por Maciek Wisniewski /II
 
Seis. Israel ha sido laudado por llevar a cabo la más exitosa campaña  de vacunación a escala mundial, pero he aquí la otra cara de este  éxito: motivada racialmente y políticamente, la negación de vacunas a  los palestinos en Cisjordania y Gaza (bit.ly/3q3mNuW). De hecho, el  gobierno de B. Netanyahu, a cargo de un impresionante almacén de casi  30 millones de dosis, prefirió enviarles vacunas primero  -literalmente- a todos los demás ciudadanos del mundo (guatemaltecos,  hondureños, checos, húngaros...) que a los palestinos no-ciudadanos  bajo su ocupación militar (bit.ly/2O86HD3). Revelado recientemente -y  detenido temporalmente por el fiscal general- el acuerdo secreto con  unos 19 países aliados (la nueva expresión del soft power: la  diplomacia vacunal), estaba pensado por Israel para premiarlos por  ayudarle a legitimar su -coordinado con el gobierno de Trump e ilegal  desde el punto de vista del derecho internacional- apoderamiento del  Jerusalén declarado su capital en 2018. Guatemala -como EU- ya movió  su embajada allí, Honduras prometió hacerlo, República Checa abrir una  oficina diplomática y Hungría una oficina comercial (nyti.ms/3r2mXE6).

Siete. Por más que Israel esté apegado a su " apartheid médico"  (bit.ly/3uCRzxZ) y a seguir separando a los israelíes de los  palestinos -sea en una omniabarcadora y hardcore versión del apartheid  de Netanyahu o civilizada y light versión de E. Barak  (nyti.ms/3uR17Wg)-, los dos pueblos viven consigo. Y si los palestinos  siguen negados de las vacunas, la epidemia nunca acabará. La  autorización de la entrada por el Consejo de Seguridad israelí (sic)  de unas dosis a Gaza (bit.ly/2Mw5Lrv) que alcanzarán a vacunar a...  mil de los 2 millones habitantes del enclave (y serán destinados a los  más vulnerables y los pacientes de mayor riesgo, sólo después al  personal médico), sigue siendo un sadismo, pero las donaciones a la  Autoridad Palestina (que a su vez acaba de procurar 30 mil dosis de la  vacuna rusa y espera otras 50 mil de la OMS), o los programas de  inoculación de los habitantes de Jerusalén Este o los palestinos que  tienen permiso de trabajar en Israel y en los asentamientos (ilegales)  en Cisjordania (nbcnews.to/3r3kYj0), indican un cambio. No el abandono  del segregacionismo. Pero sí un abrazamiento de una " realpolitik pandémica".
Ocho. Cuando hace una semana Saturday Night Live adornó la noticia de  que Israel ya vacunó la mitad de su población con un punch line de que  seguro sólo su mitad judía -despertando críticas de los apologetas de  Israel (bit.ly/3dUywtg)- lo que estaba haciendo era exhibir el racismo  sistémico y un régimen que ni siquiera oculta sus crueles y elaboradas  políticas de exclusión y discriminación -tanto dentro de su propia  sociedad, como fuera respecto de la población colonizada/ocupada-,  siendo la negación de las vacunas a los palestinos el directo e  inevitable resultado del supremacismo judío en Israel-Palestina  (bit.ly/37UjCzi). Una confirmación de -denunciada desde hace tiempo  por J. Massad, el discípulo del gran E. W. Said (bit.ly/3qhtzNu)-  "fundamental diferencia y yuxtaposición entre los 'racialmente  privilegiados' cuerpos israelíes y los deshumanizados y  'exterminables' cuerpos palestinos" (bit.ly/2Oigkz0).
Nueve. "¿Entonces, según usted -dice un periodista a la ex ministra  israelí de Justicia (sic) A. Shaked, famosa por llamar a los niños  palestinos pequeñas víboras a matar junto con sus madres  (bit.ly/3qhyRIW)-, Israel no debería permitir la entrada de las  vacunas y que los gazaítas no más deben morir de coronavirus?" "Sí,  así es. Hasta que tienen 'secuestrados' los cuerpos de nuestros  soldados, que se lo arreglen solos... Ni siquiera ayuda humanitaria"  (bit.ly/3uHba0e). Aunque la entrada de vacunas fue por fin autorizada  -igual después de uno de los más vergonzosos debates en la historia de  Knesset (bit.ly/3r5mRLV)- el posicionamiento del tema de dos soldados  muertos retenidos por Hamas, por encima de la suerte de los 2 millones  de palestinos retenidos por Israel en la más grande prisión al aire  abierto en el mundo (Gaza), al mismo tiempo que está en pie la  política de retención indefinida de cuerpos de los palestinos  asesinados por el IDF (bit.ly/3q0Ik7j), es revelador, siendo ésta sólo  una de las palabras para hablar de esto.
Diez. Si de algo -finalmente- Israel es ejemplo, no es de una exitosa  campaña de vacunación -irrepetible, por varios factores, en otros  países y que no iba tan suave como se publicitaba (bit.ly/3ssBQ2K)-,  sino de volver enemigos a sus ciudadanos, hacer de la lucha con el  virus un asunto de seguridad nacional o igualarla con la guerra y/o la  lucha con el terror (bit.ly/3bIBApL, bit.ly/3dTQ492), consumación de  todas las nefastas tendencias: vigilancia digital, violación de  derechos civiles, privacidad, confidencialidad de datos médicos, la  securitización etcétera, que disparó la pandemia y de los que nos  advertía en su momento, bajo la forma de un despotismo tecno-medical,  G. Agamben. Netanyahu, recolectando los datos de los no-vacunados o  aplicándoles a los ciudadanos el mismo panóptico aplicado  rutinariamente a los no-ciudadanos colonizados (excluidos encima por  él de las vacunas) no es un campeón de la lucha contra el virus, sino  el oscuro precursor de los tiempos por venir.