cobrábamos el doble. Pero también acuérdate que en ese tiempo fue cuando más accidentes había, hay varios que ya no pudieron trabajar y quedaron pensionados pero sin manos, y de qué les sirvió que unas cuantas semanas o meses hayan ganado el doble, -le dijo “el Negro” al Secretario General-, ¿quieres volver a eso?” Un gordo de pelo chino alzó su mano sin dos dedos para pedir la palabra. “Los dedos que me faltan son de ese tiempo, los perdí por pendejo, porque quería sacar el doble, porque cuando trabajas por destajo no te importa que las maquinas estén mal, porque es cierto que puedes sacar el doble, pero también la empresa quiere que le produzcas el doble y ahora eso que gane no me sirve para recuperar mis dedos, y el pago del IMSS fue a parar a las cantinas, porque poniéndote hasta la madre quieres olvidar que estás mocho. Si se acepta el destajo mejor que me despidan”.

La discusión subía de tono. Toda una semana , antes o después de la jornada teníamos junta en el local sindical, pues un grupo de trabajadores que poco a poco fue aumentando de número nos dirigíamos a la oficina sindical para aclarar y parar los intentos patronales de imponer el destajo en el turno de noche, donde la mayoría de troqueladores y prensistas eran ayudantes, y solo si aceptaban trabajar por destajo les reconocerían su escalafón. Además, por voz se los capataces, los patrones amenazaban con despedir a aquel que se negara a trabajar por destajo y ponían fecha para iniciar. ¡Qué poca! Para debilitar la resistencia ofrecían la primer semana pagarnos salario doble, sin contar la producción que cada quien haga.

Por un lado la amenaza, por el otro el anzuelo y finalmente todos ensartados. Los patrones no tienen escrúpulos, sólo intereses, no tienen vergüenza, sólo sed insaciable de ganancias, y se agarran de lo que sea para obligarnos a aceptar sus condiciones. Indignación, rabia contenida, impotencia, desprecio, todo se juntaba. Entonces, el grupo que ya nos conocíamos, que habíamos estado jalando a casi todas las juntas con el comité convocamos a una asamblea de todo el departamento en sus tres turnos. “Porque la decisión debe ser de todo el departamento y no de un turno”, porque tenemos derecho a decir NO, porque no nos pueden obligar”, porque el comité debe expresar la voluntad de los trabajadores y no hacerse el neutral”, etc. No sabíamos cuántos trabajadores asistirían, muchos decían que ahí estarían, pero nada era seguro.

Era viernes, y los patrones habían sentenciado que el próximo lunes iniciaría el trabajo a destajo. Unos 10 minutos antes de las 6 am ya habíamos llegado varios trabajadores al departamento. Unos 20 trabajadores del 3er. Turno nos esperaban. Rápidamente cambiamos impresiones. “Todos los demás ya están en el sindicato –dijo “el burro”. En el tercer turno nadie quiere el destajo, dijo “el Tatú”. “Que se metan por el culo sus categorías” dijo “Don Ramón”. En eso dieron las 6 am, ya casi estaba completo el 1er. Turno. Solo esperamos al delegado y nos vamos al sindicato -dijo “el ciego”, y en eso apareció por el pasillo. Algo discutía con el capataz que le manoteaba y señalaba mostrándole unas hojas. “¡Compañeros! -empezó a decir- vámonos en orden hacia la oficina sindical, la empresa nos dará media hora para realizar la junta, y el que no esté aquí en media hora le van a levantar un acta de abandono de trabajo”. Para llegar a la oficina sindical, atravesamos por tres departamentos, que al vernos pasar pararon su trabajo y empezaron a aplaudirnos. “No se dejen”, nos gritaban. Al llegar a la oficina sindical, también nos recibieron con aplausos. ¡No al destajo! Gritaron varias voces.

El tercer turno informaba de las amenazas de despido y de que el día lunes habría trabajadores de nuevo ingreso y si ellos no querían ser prensistas o troqueladores, dejarían el puesto a otros que sí quisieran. En el primer turno como protesta ya nadie cubría el “estándar” y en consecuencia todos teníamos reportes y amenazas de despido. Los capataces querían formar un grupo con los que sí aceptaban el destajo y pasarlos a un solo turno. “Si ellos no quieren, por pendejos, ustedes les van a demostrar que son más chingones y no tienen miedo…”

Después de estas informaciones, el comité ejecutivo mostró un oficio donde la Empresa le notificaba que el próximo lunes iniciaría el trabajo a destajo y que informara a todos los trabajadores sindicalizados para evitar confrontaciones y que “habrá un reacomodo de trabajadores”.

¿O sea que es a huevo?”, y “¿Cuál es la posición del comité ejecutivo a todo esto, porque hasta ahora no han hecho nada, o es que ustedes ya firmaron?” –Dijo Ulises-. “Vamos a ser claros compañeros, el que firmó es el asesor, pero nosotros no hemos firmado nada. Solo esperamos que ustedes decidan si aceptan o no la propuesta de la Empresa”. La respuesta fue unánime. ¡No aceptamos! y empezamos a levantar las manos.

Bueno, el secretario de actas está redactando el acuerdo, quiero que todos ustedes lo firmen para entregarlo al gerente”, dijo el Secretario General. Además acordamos que el próximo lunes el Comité se presentara en los tres turnos y que cualquier trabajador que aceptara trabajar a destajo, el comité lo sacaría del departamento, pues estábamos ahí casi el 60% de los trabajadores y con los del 2º turno llegamos al 85%, no había duda sobre el rechazo general del trabajo a destajo. Acordamos también que el comité no permitiera ningún despido. La asamblea duró casi 4 horas y todavía los del 1er turno fuimos los últimos en firmar el acta y antes de llegar a departamento pasamos al comedor. Ese día trabajamos solo unas tres horas, al ritmo que quisimos. De todas formas todos teníamos actas de abandono de trabajo. No había miedo a las represalias, ni a los despidos, más bien había indignación general. (Continuará)